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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Sequía: llegaron las lluvias, pero la economía quedó agotada

Más inflación y menos rentabilidad para productores agrícola-ganaderos y transportistas, los principales efectos de la escasez de precipitaciones. Hablan economista y productores
“Los productores queremos dar vuelta la página. Este ha sido acá, que yo tenga conocimiento, capaz que el peor año agronómico”, dice Gonzalo Blasco, productor tucumano.

Si bien los datos se renuevan cada semana, actualizando las estimaciones acerca de los rindes de las cosechas y su distancia respecto de las proyecciones iniciales, se puede decir que, hasta el momento, las pérdidas por la sequía rondan los 20.000 millones de dólares. Esta cifra contemplaría el impacto sobre el agro, sumados los efectos negativos que repercutieron en diferentes actividades que integran la cadena productiva, como por ejemplo, en el sector transporte. Por su parte, soja, maíz y trigo son los principales cultivos afectados.

El campo de los economistas

David Miazzo, economista Jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), comenta a ANUNM que la sequía afecta a la economía por dos vías: “La primera, que es la que se siente de manera más inmediata, es en el ingreso de dólares. Siete de cada diez dólares que el país exporta son del agro y, además, el sector genera más del 90% de las divisas netas”. Dado que la actividad agropecuaria tiene un rol muy importante en la generación de divisas, “donde primero se siente es en que van a ingresar menos dólares por exportación”, comenta Miazzo.

Por otro lado, se puede hablar de un segundo impacto que afecta la actividad económica. Miazzo afirma que “la sequía le va a terminar sacando cerca de 3 puntos de manera directa al PBI, más los impactos indirectos sobre la industria de fertilizantes, el transporte y la logística podríamos estar hablando de cerca de 6 puntos”. Si bien en el promedio nacional esta situación es preocupante, las economías de las provincias productoras como Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos están sufriendo un golpe aún mayor con la caída de la producción.

Acerca del impacto sobre otros sectores, Adrián Gutiérrez Cabello, economista y coordinador del Centro de Economía Regional de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), expresa: “En el caso de fletes, por cada millón de toneladas que se pierde son alrededor de 33.000 viajes menos que se hacen”. Según un informe de su autoría, la producción de trigo cayó un 45%, la soja  un 40%, el maíz entre un 27 y un 30%, y la cebada  un 20%,  por lo que el economista calcula  “alrededor de 45 millones de toneladas perdidas. Aproximadamente 1.500.000 menos viajes”.

Con respecto a la repercusión de la sequía en la recaudación del Estado, Gutiérrez Cabello, quien también es investigador y docente, explica que “si al 1,9% de déficit fiscal (proyectado en el Presupuesto 2023) se le suma la caída de la recaudación, equivalente por lo menos al 1%, vamos a tener casi 3% de déficit. Ya tenías lo esperado y ahora se suma el 1,1%, o sea, 5450 millones de dólares menos”. Y agrega: “Esto sería el efecto casi directo, también puede haber una pérdida de cuestiones indirectas, falta contemplar en ese 1.500.000 de viajes todo lo que sería el consumo de los transportistas”.

Lucas Benítez, economista y docente de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), por su parte, ayuda a comprender de qué manera se traduce la problemática de la sequía para el resto de los ciudadanos. “Las implicancias de la situación del agro en la economía de los y las ciudadanas tienen un correlato directo en la situación de la inflación en la Argentina. La escasez de dólares presente por el ingreso de divisas que causó la sequía, genera que las devaluaciones diarias del tipo de cambio oficial se trasladen al incremento de los costos de los insumos productivos”, menciona Benítez.

Y continúa: “Sumado el incremento de la brecha cambiaria, que refleja la puja existente por las presiones devaluatorias, desde algunos de los sectores exportadores, como consecuencia los niveles de inflación han aumentado y el precio de los alimentos, subió por encima del nivel general”. El docente de la UNM concluye que “una tasa de inflación mensual récord (hay que remontarse al primer semestre del 2002 para encontrar niveles similares), junto al escaso nivel de reservas internacionales líquidas y la falta de US$ 20.000 millones por exportaciones agrícolas, hacen la tormenta perfecta”.

Hubo productores que tuvieron que vender ganado para poder comprar el alimento balanceado que necesitaban sus animales, al tener menos pasturas por la sequía. Foto: gentileza Érika Solís

El testimonio de los productores

“El tema de la sequía este año se notó más fuerte, pero en realidad nosotros hace tres años la venimos viviendo, y esta situación impacta en la parte económica porque la mayoría de los productores que tenemos animales somos arrendatarios. Entonces tenemos que contar con el precio del alquiler más el precio del alimento, además comprando rollos de pasto para que la vaca coma porque en el campo no había nada”, cuenta Erika Solís, tambera de la localidad bonaerense de San Vicente,  que se dedica a preparar la masa previa para la muzzarella, junto con otras 50 familias de la zona.

A raíz de la falta de pastura, los gastos extras como alimento balanceado y rollos de pasto  para mantener al ganado se obtienen de la venta de vacas o terneros. “Nosotros vendemos para darle de comer a las vacas que están en el tambo, no es que tenemos la opción de guardar la plata y decir que cuando se acomode esto volvemos a comprar aunque sea la mitad, no, al contrario. Esos animales que tuvimos que vender, no los vamos a poder comprar nunca más”, comenta Solís, que además es la delegada tambera de su localidad en la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).

En cuanto a las expectativas para lo que queda del año, Gonzalo Blasco, presidente de la Asociación de Productores Agrícolas y Ganaderos del Norte (APRONOR), explica: “Ahora ya se está empezando a sembrar trigo, garbanzo, avena, cebada, los cultivos que se hacen en invierno acá en el norte, y siempre se renueva la esperanza cada vez que uno planta un cultivo nuevo”. Con respecto al impacto de la sequía, Blasco indica que si bien las cifras en pesos aún no se confeccionaron, se estima que sean pérdidas de aproximadamente el 70% en todos los casos.

“En líneas generales, los productores queremos dar vuelta la página. Este ha sido acá, que yo tenga conocimiento, capaz que el peor año agronómico, y ya tengo varios años produciendo granos. Entonces queremos pasar rápido esta página y ver si los cultivos de invierno nos permiten cosechar en noviembre algo que nos deje la rentabilidad para poder comprar los insumos, los fertilizantes y volver a sembrar los cultivos de verano, la campaña de grano grueso”, menciona el presidente de APRONOR, quien también es productor de maíz, trigo y soja en Tucumán.

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