
La escuela puede ser un lugar desafiante para los niños con autismo, pero con la ayuda de los acompañantes terapéuticos, pueden encontrar un espacio donde se sientan comprendidos, apoyados y parte del grupo. Estos profesionales guían su adaptación, favoreciendo su aprendizaje y desarrollo integral.
¿Qué es el autismo?
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que afecta la comunicación, el comportamiento y las interacciones sociales de quienes lo padecen. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 100 niños a nivel mundial presenta esta condición, mientras que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos indican una prevalencia aún mayor: 1 de cada 36 niños es diagnosticado con TEA.
La neuróloga infantil Silvana González explica que cada caso de autismo es distinto en cuanto a sus manifestaciones y síntomas. “Los niños con TEA pueden presentar desde dificultades en la comunicación verbal y no verbal hasta conductas repetitivas e intereses restringidos. Sin embargo, estas características no son uniformes; cada caso es particular”, señala.
La detección temprana y un diagnóstico adecuado son determinantes, y suele realizarse entre los 18 meses y los 2 años, aunque algunas señales pueden observarse un tiempo antes. “El diagnóstico temprano favorece el desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y lingüísticas, clave para el aprendizaje y la integración social en la escuela”, expresa González.
Con respecto al ámbito educativo, estas diferencias representan desafíos significativos, como la dificultad para adaptarse a las normas escolares, la interacción con compañeros y la participación en actividades grupales. En este contexto, es necesario contar con un profesional que apoye al niño y lo guíe para superar estos obstáculos.
La función del acompañante terapéutico en el aula
El acompañante terapéutico proporciona un espacio seguro donde el niño puede expresar sus emociones, lo que favorece una relación de confianza. Esto es importante para el desarrollo emocional del menor y su integración en la escuela.
Según Paula Acevedo, acompañante terapéutica con seis años de experiencia, describe su trabajo como una combinación de apoyo emocional, social y educativo, adaptado a las necesidades individuales del niño y su familia. “El rol como acompañante terapéutica en el desarrollo de un niño con autismo es fundamental y multifacético”, asegura.
Dentro del aula, el profesional cumple una función clave al actuar como un puente de comunicación entre el niño y sus compañeros, así como entre el niño y los docentes. “Trabajamos no solo para ayudar con los deberes, sino también para facilitar la interacción del niño con el resto del grupo, promoviendo su inclusión y participación activa en las actividades escolares”, comenta Acevedo.
Asimismo, la intervención de los acompañantes terapéuticos se centra en potenciar las capacidades individuales del niño, como la comunicación verbal y no verbal, la resolución de problemas, y las habilidades motoras. “A través de actividades lúdicas y terapias específicas, el acompañante puede trabajar en áreas fundamentales para mejorar la independencia del niño y su capacidad para participar en actividades cotidianas”, explica Paula.
Estos profesionales también deben acompañar y manejar los comportamientos desafiantes, las situaciones de frustración y crisis que suelen surgir en niños con esta condición, muchas veces vinculados a dificultades para comunicarse o adaptarse a nuevas situaciones.
En este sentido, Paula resalta que “la flexibilidad es indispensable” en su trabajo, ya que cada niño tiene sus propios ritmos y formas de aprender. A su vez, añade que el rol del acompañante implica “estar atentos a las señales que da el niño para ajustar las estrategias, incluso cambiando de enfoque o utilizando diferentes técnicas hasta encontrar la que mejor funcione para el mismo”.
Un trabajo en equipo
Esta misión comienza desde el momento en que se establece un plan terapéutico personalizado. Cada niño con TEA tiene un perfil único que debe ser evaluado cuidadosamente. La observación detallada y la colaboración constante con otros profesionales, como psicólogos, educadores y médicos, es fundamental para determinar las mejores estrategias de intervención.
De acuerdo con Silvana González, “el acompañante terapéutico y el impacto del mismo se va evaluando a lo largo de la evolución del niño con autismo”. La neuróloga explica que esta evaluación continua ajusta el apoyo brindado, ayudando a organizar conductas, anticipar actividades y reducir la ansiedad, lo que favorece la atención, la organización y la confianza del niño en el aula.
Según Paula, la coordinación con los maestros es primordial: “Trabajamos juntos para desarrollar un plan que se ajuste a las necesidades del niño. La comunicación constante entre todos los actores involucrados es esencial para garantizar un abordaje coherente y efectivo”.
De igual manera, el profesional desempeña una función importante en el apoyo a las familias. Como señala Acevedo, parte de su rol es educar a los padres sobre el autismo y cómo pueden contribuir al proceso terapéutico desde su hogar. “El acompañante también trabaja estrechamente con la familia para asegurarse de que el niño tenga un entorno armonioso y comprensivo en casa”, comenta.
El testimonio de una madre: el impacto en el desarrollo de Alejo
Para comprender mejor la influencia que tienen los acompañantes terapéuticos en la vida de un niño con autismo, hablamos con Adriana María Sol González, madre de Alejo, un niño de 8 años diagnosticado con TEA. Ella describe el proceso de recibir el diagnóstico de su hijo como un desafío emocional, pero también como una oportunidad para actuar y buscar el apoyo adecuado.
“Recibir el diagnóstico de autismo fue un momento difícil. Nadie está preparado para enfrentarse a algo así, pero al mismo tiempo, si le toca a uno, tiene que afrontarlo y hacer todo lo posible por el bienestar de su hijo”, expresa.
Para Adriana, contar con Paula como acompañante terapéutica ha sido un apoyo excepcional. Ella destaca que, desde que Alejo comenzó a trabajar con su acompañante, los cambios han sido notables. Según sus palabras, “ha aprendido a socializar más, a ser más ordenado y a independizarse. Era un niño que estaba muy disperso, pero ahora está mucho más enfocado en sus tareas y actividades”.
La relación entre la acompañante terapéutica y el equipo docente también ha sido un factor importante para el progreso de Alejo. Adriana resalta que “la escuela ha trabajado muy bien con la acompañante. Siempre ha sido un trabajo en conjunto entre la señorita, Paula y nosotros como familia”. Además, destaca que ese apoyo mutuo ha contribuido a que su hijo se sienta más seguro y participe más activamente en las actividades escolares.
Aunque los avances han sido significativos, también menciona los retos a los que se enfrenta como madre. Ella explica que “uno de los mayores desafíos es lograr que Alejo pueda estar más tiempo en lugares públicos. A veces, los ruidos y los eventos sociales lo sobrecogen, lo que genera crisis”. Sin embargo, agrega que con el acompañamiento adecuado, han aprendido a manejar esas situaciones de una mejor manera.
Su mensaje para otras familias es claro y alentador: “Con terapias, acompañante terapéutica y un trabajo en familia, los avances son notorios. Nunca hay que perder la esperanza. Con el apoyo y acompañamiento, todo es posible. Es importante que el niño tenga la contención necesaria para poder progresar.”
Hacia una educación más inclusiva
En el sistema educativo, la inclusión de niños con TEA es un desafío, pero también una oportunidad de crecimiento para todos. El acompañante terapéutico cumple una función primordial al ofrecer el respaldo necesario a los niños, sus familias y los docentes. Asimismo, la cooperación constante entre todos los involucrados en este proceso es importante para alcanzar una integración exitosa y efectiva.
La experiencia de Paula y el testimonio de Adriana demuestran que con el apoyo adecuado y trabajando de forma colaborativa, los niños con autismo pueden lograr grandes avances en su desarrollo emocional, social y académico. La escolarización de estos niños, lejos de ser un desafío insuperable, se convierte en una oportunidad para su crecimiento y para mejorar el ámbito educativo en general.
El trabajo de los acompañantes terapéuticos es más que una intervención profesional: es una herramienta vital para que los niños con autismo puedan desarrollarse plenamente en su entorno escolar y social, contribuyendo a una sociedad más inclusiva y comprensiva.