Las sociedades de socorro mutuo tuvieron un rol fundamental en la inmigración europea hacia nuestro país. Las grandes oleadas que llegaron a partir del siglo XIX acarreaban historias muy sensibles sobre sus pueblos. La necesidad de adaptarse, de juntarse con sus pares y afianzar la pertenencia derivaron en estas asociaciones. Italianos, españoles y franceses fundaron espacios para reunirse y compartir actividades y difundir al resto sus tradiciones.
La Sociedad Francesa de Moreno se fundó el 5 de agosto del año 1888. Hoy encuentra su ubicación en la calle Merlo 2522, pero fue cambiando de locación. Así lo cuenta Mónica Saint Pierre, su vicepresidenta: “Esta es nuestra última sede, desde 2018. La anterior es donde hoy está ANSES, en la calle Alcorta. Se alquiló para tener un ingreso mayor”. Y añade: “Nos financiamos con ese alquiler, un mínimo de las cuotas sociales y tenemos actividades aranceladas”.
Como espacio cultural, no deja de ser ese ambiente reconfortante que acompaña a sus miembros: “La Sociedad presta servicio de panteón, subsidios por nacimiento, casamiento y kit escolar o navideño. Nos proponemos estar cerca del socio”, aclara la dirigente. En su funcionamiento, la misma tiene comisión directiva con autoridades, tesorería y vocales, titulares y suplentes que trabajan de manera activa.
En relación con los valores tradicionales de Francia, la costumbres históricas no se mantienen tan rigurosas: “Toda mi familia estaba metida acá, mi abuelo y mi tío fueron presidentes. Todo de manera gratuita. Antes festejábamos el 14 de julio, fecha patria francesa. Ahora, hacemos la fiesta anual, como la que hicimos el 2 de diciembre pasado”.
Sobre los requisitos para sumarse, informa:”Antes se pedía ser francés o descendiente. En Moreno había una buena comunidad, sobre todo vascos. Pero el francés por tradición es más cerrado, metido para adentro, silencioso. Tal vez, el italiano o español compartan más en el exterior”.
Existen múltiples sociedades francesas en el país, pero su integración no es efectiva. Mónica enumera que “hubo varios intentos de hacer algo más general, pero no sé logró” y agrega que la embajada de Francia “no se preocupa mucho, y solo nos ha dado alguna vez un subsidio”.
La comunidad francesa tuvo y tiene que convivir con prejuicios asociados a su historia, ya que según la vicepresidenta: “Nos tratan de elitistas y conservadores como de una clase superior. Hasta que nos conocen y ven que somos como todos”.
Curiosamente, ninguno de los presentes habla el idioma galo, aunque hay algunas personas con pasado en Francia. La entrevistada dice: “Sería importante que volvamos a enseñar francés. Estoy aprendiendo y que el lugar lo brinde podría ser un avance enorme”.
Este espacio cuenta con aproximadamente cuatrocientos socios, con un taller de teatro que se dicta los días jueves y sábados. Además, tiene psicóloga propia y clases de inglés. Son espacios que sirven para el encuentro, compartir una comida o charlas mezcladas entre risas. Su actividad más destacada es la conformación de un coro, que se dicta los sábados por la mañana y se compone de alrededor de 20 personas. Volvió a funcionar hace unos meses, ya que había sido cerrado en 2010.
Las complejidades económicas no exceden al funcionamiento del mismo: “Hacemos una feria americana de ropa donada, limpia, para el coro. Hemos viajado así a un encuentro coral en Las Flores, Buenos Aires”, dice Mónica. Además, cuenta con orgullo: “Este año hicimos una obra teatral y una muestra coral juntas. Nos prestaron el Teatro Marechal y fue bonito. Quisimos hacer algo distinto en el marco de los 135 años de la fundación”.
Lisandro Pocovi es quien dirige el coro, y expresa con agrado: “Mi especialidad es el coro, la música, para difundir obras francesas y argentinas. Valoro mucho estas asociaciones”. En cuanto a quienes asisten, los ve “entusiasmados porque hacemos todo tipo de música” y suma: “Si bien son en su mayoría gente adulta, disfrutan, pero tienen ganas de hacer las cosas bien, de sonar lindo”.
El tiempo pasa y las generaciones van transformándose como explica Lisandro:”Falta un poco de gente joven. Cuesta que se enganchen. Hay arreglos corales de música de las décadas del 80’ o 90’, pero no de ahora. Eso influye”.
Este curso musical es abierto a los socios, que pagan solamente doscientos pesos mensuales, y el costo del mismo. Claudia Chabrolin es descendiente francesa, y participa de las actividades del lugar:”Para mí es especial, mi abuelo era francés y vino después de la guerra. Acá se da mucha contención, sobre todo a la gente grande, se fomenta el encuentro, lo recreativo. Se sostiene de manera comunitaria-“
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En cuanto a las actividades del sitio, se explaya:”Se van generando cosas. Vamos a un sitio, a otro. Genera cosas a nivel cognitivo con la música y la melodía, yo soy psicopedagoga y lo veo. La gente que viene tiene una meta, un quehacer y eso los mantiene activos”.
Pero la Sociedad no funciona sólo dentro de ese espacio físico. Se expande por fuera, y así lo cuenta con alegría Claudia:”Se generan actividades por fuera y eso está bueno. Hay gente sola, y la pasa bien acá. Somos como familia, y también nos ayudamos. Si alguien necesita ir al médico, otro lo acompaña”.
La Sociedad Francesa de Moreno no pierde la esencia con la que fue creada. “Antes se fundaban con el lema de Socorro Mutuo, para que no se sintieran solos quienes venían de Europa”, expresa Mónica. Este espacio intenta articular de manera cercana esta idea primaria que se describe en la frase. Acompañar a las personas, ayudarlas y brindarles cariño y trabajo. Francia hoy es solo una excusa o un fundamento para el funcionamiento normal del establecimiento. Esta gran casa acoge a todo el que quiera pasar un buen rato.
