
Hace años tenemos conocimiento de que la economía en Argentina no es de las más estables y últimamente se hace cada vez más notorio cómo esto afecta el bolsillo de los habitantes y perjudica también su calidad de vida. La última devaluación del peso aceleró la inflación, que ya venía aumentando sin pausa. De por sí, muchos productos que se fabrican en el país necesitan insumos importados y otros bienes directamente se traen desde el exterior. En ambos casos, la deprecación de la moneda provoca aumentos de precios en forma automática y perjudica, especialmente, a los sectores más vulnerables.
Alejandro Fiorito, economista y docente de la UNM, se refirió a esta situación: “Los precios subieron de golpe porque devaluaron un 119%, haciendo que el tipo de cambio se vaya al doble. Todos los importadores subieron los precios en la medida en que los insumos también lo hacen. Ellos compran de acá a dos meses, se tienen que cubrir porque en ese entonces el tipo de cambio puede estar más arriba”.
Fiorito completó: “Hay precios que están en todas las cosas: una es el salario, todas las cosas se hacen con trabajadores; la segunda es el tipo de cambio y el tercero es que todas las cosas se hacen con energía, ya sea luz, agua, combustibles.”
Lo que es un problema económico también puede convertirse en un problema social ya que esta volatilidad puede causar -nuevamente- una hiperinflación, es decir, un aumento desmedido de precios, devaluación de la moneda y por ende, una reducción del patrimonio monetario. Este dilema económico más otras políticas contrarias a las que necesita una Nación para funcionar desencadenaría en un claro descontento social, tal cual sucedió durante el gobierno de Fernando De La Rúa en el año 2001.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó que la canasta básica total, que es la que se utiliza para medir la pobreza creció un 13% por encima de la inflación. De acuerdo a esto, Fiorito agregó: “El índice de pobreza puede crecer a causa de que el nivel salarial puede continuar cayendo”.

Comerciantes en alerta
De igual manera en la que crece la inflación también lo hace la incertidumbre de los comerciantes ya que al tener una suba de precios casi diaria o semanal ellos no saben si cambiar los montos, remarcar las ofertas o directamente quitarlas. Uno de los rubros que más se vio afectado es el de los alimentos, más específicamente las casas de comidas que comenzaron como emprendimientos familiares.
Zulma Salva se dedica a vender comida casera por encargo y tiene la suerte de hacerlo desde su casa en Merlo, lo que significa que ahorra en alquiler. Ella contó que durante este último tiempo tuvo que ajustar los montos de una manera significativa porque si no no podía volver a invertir en insumos para llevar adelante su proyecto.
Por otro lado, Mara Neiff, dueña de una hamburguesería también en Merlo, comentó: “La gente no se queja directamente de los precios, pero sí se notó la baja de ventas. No sacamos ningún producto del menú pero sí cambiamos los precios”. Además señaló: “Si los clientes compran comida es algo simple y para compartir”. Salva comentó también que “las ventas bajaron más de un 50% por tanta cantidad de aumentos, la gente no tiene casi dinero y obviamente ya no se dan el lujo de disfrutar de una comida comprada”.
El precio promedio de la carne vacuna en carnicerías y supermercados aumentó alrededor de un 51% en lo que va del mes de diciembre . Este dato lo difundió la Organización No Gubernamental de Derechos de los Usuarios y Consumidores (DEUCO), que tomó como base los valores informados por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA).
Martín Olego, dueño desde hace dos años de una carnicería en Ituzaingó, afirmó: “A la gente no le alcanza, si bien hay un gran caudal de gente que viene a comprar bajó la venta en cuanto a cantidad de kilos que se llevan”. Muchas de las personas que tenían como primera opción un menú con carne vacuna debieron volcarse por otros tipos de carnes más baratas. Olego continuó: “Lo más accesible hoy en día es el pollo, pata y muslo, alitas, milanesas”. En cuanto a las comidas preparadas, Salva ejemplificó: “Las pastas es lo que más o menos la gente alcanza a comprar, lo más barato”.
Muchos de los comerciantes están preocupados, ya que con las nuevas medidas anunciadas, la derogación de la Ley de Alquileres y la quita de subsidios a los servicios de luz, agua y gas, sus economías se resentirán. Es pertinente recordar que la luz comercial cuesta mucho más que la de una casa particular.
Neiff comentó que “como viene la mano creemos que todo va a estar peor”. Siguiendo esta postura, Salva opinó: “Lamentablemente con la etapa en la que está el país creo que los comerciantes no vamos a mejorar nuestra situación. Me parece que con los aumentos que hay diariamente vamos cada vez peor. Si ya nos bajó la venta un 50% calculo que vamos a estar muy mal”.
Preocupación en los consumidores
En relación con el imparable aumento de los precios, muchas personas dejaron de lado ciertos productos y se centraron en comprar cosas de primera necesidad. Gabriela Persson, empleada de un comercio textil en Merlo y encargada de la economía de su casa comentó: “Elijo comprar lo que esté más al alcance de mi bolsillo, muchas veces voy directamente a marcas de segunda o de tercera ya que las primeras marcas aumentaron sus precios más de un 100% en algunos de los productos”.
La situación empuja a que los ciudadanos tengan que replantearse dos o tres veces el comprar algún producto que desea por el simple hecho de darse un gusto, ya sea desde salir a comer, a pasear o incluso adquirir un artículo electrónico. Hoy en día obtener algún producto que salga de la canasta básica puede ser considerado un privilegio.
Sandra Herrera, vecina de Moreno, comentó que tanto ella como su familia tuvieron que “renunciar” a comprar ciertos productos con el fin de abaratar costos. Persson agregó: “Lamentablemente lo que es gasto de servicios hay que pagarlos sí o sí, por eso se busca reducir el gasto en lo que es la mercadería, en la compra de carne o pollo. Uno apunta a comprar cortes de carne más baratos y a intentar disminuir el consumo de otras cosas”.
Tanto Herrera como Persson coinciden en que si bien tienen la suerte de vivir en una casa propia y ahorrarse el dolor de cabeza y de bolsillo que conlleva pagar un alquiler, en algún punto estirar el sueldo se complica. “Siempre hay que estar haciendo malabares para poder llegar y poder comprar, a veces hay que privarse de otras cosas extra porque no se llega con lo que estamos cobrando actualmente”, afirmó Persson.
En las últimas horas, el Ejecutivo derogó una serie de normas, como la Ley de Góndolas, que buscaban mantener algún tipo de protección para consumidores y pequeños productores. Esas medidas y el agravamiento de la inflación preocupan cada vez más a las mayorías.