Verduras producidas por los integrantes de Morón Surco, proyecto articulado entre el Municipio de Morón, la ong CEHLAC y el INTA.
En el IX Mes de la Agroecología, diferentes experiencias de la Zona Oeste del Gran Buenos Aires demuestran que es posible cultivar de manera sustentable alimentos de calidad, libres de agroquímicos y a precios accesibles. Tanto Morón Surco, una huerta ubicada dentro de la Base Aérea de Morón; Agroecología La Foresta, un proyecto radicado de Virrey del Pino, así como el trabajo que lleva adelante la Cooperativa Mariano Moreno en el Parque Agrario Agroecológico “Parque del Oeste” en Cuartel V, Moreno, son emprendimientos productivos de este tipo.
Cuando se habla de agroecología, por lo general se hace referencia al hecho de que no se aplican sustancias de síntesis química en el proceso productivo. Sin embargo, más allá de la no utilización de agroquímicos, esta práctica implica múltiples aspectos ya sea productivos, ambientales, económicos, sociales y culturales. Según Gonzalo Parés, jefe de la Agencia de Extensión del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Ituzaingó, la agroecología es un concepto integral ya que “por un lado, es una práctica que hacen los agricultores, que se le llamó agroecología a partir de la década del ‘70 pero que toma prácticas y modos de producción ancestrales”.
Parés, quien también es especialista en agroecología, continúa: “Básicamente en todos aquellos casos donde vos tenés producciones que son respetuosas del ambiente, que producen con un criterio de mejorar la calidad de vida de la población, que no están agotando los recursos naturales ni utilizando productos de síntesis química para la producción, ahí estamos hablando de agroecología”. Por otro lado, con respecto a la caracterización de este modo de producir también como una disciplina científica, el especialista explica que fue a partir de los ‘70 que los científicos comenzaron a conceptualizar teóricamente tales prácticas, a nivel mundial.
Asimismo, el ingeniero agrónomo ubica el inicio de las actividades relacionadas a la agroecología en Argentina alrededor de la década de los ‘90. En tal período, siguiendo a Parés, el INTA empezó a realizar proyectos de agroecología, a lo que pueden sumarse las primeras experiencias de difusión del tema a cargo de los investigadores pioneros. La situación actual, en función de un informe elaborado por la oficina de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida por sus siglas en inglés) en el país, indica que en la provincia de Buenos Aires hay 375 productores agroecológicos y más de 23.000 hectáreas certificadas en 81 municipios.
Experiencia Morón Surco
Este proyecto, que surgió en el 2012 a partir del trabajo conjunto entre el Municipio de Morón, la Asociación Civil CEHLAC (Centro de Estudios Históricos para Latinoamérica y el Caribe) y el INTA, con la cooperación del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, hoy en día es el lugar de trabajo de Jesica y sus compañeros. Son ellos quienes llevan adelante la huerta agroecológica de una hectárea y media, que actualmente produce por semana alrededor de 20 bolsones de 7 kilos, entre verduras y frutas. Papa, anco, repollo, remolacha, zanahoria, banana, manzana y naranja son algunas de las variedades que se ofrecen.
“Cuando surgió el espacio, fue de la mano de mucha gente que trabajaba o que tenía mucho amor por el medioambiente”, comenta Jesica. A su vez, sostiene que un rasgo diferencial del proyecto es que está desarrollado por personas con formación académica, tales como ingenieros agrónomos, técnicos, licenciados en Ciencias Ambientales, biólogos y demás carreras afines. Y continúa: “La otra gran diferencia tiene que ver con que nosotros no vivimos acá, no somos productores familiares. Tenemos gastos de viáticos, también estudiamos. Algunos terminan las carreras, otros trabajan aparte de esto en jardinería. Tenemos un sueldo, simbólico, pero lo tenemos. Un productor familiar no”.
Con respecto a la comercialización, los días viernes el espacio se prepara para encarar la venta al público. “Nosotros arrancamos acá más o menos a las 8 de la mañana, tal vez antes. Se inicia la cosecha de verdura, se la prepara para armar los bolsones y a las 11 ya tiene que estar todo listo para comercializar”, explica Jesica. El foco del emprendimiento está puesto en el consumo local, por lo que la cartera de clientes se ve constituida por vecinos de la zona, del partido de Morón o incluso de Haedo. Dado que la idea fundamental es el reencuentro con la comunidad, también se organizan jornadas de agricultura los sábados, cada quince días.
En tales encuentros, Jesica menciona que “la gente llega y sola se va agrupando, van armando el mate, siempre viene alguien nuevo. Si es un día para desmalezar, vamos a tal bancal. Si hace mucho frío vamos al invernáculo o si hace mucho calor buscamos una parte más sombreada en donde podamos trabajar en comunidad, y de a poco se va armando el fogón”. Mientras se trabaja la tierra, se comparten conocimientos y saberes, además de charlas sobre otros temas que surgen en los grupos. Llegado el momento del almuerzo, se hace una comida con parte de las verduras que quedan del armado de bolsones. Estas actividades son gratuitas, abiertas al público y para participar solo hay que completar un formulario de inscripción disponible en sus redes sociales.
Agroecología La Foresta: el puntapié inicial
“La experiencia Foresta empezó en una huerta orgánica en un barrio que se llama Ciudad Oculta, frente a lo que vendría a ser el Mercado de Hacienda, donde un grupo de compañeras se formó en las prácticas de la agroecología y a partir de ahí damos el salto a un campo de 10 hectáreas en Matanza para tratar lo que vendría a ser el residuo orgánico de un frigorífico”, comenta Daniel Marcos, miembro del Movimiento Popular La Dignidad. Esta organización que hace 10 años se preguntaba cómo hacer para generar empleo, definiendo la producción de alimentos sanos y el manejo integral de los residuos como dos grandes ramas de trabajo, en el presente desarrolla la zona productiva Matanza-Virrey del Pino.
Además del proyecto agroecológico que se emplaza dentro de la planta del frigorífico recuperado La Foresta, el cual trata el desecho rumial como un componente fundamental para la regeneración de suelos, la experiencia Panambi, de 6 hectáreas, junto con otros dos campos de 10 y 62 hectáreas, respectivamente, conforman dicha área de producción. Sobre ello, Marcos expresa: “Esto nos permitió relacionarnos con los productores ya existentes. Nosotros estamos trabajando con nuestro vecino que está al lado, con el que está enfrente, o sea, se ha conformado como una zona donde se comparten saberes, máquinas, herramientas, semillas, procesos”.
A partir de las prácticas y los principios de la agroecología, este movimiento puso en funcionamiento tierras ociosas generando nuevos puestos de trabajo y, además, acompaña a productores que por distintos motivos vieron interrumpidos sus ciclos productivos. Según indica Marcos, son 65 las personas que trabajan en La Foresta y alrededor de 50 entre Panambí y los otros dos campos. Por su parte, la producción de hortalizas, verduras, miel, porcinos, cereales (y a partir de ellos harinas), así como la elaboración de sus propios bioinsumos, son algunas de las actividades que llevan adelante.
Marcos plantea que “el desafío más grande de todo esto es constituir los grupos humanos. Porque en el fondo, lo que abren estas experiencias es la posibilidad de construir una empresa social”. En función de ello, el representante de La Dignidad Rural, amplía: “Depende mucho de quienes conforman ese grupo inicial. Por ejemplo, en Córdoba hay un trabajo fuerte con el tema de árboles frutales porque había compañeros que ya venían con esa trayectoria. Ahora nosotros vamos a aprender de eso y la próxima experiencia de Foresta va a ser frutales”. Es así como, del intercambio de saberes y el aprendizaje constante, se generan nuevas oportunidades para seguir desarrollando este proyecto popular, autogestivo y agroecológico.
Parque Agrario Agroecológico, un proyecto vecino
Este espacio inaugurado en 2021, se ubica en el corazón de la localidad morenense de Cuartel V y es gestionado por la Cooperativa Mariano Moreno. Sin embargo, es algo más que un sitio laboral. “Para mí, en lo personal, lo importante es la unión que hay acá entre las compañeras. No somos un grupo de trabajo solamente, ya somos familia”, expresa Victoria Palomino, presidenta de la cooperativa. Este sentimiento, asimismo, es compartido por el resto de las mujeres que sacan adelante la producción en casi 4 hectáreas.
A través del diálogo con las trabajadoras, se vislumbran los desafíos y dificultades que implica la agricultura. En este sentido, Palomino cuenta que “la experiencia de trabajar con la tierra es única, pero te tiene que gustar, porque no es fácil. El trabajo pesado es la azada, hacer los lomos, el plantar no es fácil tampoco porque te puedo asegurar que te vas con la cintura agarrándote o no te podés parar a veces del dolor”. Sin embargo, esta situación es compensada por el compañerismo entre ellas sumado a la satisfacción de saber que están produciendo alimentos saludables y en armonía con el ambiente.
Actualmente, la cooperativa produce aproximadamente 1.500 kilos de verdura por semana. Sus canales de comercialización son múltiples: desde la presencia en almacenes orgánicos de la Capital Federal, Zona Norte y Zona Sur, hasta la venta en la Plaza San Martín (Moreno Norte) y el armado de bolsones a disposición de los vecinos de la zona. “Hay verdura que va, pura y exclusivamente, a un comedor del Hospital Posadas para niños oncológicos. Vos imaginate lo que es para nosotras sembrar, plantar y llevar alimentos sanos para mejorar la salud de esos chicos”, menciona Palomino.
A raíz de ello, Ornela Salguero explica que incluso ellas mismas aprendieron a comer de manera sana, incorporando verduras agroecológicas para alimentar a sus familias. Otra compañera, por su parte, pone de relieve un tema que surgió anteriormente y que resulta imprescindible, a saber, la importancia de la socialización de los saberes técnicos en el desarrollo de estas experiencias. De esta manera, Verónica Ramoa comenta: “Día a día todo se aprende. Hay manejos que, por ejemplo, con el capataz nosotros no nos manejamos de la misma forma. Él es de la comunidad boliviana, y como ellos saben otras técnicas que nosotros no sabemos, él las va implementando para aliviar el trabajo”