
El 27 de julio se conmemora, en Argentina el Día del Antropólogo. Esta fecha tiene sus orígenes en 1972, año en que se fundó el Colegio de Graduados en Antropología. Dicha institución se constituyó formalmente durante una Asamblea, marcando un hito significativo para la profesión. Desde ese entonces es considerada un triunfo ante diversos gobiernos de facto que intentaron frenar el desarrollo de la carrera, especialmente la última dictadura cívico-militar, durante la cual muchos profesionales se vieron obligados a exiliarse.
Desde su conformación, el Colegio de Graduados en Antropología ha desempeñado un papel primordial en la defensa y promoción de la disciplina. Ha promovido la valorización de la actividad de los antropólogos y los trabajos de investigación. Además ha velado por la defensa de los derechos profesionales y ha fomentado la adhesión a las normas de ética.
Aurelio Arnoux, antropólogo y docente de la UNM, afirma que la disciplina “tiene como objetivo estudiar al ser humano en cuanto a especie, tanto en el presente como en el pasado y como sujeto en sociedad”. Y agrega que “el objeto de estudio se comparte con otras profesiones, por eso resulta difícil delimitar y diferenciar la actividad del antropólogo de la de otros”.
“Si tengo que establecer una diferencia entre la antropología y la sociología es la cuestión metodológica. La primera prioriza una metodología de análisis cualitativa, es decir que lo que busca es comprender al sujeto desde lo que el sujeto piensa, tener una mirada empática. Tratamos de entender el fenómeno desde lo que el sujeto comprende y no desde lo que el investigador cree”, profundiza Arnoux y señala: “El antropólogo se caracteriza por tener un ojo agudo, una mirada orientada al detalle”.
Lena Dávila, doctora en Antropología y también docente de la UNM, precisa el surgimiento y los límites de ambas disciplinas: “Si bien ambas surgieron con objetivos y campos específicos, el tiempo las fue acercando. La antropología surgió en el siglo XIX con la finalidad de estudiar a ese “otro cultural” con una mirada imperialista, colonialista, de conocer y reconocer a esos pueblos que se esperaba explotar. En cambio, la sociología tiene más que ver con el estudio de las sociedades en sí, pero esos límites se fueron corriendo”.
“Creo que una de las características claves de los antropólogues es el trabajo de campo, esto de ir y estar en el espacio que estudiamos, participar de las actividades, pasar tiempo con esos grupos que queremos estudiar. Une intenta no observar desde afuera, sino participar de esas prácticas, romper la asimetría y verlo desde el mismo ojo que el grupo.” concluye Dávila respecto a las diferencias actuales entre ambas disciplinas.
Tanto Dávila como Arnoux concuerdan en que, en la actualidad, llevar a cabo investigaciones únicamente desde una perspectiva es dificultoso. Los grupos de trabajo que obtienen mejores resultados están compuestos por diversos profesionales, por lo que, sociólogos y antropólogos suelen trabajar en conjunto formando grupos interdisciplinarios. Sin embargo, remarcan la idea de que los sociólogos suelen basarse en métodos cuantitativos, mientras que los antropólogos se centran en el análisis cualitativo.
Cabe destacar que, dentro de la antropología, existen diferentes especialidades. Entre ellas la biológica, la lingüística, la sociocultural y la arqueología. Si bien los temas de investigación y los tópicos priorizados pueden variar dentro de cada rama, “actualmente hay algunos que sobresalen como pueden ser la migración, la cuestión de las relaciones étnicas en las cuales se incluye a los indígenas, la relación del Estado con dichas poblaciones y la interculturalidad”, explica Sergio Litrenta, docente en escuelas secundarias y antropólogo.
“Los temas que tienden a tomar relevancia en la actualidad tienen un lazo con una interrogación respecto al advenimiento del neoliberalismo que puso sobre la superficie una manera de aceptar a ese otro que nosotros llamamos ‘multiculturalidad’. Esto ha sido rechazado por muchos pueblos porque implica una asimilación pasiva de ese otro. También fue rechazada por algunos especialistas que veían en eso una especie de tolerancia, pero no de integración”, agrega Litrenta.
Por último, Agustina Altman, antropóloga, docente e investigadora, refiere al estado actual de la disciplina: “Hoy en día, tanto la Antropología como el conjunto del sistema científico argentino está sufriendo un proceso de desfinanciamiento. Hay un clima de época a nivel nacional pero también global, fomentado por los centros de poder, de desconfianza selectiva en el sistema científico, buscando una ciencia que sólo proporcione insumos para el poder pero que no sea crítica.”
“Se fomenta la idea de que todo es opinión y que cualquier idea es equivalente a cualquier otra sin importar cómo se fundamente. Esto representa un gran desafío para la ciencia, en especial para las ciencias sociales. Si bien se trata de un panorama difícil es también una situación que invita a asumir una tarea indispensable para que el conjunto de la sociedad pueda tener un futuro viable”, concluye Altman.
A esta perspectiva adhiere Litrenta y comenta: “El futuro está en que se pueda ampliar los límites del trabajo del antropólogo y de considerar lo necesaria que es su opinión para profundizar en temas que son muy candentes o problemáticas urgentes de la sociedad.
Cuando se pueda entender que la Antropología puede aportar mayor conocimiento, mayor profundidad y caminos de solución, va a tener relevancia. Mientras eso no suceda vamos a permanecer como un sector marginal que está acotado a la investigación o a la educación.”