El proyecto para reducir la jornada laboral de 48 a 36 o a 40 horas semanales ha sido un tema central tratado y discutido en los últimos días en Argentina. Si bien cada vez son más los países en el mundo que ponen en discusión e implementan esta innovación, el nuestro sigue siendo uno de los que tiene mayor carga horaria de América Latina: ya van 94 años de una jornada de trabajo semanal de 48 horas, establecida en la Ley 11.544, de 1929. Hasta el momento, existen distintos proyectos que fueron presentados ante el Congreso, con el objetivo de plantear mayores o menores reducciones horarias, y aumentar el descanso.
“Varios países están experimentando la reducción de su jornada laboral, en Brasil también se va a experimentar un modelo de trabajo de cuatro días a la semana en lugar de cinco, mientras que en México se está explorando la posibilidad de recortar la jornada de 48 a 40 horas semanales”, expresó Alberto Van Autenboer, abogado y profesor de Derecho Laboral de la Universidad Nacional de Moreno. Además mencionó a Chile como otro país que dio un “paso adelante” con respecto a la iniciativa.
Claudio Lozano, economista y político argentino, se refirió al proyecto como un mecanismo que permite repartir equitativamente los resultados que genera la tecnología al incorporarse en el proceso productivo. Aseguró que “la tecnología produce un aumento en la capacidad de producción por hombre ocupado”. Es decir, cada hombre o mujer puede obtener una mayor producción en aquella actividad que incorpore el cambio tecnológico.
Lo que se propone es que esa mayor capacidad productiva por hombre ocupado, no se traduzca en expulsión de obreros y aumento de las rentabilidades, sino que se distribuya en partes equitativas entre mayor rentabilidad para la empresa, mantenimiento del empleo y de los ingresos de los trabajadores. Es así como esta propuesta permitiría que la mayor productividad generada por la tecnología no sea apropiada exclusivamente por el sector empresarial, sino que pueda distribuirse equitativamente con los empleados.
En este sentido, Lozano, director el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPP), manifestó que el mercado laboral argentino “padece desocupación, subocupación y sobreempleo”. Además consideró: “Nosotros tenemos un cálculo efectuado en donde, si en los sectores de empleo formal, donde se practican jornadas laborales extendidas, se cumpliera con las ocho horas, podríamos reducir en un 70% el nivel de desempleo hoy”.
Si bien se realizaron distintos proyectos piloto en el mundo, en Argentina todavía se discute la viabilidad de poder implementar una reducción en la jornada laboral. Van Autenboer hizo referencia a la situación de nuestro país afirmando que “ha quedado inmutable en el tiempo a pesar de los cambios que operan en el mundo”. Entiende es necesario que esta modificación se realice en forma progresiva y que logrará que “aumente la productividad y disminuyan los accidentes de trabajo”.
A su vez, el docente de la carrera de Relaciones del Trabajo de la UNM hizo mención a los sectores más vulnerables, destacando cómo esta propuesta los beneficiaría. Van Autenboer dijo que “en general viven a gran distancia de su lugar de trabajo, pasan largas horas en transporte público, y ello implica largas horas para ir a sus labores y regresar a su domicilio. La reducción de la jornada permitiría una mejor calidad de vida familiar o personal, ya que los bajos salarios, la inflación y la crisis económica generalizada hacen que muchos deban compatibilizar dos ocupaciones.”
Por otro lado, Juan Montes Cató, magister en Ciencias Sociales del Trabajo, destacó que “abrir la discusión es muy importante, porque supone instalar un debate progresista justamente en un momento en que lo único que se escucha son propuestas de reducción de derechos laborales”. Por eso es importante, por lo menos en términos simbólicos, recuperar una agenda que coloque el bienestar de las trabajadoras y trabajadores en el centro. Desde luego que no es fácil, pero poner en debate mejoras en la condiciones de trabajo es recuperar ese ideario y concepción de las relaciones sociales y el lugar que ocupa el trabajo.
Desde el punto de vista de Mónica Cal, trabajadora social en el hospital público de Marcos Paz, “la idea de tener más tiempo libre para dedicarle a mi vida personal, a la familia y poder descansar, me llama la atención. Aunque no sé bien cómo se implementaría esta reducción, cómo seguirán los salarios y demás”. Dada la situación actual del país, Mónica resaltó la importancia de mantener el nivel de ingresos y manejar un equilibrio entre el trabajo y la vida personal de los trabajadores. “Yo creo que podría contribuir a una mejora, pero hay que regular y asegurar el cumplimiento de manera correcta”, confesó.
“Cuanta mayor participación, comprensión y consustanciación con medidas progresistas hay, más probabilidades que no nos dejemos ilusionar por los falsos profetas que prometen medidas que tarde o temprano nos afectarán negativamente”, exclamó Montes Cató, que también es docente de la UNM. También destacó la importancia de resaltar que las conquistas y mejoras son producto de largas luchas y se debe entender que esta reducción en la jornada laboral “se traduzca finalmente, en una mejor calidad de vida, familiar, social y personal”.
En la actualidad, hay cambios tecnológicos sumamente significativos que obligan a pensar en una jornada laboral más reducida, ya que la necesidad de fuerza laboral por unidad de producto producido es menor que la que se necesitaba antes. Donde antes trabajaba una persona 12 horas, hoy se pueden crear dos jornadas laborales de 6 horas y dos puestos de trabajo. Es por ello que es necesario que los avances tecnológicos no sólo sirvan para aumentar la tasa de beneficio de los empresarios, sino que también contribuyan a que las personas trabajadoras vivan mejor.