Recientemente el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publicó el Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente al mes de febrero, que fue del 13,2%. Pese a que este número marca una desaceleración de precios en comparación al pico de 25,5% registrado en diciembre de 2023, se trata del porcentaje más alto de los últimos doce meses. A su vez, el organismo dio a conocer que durante el mes de enero hubo una caída abrupta de las ventas de los supermercados del 13,8% interanual.
En la misma línea, de acuerdo a la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) se registró una baja del consumo minorista del 28,5% interanual en el mes de enero, donde las caídas se vieron reflejadas principalmente en el área de los medicamentos, alimentos y bebidas. Estos indicadores repercuten de forma negativa en la industria nacional y se ven reflejados en el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI), el cual evalúa la evolución mensual del sector a través de variables como la producción, ventas, utilización de insumos, consumo, entre otras. De acuerdo al INDEC, el IPI en enero de 2024 experimentó una disminución del 12,4% en comparación con el mismo mes del 2023.
De acuerdo a Fernando Córdoba, docente y economista de la UNM, la caída experimentada por la industria nacional puede atribuirse principalmente a dos factores clave: la disminución del gasto público y la reducción de los salarios. “El gasto público real es un componente fundamental de la demanda de la economía y ha experimentado una notable disminución del 25,59% para enero de 2024. Por el lado del consumo asalariado, la última devaluación redujo el poder adquisitivo del mismo en un 20 % sin ninguna posibilidad de recuperar lo perdido”, explica. En ese sentido, se refiere a que cuando el ingreso de los trabajadores disminuye, su capacidad para consumir bienes y servicios también se ve afectada, por lo tanto esto repercute directamente en la demanda de productos industriales.
En la misma línea, el último Análisis de Coyuntura Económica Nacional e Internacional realizado por el Centro de Estudios de Economía Política y Desarrollo (CEEPYD) de la UNM menciona que la utilización de la capacidad instalada industrial evidencia una pérdida de 11,6%. Cabe destacar que los niveles de utilización de la capacidad instalada refieren a la cantidad de máquinas que hay disponibles para producir. En relación a esto, Córdoba afirma: “Lo que muestra el último dato difundido por el INDEC es que si hoy una empresa tiene 10 máquinas para producir solamente está utilizando 5. Uno tiene que remitirse a la crisis del 2001 para encontrar números parecidos”.
Además, el hecho de necesitar producir menos cantidad de bienes y servicios debido al bajo consumo no solamente repercute en la cantidad de máquinas que se usan, sino también en el número de trabajadores de una empresa o fábrica. “Esta nueva gestión económica no tiene a la industria nacional como un sector estratégico sobre el cual apalancarse para iniciar un proceso de crecimiento. Más bien es a la inversa, la industria nacional molesta. Hay una concepción, a nuestro juicio, errada porque el sector industrial es el que más puestos de trabajo requiere y emplea”, comenta Lucas Benítez, docente y economista de la UNM.
¿Superávit fiscal a qué costo?
De acuerdo al informe elaborado por economistas de la UNM las decisiones políticas tomadas, como reducir el gasto y la inversión pública, son las que afectan de forma directa al sector industrial. El superávit fiscal alcanzado en los meses de enero y febrero, donde se ha logrado que la administración tenga ingresos superiores a los gastos, repercute de forma negativa en las distintas esferas sociales a través de un fuerte ajuste.
“En aras de que no se puede gastar más de lo que ingresa se lleva a cabo una reducción importante del gasto público. Achicar el gasto público significa gente desempleada, que no le alcanza el dinero para desarrollar un nivel de vida digno, no hablamos de ningún lujo”, expresa Benítez. En cuanto a los próximos meses, el economista no percibe la posibilidad de que esto cambie, por lo tanto el panorama es “oscuro” donde el esquema es muy parecido a lo sucedido en los `90.
“Tenemos un Banco Central con un balance cada vez más sano, pero al mismo tiempo vemos una realidad de los argentinos que es cada vez peor. Y no debe ser así, porque si el Banco Central acumula reservas lo debe hacer a costa de que su población viva de una manera digna”, sostiene Benítez. Por su parte, Córdoba menciona que para revertir esta realidad como primeras medidas se deberían recomponer los ingresos de los sectores asalariados, invertir en infraestructura y mejorar los ingresos de los sectores más vulnerables.
Estos primeros 100 días de gobierno, en líneas generales, se ven caracterizados por altos niveles de inflación acumulada, donde hay una caída abrupta del poder adquisitivo y del consumo, sumada a una disminución de la producción industrial y la desinversión de la obra pública. “Lo que se puede observar es que esto tendrá en el mediano y largo plazo consecuencias sobre los puestos de trabajo. Si no se cambia el rumbo de la política económica queda claro que los perdedores del modelo serán los trabajadores, el sector industrial y los sectores medios”, concluye Córdoba.