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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Venta de libros: la caída

Golpeada por la recesión, las librerías buscan sobrevivir. Voces desde el oeste y testimonios de primera mano de la Feria del Libro pasada.
“La venta es floja respecto al año pasado, los libros han aumentado muchísimo, y si los ponemos a precio dólar están el doble que en Europa”, dice Paola Argüello, propietaria de la librería Abecedario, de Luján.

La industria librera argentina entra en un momento crítico, mientras que la recesión golpea a todos los demás sectores de la economía. La última edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Buenos Aires, tuvo  un 10% de baja en cantidad de asistentes, y la Cámara Argentina del Libro (CAL) informó de una caída del 40% en las ventas al público y de un 27% de la producción de libros a nivel interanual. ¿Los principales perjudicados? Las pequeñas librerías y editoriales que no pertenecen a las grandes cadenas.

“El libro es consignado y está exento del IVA porque es cultura, si no fuera por eso se terminan las librerías”, sentencia Cristina Mariñelarena, quien hace ya 25 años fundó Hadas Libros, en el centro de Moreno. A sus 71 años, empieza a ceder la administración del comercio a su hija, que suele promocionar y leer fragmentos de los libros en la cuenta de Instagram del negocio. “Las editoriales todos los meses te mandan novedades y vos les pagás lo que vendés, eso es consignar. Ganamos el 30% de esas ventas”, explica Cristina sobre este sistema.

En Argentina existen leyes como la 25.542 de Defensa de la Actividad Librera. Esta ley establece que “los editores, importadores o representantes de libros deben fijar un precio uniforme de venta al público (PVP) o consumidor final de los libros que edite o importe”. De esta forma, la competencia se basa en la atención al público, la recomendación y selección de los libros que realizan los libreros, y no en el descuento que hacen los gigantes editoriales como Penguin Random House y Planeta en base a su poder económico.

“Muchas editoriales se fueron fundiendo y las terminaron comprando otras más poderosas”, se lamenta Cristina. “Ahora no se vende nada en absoluto de política porque estamos todos desengañados. Y nosotros sin darnos cuenta le hicimos la campaña a Milei”, dice señalando un libro como Padre Rico, Padre Pobre, junto a una variedad de títulos de coaching y autoayuda. Recalca que las librerías tienen su clientela y por eso siempre venden, pero ahora menos que antes. También ofrece opciones como el reintegro de Cuenta DNI o Galicia, de gran ayuda para los compradores.

Hadas se especializa en literatura infantojuvenil, al igual que lo hace otra librería ubicada en Luján: Abecedario Literatura. María Paola Argüello, editora de la UBA, fundó esta pequeña empresa hace 13 años, durante el “boom de la literatura infantil”. En 2017 arrancaron con dos sellos editoriales: Abecedario Editor, de narrativa infantil y juvenil, y Amalgama, destinado a la publicación de poesía. “Nos pareció importante desarrollar un espacio para escritores locales”, nos comenta Argüello, que también es escritora de la serie de libros infantiles Bruna.

“La venta es floja respecto al año pasado, los libros han aumentado muchísimo, y si los ponemos a precio dólar están el doble que en Europa”, opina alarmada. Si bien, al igual que todos los trabajadores del sector, se mantiene optimista, es consciente de que a algunos la situación los está perjudicando más gravemente que a otros: “Lo duro y triste es ver todo lo que va quedando en el tendal. Pareciera una prueba de resistencia de quién aguanta más”.

“Hoy entre regalar una remera y regalar un libro, la gente elige la ropa u otra cosa”, dice Javier Martínez, dueño de la librería El Rincón, de Moreno.

El saldo editorial

Javier Martínez es un comerciante de Moreno que, junto a su esposa Sandra Esquivel, lleva 20 años atendiendo la librería de saldos El Rincón, en aquella localidad. “Mi viejo fue de los primeros salderos del país. Tuvo varias librerías por Avenida Corrientes y Avenida de Mayo”. Martínez explica cómo funciona este mecanismo: “Cuando pasa un tiempo y no se venden, los libros que están en vidriera se saldan y van a un reciclaje. Las mismas editoriales lo hacen, y luego estos libros se venden por debajo del precio de lista”.

El artículo Nº 7 de la ley 25.542 reza: “Para saldar un título el editor, importador o representante deberá retirarlo de su catálogo y rescatar los ejemplares en existencia en sus clientes o en su defecto esperar ciento ochenta (180) días a partir del retiro de su catálogo para saldarlos. En el momento de descatalogar cada editor deberá comunicarlo a sus clientes.”

“Yo siempre sobreviví por los regalos. El tema es que hoy entre regalar una remera y regalar un libro, la gente elige la ropa u otra cosa”, comenta Martínez, que aprovechó el 50% de descuento que ofrece la Feria del Libro a comerciantes del rubro: “Acá vendo esos libros a un 35% menos. La gente solo compra lo que está muy, muy barato”. También colocó libros que tenía en su casa a la venta por 1.000 pesos con los que va haciendo la caja diaria.

Menos visitantes y menos ventas. Saldo comercial negativo para la Feria del Libro 2024, de Buenos Aires. Foto: Pamela Pezo Malpica, de Anccom.

Testimonios en la Feria

En esta última edición de la FIL más de un millón de personas pasaron por La Rural, en parte gracias a las entradas gratuitas. Pero los precios intimidaron a los lectores y en muchas ocasiones terminaron por hacerlos retroceder en su impulso de llevarse un título que les haya llamado la atención. Los principales beneficiarios fueron las librerías, que aprovecharon el Programa Librería Amiga, que otorga descuentos del 50% y envíos gratis de hasta 200 kilos.

”Estamos entre un 30 y 40% abajo en ventas en relación al año pasado, y en otros stands lo mismo, salvo en lugares como Planeta o Penguin”, comentaba Julieta Henrique, de Godot Ediciones, un sello dedicado a la publicación de ensayos. Henrique se encontraba atendiendo el stand de la distribuidora Carbono, en la que se agrupan varias editoriales pequeñas como El gato y la caja, Gourmet Musical o Sigilo. “Cada editorial tiene su público puntual y eso es lo que nos mantiene. Los precios varían entre 15.000 y 25.000 pesos, y ediciones con mucho más diseño se van hasta 40.000”, explicaba.

“Este año estoy medio corto de ingresos. Aun así, compro, no quiero que Milei me haga perder la costumbre”, aseveraba en la Feria Osvaldo Sancio, quien ya había llevado una biografía de Ástor Piazzolla y se encontraba tanteando libros para comprarle a cada uno de sus tres hijos. “Veinte mil pesos parece un montón de plata, pero en realidad no lo es”, expresaba, con algo de preocupación. Por otra parte, los más jóvenes solían meditar más sus compras. Araceli Segovia, estudiante de Relaciones Internacionales en la UNSAM, decía: “Vi un par pero estaban caros, un libro de poesía china por 29.000 pesos, y otro de Mary Shelley por 24.000 y pensé: ‘No, no llego’”.

“La venta es buena pero este año tenemos menos libros, están más caros, principalmente por los insumos que usamos”, revelaba Guillermo Lauriente, editor en Hotel de las ideas, sello que publica novelas gráficas de autores locales. El precio y la escasez del papel de calidad ha llevado a que tengan que bajar la calidad de las ediciones. “La gente que viene ya nos conoce, suelen llevarse novedades. Pero si antes un libro estaba 5, hoy está 20”, concluía. La narrativa gráfica tuvo este año un particular éxito, aunque no en este tipo de editoriales, sino gracias a los cómics y mangas, cuyos stands se encontraron abarrotados de jóvenes

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