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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Paremos la pelota: ¿cómo es la vida de una futbolista profesional en Argentina?

El avance del fútbol femenino en el país es notorio. Gisele García, capitana del Club Social Atlético Televisión (SAT), de Moreno, cuenta su experiencia y lo que falta para que siga el avance de ese deporte.
Gisele, capitana del SAT, cobra un sueldo pero además trabaja para la aplicación DIDI.

La profesionalización del fútbol femenino en Argentina marcó un antes y un después en la historia del deporte nacional. En marzo de 2019, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) anunció que los clubes de Primera División debían ofrecer contratos profesionales a al menos ocho jugadoras por plantel, un número que luego se incrementó a 15 en el 2021. Este cambio prometía transformar las vidas de las futbolistas y visibilizar una disciplina que, hasta entonces, había sido sostenida en gran medida por la pasión y el sacrificio personal en el ámbito del amateurismo.

Sin embargo, a cinco años de esta decisión histórica, el panorama presenta claroscuros. Si bien la profesionalización ha permitido avances significativos, los desafíos económicos, sociales y culturales persisten. Gisele García, de 34 años de edad y capitana del Club Social Atlético Televisión (SAT), ofrece una visión íntima y esclarecedora sobre esta transición, explorando tanto los logros como las limitaciones que todavía afectan al fútbol femenino argentino.

Un día en la vida de una futbolista profesional

Gisele, una de las líderes del equipo de fútbol del SAT, describe su rutina diaria como una combinación de dedicación al deporte y actividades adicionales para complementar sus ingresos. “Entreno a la mañana y luego salgo a trabajar con la aplicación DIDI”. Y agregó: “No puedo vivir solamente del fútbol”. Esta situación es común entre sus compañeras, la mayoría de las cuales no cuentan con contratos que les permitan dedicarse exclusivamente al deporte.

El SAT, como muchos clubes de la Primera División, cumple con el requisito de tener 15 contratos profesionales en su plantel, pero el resto de las jugadoras depende de otro tipo de acuerdos. Más allá de estas circunstancias, el compromiso del equipo y del cuerpo técnico es evidente. “Tenemos un técnico, preparador físico, psicóloga, kinesiólogo, pero mantener esa estructura es complicado desde lo económico”, afirmó Gisele. Este esfuerzo refleja los desafíos de profesionalizar no solo a las jugadoras, sino también a las instituciones que las respaldan.

Desigualdad económica y profesionalización

Uno de los aspectos más marcados del fútbol femenino argentino es la desigualdad económica entre los clubes. Equipos como Boca Juniors y River Plate cuentan con recursos significativamente mayores, lo que les permite ofrecer mejores salarios, infraestructura de calidad y mayor visibilidad para sus jugadoras. En contraste, clubes más pequeños, como el SAT, enfrentan dificultades para cumplir con los requisitos de la profesionalización.

“En los clubes grandes, las jugadoras pueden dedicarse exclusivamente al fútbol. En los más chicos, muchas tienen que trabajar o estudiar para complementar sus ingresos. Eso genera una gran brecha en términos de oportunidades”, señaló Gisele.

Cuando la AFA implementó la profesionalización, estableció un piso de contratos profesionales que fue creciendo gradualmente. Sin embargo, este avance no se tradujo en una mejora uniforme para todas las jugadoras. Muchas siguen dependiendo de ingresos adicionales, y las condiciones laborales varían considerablemente entre clubes.

“Profesionalizar no es solo dar contratos; también implica mejorar las condiciones de infraestructura, garantizar una base económica sólida y ofrecer estabilidad a las jugadoras”, enfatizó Gisele. Este punto es crucial para entender los retos que enfrenta la liga femenina en su conjunto.

Según un relevamiento del portal de noticias CHEQUEADO, más del 40% de las deportistas son jugadoras amateurs, de las 577 futbolistas inscriptas solo 345 cuentan con un contrato profesional, de acuerdo a datos de a finales del 2023.

Por otro lado, la falta de visibilidad sigue siendo un problema importante. Aunque los partidos son transmitidos ocasionalmente, la cobertura mediática del fútbol femenino está lejos de alcanzar la regularidad y el impacto del masculino. Esto limita las oportunidades de patrocinio y dificulta la generación de ingresos que puedan dirigirse a los equipos.

Comparaciones internacionales: lecciones desde el exterior

El fútbol femenino en Argentina avanza a un ritmo diferente al de otros países donde la profesionalización ya está más consolidada. En ligas como la australiana o la estadounidense, todas las jugadoras de las principales divisiones tienen contratos formales, y los clubes cuentan con una base económica que les permite invertir en infraestructura, cuerpo técnico y desarrollo juvenil.

En Australia, por ejemplo, la A – League Women ha experimentado un crecimiento exponencial gracias al respaldo de grandes patrocinadores y la transmisión televisiva regular. En Estados Unidos, la National Women ‘s Soccer League (NWSL) ha logrado consolidarse como una de las ligas más competitivas, con salarios más altos y beneficios adicionales para las jugadoras. Según datos oficiales de la Fédération Internationale Football Association (FIFA), estas dos asociaciones nacionales tienen un promedio de entre 10 y 11 patrocinadores en su liga, mientras que en la liga local se promedia entre uno y dos.

“En Argentina, todavía estamos muy lejos de la realidad del fútbol de afuera”, destacó Gisele, y agregó: “Pero es importante tomarlos como referencia y aprender de ellos. Necesitamos inversión, pero también un cambio cultural que valore al fútbol femenino en igualdad de condiciones”.

Además de los desafíos económicos, el fútbol femenino enfrenta barreras culturales profundamente arraigadas. Durante décadas, este deporte fue visto como una actividad secundaria para las mujeres, y esa percepción aún persiste en algunos sectores de la sociedad.

“Todavía tenemos que luchar contra los prejuicios. Aunque hemos avanzado mucho, todavía hay quienes no toman en serio al fútbol femenino. Eso afecta desde la formación de jugadoras hasta las oportunidades de crecimiento en los clubes”, afirmó Gisele.

Impacto en las jugadoras

Desde una perspectiva económica, los contratos profesionales representan un avance, pero su impacto real es limitado. El salario mínimo establecido por la AFA para las jugadoras profesionales, es cercano al sueldo básico en Argentina, un monto que rara vez es suficiente para cubrir las necesidades básicas. Según un relevamiento realizado por el sindicato Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) existe una diferencia del 40,5% entre el salario mínimo de las jugadoras profesionales femenino con el masculino.

Muchas jugadoras, incluyendo a Gisele, deben complementar sus ingresos con trabajos adicionales o el apoyo de sus familias. Esta situación pone en evidencia la necesidad de mejorar los ingresos del fútbol femenino para garantizar que las jugadoras puedan dedicarse exclusivamente a su carrera deportiva.

El futuro del fútbol femenino: sostenibilidad y equidad

A cinco años de haberse dado el paso hacia la profesionalización, el fútbol femenino argentino atraviesa un momento de grandes desafíos y oportunidades. Este período de transición exige un compromiso sostenido y coordinado entre los clubes, la AFA, el sector privado, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto para garantizar un desarrollo sólido y sostenible del deporte.

Para Gisele, referente indiscutida dentro del ámbito, el éxito futuro depende de la capacidad colectiva de articular esfuerzos y priorizar tanto la equidad como la sustentabilidad. “Es un camino largo, pero creo que vamos en la dirección correcta. Necesitamos que los clubes, las empresas, los medios y la gente sigan apoyando. Solo así podremos asegurar que todas las jugadoras tengan las mismas oportunidades para crecer y competir en igualdad de condiciones”, enfatizó la jugadora

El sueño de una liga de fútbol femenina profesional plenamente desarrollada es aún una obra en construcción, pero cada paso dado sienta las bases de un futuro más inclusivo y prometedor. El crecimiento del fútbol femenino no solo implica mejoras en la infraestructura o los contratos de las jugadoras, sino también un cambio cultural profundo, en el que el talento y la dedicación de las deportistas sean valorados de la misma manera que en el fútbol masculino.

A medida que el fútbol femenino argentino avanza, también lo hace su capacidad para inspirar a nuevas generaciones. Con líderes como Gisele y el esfuerzo colectivo de jugadoras, clubes como el SAT, entrenadores e instituciones, el horizonte se vislumbra lleno de posibilidades. No solo se trata de construir una liga profesional; se trata de reescribir la historia del fútbol argentino con una narrativa más justa, equitativa y diversa.

El desafío es inmenso, pero la convicción de quienes luchan día a día por un fútbol femenino más fuerte y visible permite soñar con un futuro en el que la sostenibilidad y la equidad sean las reglas del juego.

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