Entre otras efemérides, este 21 de junio se conmemora el Día Internacional del Sol. Tal ocasión nos invita a reflexionar acerca de su rol fundamental para la vida y revalorizar su gran potencial como una de las principales fuentes de energía renovable. ¿Cuáles son sus ventajas? ¿Hay reglamentación sobre el tema en nuestro país? ¿Qué desafíos quedan por delante? Son solo algunos de los interrogantes que tratarán de responderse a fin de establecer un panorama sobre la generación de energía solar en Argentina.
Lo primero que hay que saber es que la radiación proveniente del sol puede usarse con diferentes fines. En este sentido, podemos diferenciar la energía solar térmica, asociada a equipos como los termotanques solares, de la fotovoltaica (los famosos paneles). Wanda Dalinger, entusiasta difusora de la industria energética y estudiante avanzada de Ingeniería en Energía, explica para qué se utiliza cada una de la siguiente manera: “La energía solar térmica lo que hace es generar calor. Normalmente lo que se hace es conducir el calor que está en el rayo del sol al agua. Es como si dejaras una botella en el sol”.
Por su parte, la energía solar fotovoltaica tiene como objetivo la producción de electricidad. Dalinger, quien estudia en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), comenta que “en los paneles solares se produce una reacción química en la que con el calor se agitan las moléculas que están adentro del silicio y se ubican de determinada manera que empiezan a transportar energía eléctrica”. Con respecto a la instalación de paneles, debemos tener en cuenta que hay dos formas de hacerlo: conectados a la red de distribución (on grid) o por fuera (off grid).
Ventajas y beneficios
Si bien la gran virtud de la energía solar es el hecho de ser no contaminante, hay otros puntos fuertes que pueden motivar su elección. En esta línea, dado que no necesita de tendido eléctrico para funcionar (sistema off grid), es una opción sumamente utilizada en las zonas rurales. A esto podemos sumarle el bajo mantenimiento que requieren los paneles fotovoltaicos, cuya vida útil es de 20-30 años, además de la ventaja de que “no necesitas una gran área ni una gran infraestructura tampoco”, en palabras de Dalinger.
Con respecto a los sistemas on grid, Pedro Giuffrida, Coordinador – Vicedecano de la Carrera de Ingeniería en Electrónica en la Universidad Nacional de Moreno, cuenta que “la ventaja que tienen este tipo de energías alternativas es que vos podés proveer a la red cuando no estás consumiendo. O sea, vos tenes un consumo normal, conectado a la red, y cuando no estás en tu casa el sistema sigue generando y entrega energía a la red”. Para ello, primero se debe solicitar a la empresa proveedora de electricidad un medidor bidireccional, el cual registra la energía generada en los paneles.
Giuffrida, quien es ingeniero en Electrónica, acerca de la utilidad de poseer un sistema fotovoltaico menciona que hay dos beneficios: “Uno es que estás disminuyendo el consumo de combustibles contaminantes, y otro es que te está dando un beneficio económico a vos, porque o bien te lo descuentan en la factura o te pueden llegar hasta a pagar algo”. En relación con los tiempos de recupero de la inversión, ya sea mediante el ahorro por bajar el consumo de electricidad de la red o producto de la venta del excedente, se habla de entre 4 y 6 años, dependiendo la instalación.
Difusión de los paneles fotovoltaicos: una tendencia mundial
De la mano con el desarrollo que ha tenido la energía solar en los últimos años, surge la pregunta sobre el porqué de este boom. Ariel Mesch, fundador de Mesch Energías Renovables y especialista en el tema, explica tal proceso de este modo: “Lo que pasó en el mundo es que la tecnología acompañó y China, particularmente, tomó la potestad mundial en el desarrollo, la ingeniería y la generación de paneles solares, y del año 2007 al 2015 el precio de los paneles se desplomó en un 90%. Esto significa que un panel que antes costaba 10, diez años después costaba 1”.
Mesch continúa: “Eso hizo que los sistemas de paneles solares sean muchísimo más económicos, mucho más sencillos y accesibles. Tal situación permitió que tuviéramos esta revolución en Argentina, a la que llegamos un poquito tarde pero que tuvimos de todas formas, y que estamos teniendo todavía porque esto es incipiente aún”. Cabe aclarar que tal revolución fue posible, por otro lado, gracias a la sanción en nuestro país de la Ley 27.424 – “Régimen de fomento a la generación distribuida de energía renovable”, que establece las condiciones para la producción de energía eléctrica por parte de los ciudadanos.
El rol de la reglamentación
“En el año 2018 en Argentina, y mucho antes en otras partes del mundo, salió una ley que se llama de generación distribuida que vino a promocionar el sistema de energías renovables, ya que permite que un particular, una empresa, una industria o un comercio ponga paneles y pueda autoconsumir la energía de los paneles, o venderle a la distribuidora los excedentes”, menciona Mesch.
La Ley 27.424 fue clave para incentivar la generación distribuida a partir de energía solar fotovoltaica y, en cuanto al establecimiento de esta normativa, el Departamento de Energía Solar de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) tuvo un rol significativo. En particular, el Proyecto Iresud, una iniciativa llevada a cabo entre el 2012 y el 2016 por un consorcio público-privado, integrado por la CNEA y la UNSAM en conjunto con 5 empresas privadas, entre las cuales estaba Edenor, contribuyó a la promoción no solo de la tecnología sino también de un marco normativo para su aplicación.
Julio Durán, director del proyecto e investigador de la CNEA, comenta: “Las instalaciones permitieron difundir la tecnología e interactuar con las distribuidoras provinciales. Incluso colaboramos con el desarrollo de la regulación en algunas provincias”. De esta manera, el investigador asegura que “estas leyes iban a llegar al país de cualquier manera, pero estamos convencidos de que el proyecto contribuyó o quizás en algunas provincias aceleró el desarrollo de reglamentación”. Fruto de esta iniciativa se hicieron alrededor de 55 instalaciones de paneles fotovoltaicos en 16 provincias, más la Ciudad de Buenos Aires.
La experiencia de un usuario
Sergio Díaz, vecino de Merlo, instaló los primeros paneles solares en su casa hace alrededor de 15 años. Al indagar acerca de cómo surgió la idea de colocar sistemas fotovoltaicos, Díaz expresa: “Siempre lo quise hacer y aparte en esa época estaba creciendo mucho la industria y era muy probable que hubieran más cortes de luz”. Y agrega: “De chico vi que los satélites tenían paneles solares y yo pensé ‘cuando sea grande voy a poner paneles solares’. La realidad es esa, que ya lo tenía en mente desde hacía mucho tiempo”.
Actualmente, Díaz cuenta con 5 paneles de 300 watts cada uno, que en su totalidad proveen 1 ½ kW. Además cuenta con otros equipos que aprovechan la radiación solar. “Yo tengo un sistema de paneles solares y un reservorio de agua que tiene miles de litros. Es así: la energía de los paneles solares va al reservorio y eso lo que hace es calentar el agua, dejarla en el reservorio y en invierno cuando se prende la calefacción central por losa radiante, se recircula el agua y calienta toda la casa”, explica el residente merlense. Su experiencia es positiva ya que, según sus dichos, aparte de bajar los costos se produce un impacto menor en el ambiente.
Desafíos por delante
“Para mí, el desafío principal es lograr almacenar la energía renovable”, menciona Wanda Dalinger. En esta dirección apunta un nuevo proyecto emprendido entre UNSAM, UTN-Rosario y la cooperativa eléctrica de Armstrong, con la colaboración de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Durán comenta que “los sistemas de almacenamiento son muy importantes a medida que se vaya avanzando en la generación con renovables por la variabilidad del recurso, (es decir) por su intermitencia”. De esta manera, es el interrogante del almacenamiento el que orienta las investigaciones en este momento.
Asimismo, la disposición final de los paneles solares es otro asunto que debe resolverse de cara al futuro. Al respecto, Giuffrida sostiene que “lo que habría que hacerse no es una disposición final sino un reciclado, ver en qué otro producto se puede transformar o reciclar, pero todo eso tiene que estar planificado antes de empezar a utilizar otra clase de energía, porque sino lo que se está haciendo es transferir el problema a futuro”.