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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Radiación por el uso de celulares: una llamada de alerta

La masificación del uso de smartphones cada vez más potentes puede provocar riesgos en la salud. ¿Cómo protegernos de las radiaciones de los aparatos?
El uso excesivo de celulares, sobre todo si están muy cerca del cuerpo, puede causar daños a la salud. Foto principal: Julieta Colomer, de Anccom.

Según el informe de Industrias TIC Argentina 2022 nuestro país cuenta con 59 millones de líneas de teléfonos activas, lo cual equivale a decir que tenemos más celulares en uso que personas que habitan el territorio. Dado el gran número de usuarios resulta indispensable comprender y seguir de cerca las repercusiones que podría tener el uso excesivo del celular en la salud pública y el ambiente.

La sintonía entre los celulares produce un espectro de la contaminación electromagnética (CEM), un área invisible de la energía que es la radiación no ionizante (RNI). Estos dispositivos se comunican entre sí emitiendo ondas de radio a través de una red de antenas fijas denominadas “estaciones base”. Las ondas de radiofrecuencia son campos electromagnéticos que nos rodean y exponen a la radiación cuando estamos cerca de una antena, un radio AM o FM, o simplemente con el celular en la mano.

El teléfono celular, la cultura y la radiación                   

Gustavo Fano, director del Laboratorio de Radiación Electromagnética (Lrad), explica que en un comienzo el teléfono celular era un sistema de transmisión de voz, luego con el desarrollo técnico pasó a enviar texto, luego mensajes y mails, audios de voz, datos, videos y acceso completo a internet. “Estas funciones no estaban previstas. Fueron lentamente incorporándose a la cultura por medio de la prácticas impuestas por corporaciones internacionales a los distintos países e hicieron negocios fabulosos”, agrega Fano, quien también es doctor en ingeniería.

“Es preciso mencionar estos antecedentes para entender que se necesitó elevar cada vez más la frecuencia de operación para que la información pudiese ser enviada por el canal, en la que originalmente solo se transmitían unos pocos kHz (Kilohercios), y pasar a decenas o centenas de MBytes/s”, explica Fano. “Las consecuencias ambientales han sido una gran proliferación de antenas en torres transmisoras y el uso masivo del celular”, destaca el doctor en ingeniería.

Niveles de exposición: la amenaza invisible

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro Internacional de Estudios sobre el Cáncer (IARC), clasificaron los campos electromagnéticos de radiofrecuencia dentro del grupo 2b: posiblemente cancerígenos para los seres humanos.

Miguel Ángel Staiano es especialista en cálculos de medición de campos electromagnéticos y ha sido convocado por empresas como Telecom, Movistar, Claro, American Towers y ATIS para medir la radiación de sus antenas. “Los campos electromagnéticos son de inmisión. Nosotros vamos a la antena en cuestión, pero no medimos solo esa, medimos todas las antenas con el objetivo de proteger la salud de la población. La inmisión es la suma de cada una de las emisiones de cada una de las antenas”, cuenta Staiano.

“Las personas por un impacto visual ven las antenas de las estaciones base sostenidas por una torre que parece monstruosa, pero la antena está en la punta y mide 1.40 metros. El problema no está sólo ahí. Cuando usamos un celular tenemos cinco antenas en funcionamiento: 2G, 3G, 4G, bluetooth y Wifi. Todas incorporadas al dispositivo en nuestra mano y emitiendo al mismo tiempo”, destaca el especialista.

Staiano explica que las antenas incorporadas al celular son las más problemáticas ya que emiten dos watts y esos dos watts nos llegan completamente al cuerpo. “Es indispensable tener estaciones base, antenas. Los celulares se comunican con la estación base a máxima potencia, como si alguien gritara fuerte buscando a otra persona y cuando la encuentra la potencia del grito de reduce al mínimo para mantener la comunicación. Si el celular no encuentra una estación base, lo voy a tener cerca de mi cuerpo emitiendo al máximo”, subraya el ingeniero en telecomunicaciones.

Fano, quien también es integrante de CIPRACEM, organización dedicada a la popularización de información sobre los peligros de la CEM, explica que en nuestro país el único estudio riguroso sobre los límites de exposición de las radiaciones electromagnéticas y los efectos biológicos data del año 1988. Quien los realizó fue el doctor Portella y fueron los únicos estudios que se presentaron al Ministerio de Salud de la Nación en 1995 en la resolución 202.

“Desde CIPRACEM en conjunto con el Movimiento de Telecomunicaciones Sanas (MoTeSa) se le solicitó al Ministerio de Salud que convoque a un grupo multidisciplinar de expertos que trabaje en el tema de efectos biológicos de la RNI, más aún si se pretenden autorizar sistemas de comunicaciones nuevos como 5G y 6G”, cuenta Fano. “Se ha observado un aumento de 10 veces en cánceres del acústico (Tumor en el Neuronima del Acústico) y se observan muchos casos en personas menores de 50 años”, destaca el experto.

Fano, quien también es docente de la Facultad de Ingeniería de la UBA, remarca: “El Ministerio de Salud debería convocar a los investigadores locales y crear una institución local que coordine los esfuerzos de las distintas instituciones como Universidades Nacionales, el CONICET, el INTI, etc. que no tengan conflictos de interés con las empresas de telefonía celular para realizar los estudios”.

¿Cómo nos protegemos?

La señal disminuye con el cuadrado de la distancia entre las antenas emisoras y el cuerpo que recibe la irradiación. Por ejemplo, si estamos a una distancia de 100 metros de las antenas lo irradiación nos disminuyó 100 veces. La distancia es clave para protegernos.

Mariana Lofeudo, doctora especializada en derecho ambiental, afirma: “Existen en la actualidad numerosos estudios científicos que evidencian los efectos subtérmicos y que nos permiten estar seguros de que existen consecuencias a nivel salud en la exposición diaria que tenemos a los campos electromagnéticos y al usar el celular desmedidamente”. Lofeudo propone tomar las siguientes medidas:

  1. Telefonear lo menos posible y establecer conversaciones cortas.
  2. Salvo casos de necesidad, evitar que los niños usen celulares.
  3. Acercar el teléfono móvil al oído una vez que se haya establecido la comunicación.
  4. Procurar no usarlo en vehículos porque en ellos aumenta el nivel de radiación.
  5. Alejar lo más posible el celular mientras se redactan mensajes.
  6. Si está encendido, transportarlo en un maletín, mochila, o cartera. Si se lleva en el bolsillo, apagarlo o, al menos, orientar el teclado hacia el cuerpo.
  7. Intentar apagar el celular durante la noche. Si no es posible, dejarlo en un sitio alejado de la cabeza.
  8. No usarlo para jugar o escuchar música. Por ejemplo, se pueden descargar las “playlist” y usarlo en modo avión para escuchar música.

Lofeudo destaca que las consecuencias del uso de la tecnología inalámbrica y de Internet generan también emisiones de CO2 profundizando el cambio climático. “Con algunas prácticas, como por ejemplo tener Internet por cable bajamos la emisión y sobre todo nuestra exposición. Además contamos con una Internet más veloz”, agrega la experta.

Reglamentaciones nacionales fuera de foco

“La resolución 202 de 1995 quedó totalmente desactualizada. Se dictó hace casi dos décadas y dista mucho de nuestra realidad. La cantidad de antenas y celulares que existen en nuestro país es superior a la de ese momento”, explica Lofeudo. “Las regulaciones gubernamentales para CEM deben cambiar. No nos protegen de los efectos biológicos ni de las exposiciones acumulativas a largo plazo”, subraya la especialista en derecho ambiental.

“Argentina no tomó medidas precautorias, aún al haberse dado a conocer la clasificación de la OMS de las radiofrecuencias en el grupo 2b (posiblemente cancerígenos)”, cuenta Lofeudo, quien también es integrante de CIPRACEM. “Otro gran problema es que este tema se desarrolló sin planificación a nivel de instalación de antenas y lugares donde se instalarían. Tampoco se controló el cumplimiento de la evaluación del impacto ambiental. Las pocas iniciativas que existieron a nivel ciudad de Buenos Aires no tuvieron éxito”, destaca la experta.

Lofeudo afirma que la utilización de límites considerablemente más restrictivos desde hace varios años en distintos países como Rusia, China e Italia, junto con la creciente evidencia de riesgo, hacen necesario un accionar distinto. Debemos solucionar la falta de conocimiento general de la sociedad argentina sobre el riesgo asociado al uso inadecuado de dispositivos de comunicación inalámbrica.

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