El río y los vecinos, a al espera de soluciones.
“Esto viene de hace rato…”, “siempre fue así”, “cuando yo era chico ya estaba así” son frases que resuenan en los alrededores de Luján cuando se les consulta a sus habitantes respecto de la contaminación del río: una problemática tan histórica como olvidada. Mejor dicho, es olvidada por aquellos que tienen las facultades de poder hacer algo al respecto. Esa inacción acompañada de pasividad al ver como el problema se agiganta cada vez más y más termina dejando desahuciados a las y los vecinos que observan como las futuras soluciones nunca llegan.
Talleres, lavaderos, industrias: todo termina en el Río Luján
“Hace varios años que venimos monitoreando y estudiando toda la cuenca, o la mayor cantidad de puntos que podemos tomar y abarcar de la misma, y en comparación con los estudios que realizamos hace 20 años atrás, hay un deterioro importante en la calidad del agua del Río Luján”, establece Natalia Ossana, bióloga, docente de la Universidad Nacional de Luján e investigadora del CONICET.
Ossana también menciona que en el 2022 “hubo una gran mortandad de peces” debido a la contaminación que sufre el mencionado río, y fueron los vecinos quienes “alertaron a distintas autoridades como ComiLu que es el Comité de cuenca del Río Luján, quienes vinieron y se acercaron al laboratorio para ver como podíamos abordar este problema, que se podía hacer, como podíamos colaborar; etcétera”.
Javier Moleres, que es miembro de la organización ambientalista S.O.S. Hábitat e integrante del Grupo Social y Deportivo Amigos del Río Luján, manifiesta que las causas o los orígenes de esta problemática tienen su razón de ser en “el escaso o nulo control, sobre los efluentes de talleres, lavaderos, centros de salud, establecimientos industriales y frigoríficos”.
Moleres también afirma que hoy por el río se encuentra repleto y saturado de químicos peligrosos, metales pesados, y al igual que Ossana, sostiene que las aguas “sufren deficiencia de oxígeno”, que es fundamental para el “normal desarrollo de la vida acuática”.
Es importante destacar que durante el período 2019-2022 hubo una considerable sequía no solo a nivel nacional, sino que también afectó a toda la región, lo que dio como resultado que el problema se profundice por un lado, porque su agua depende casi exclusivamente de las precipitaciones; y por otro lado, la falta de estas, sumado a los desechos y efluentes arrojados a la superficie, contribuyeron a que el río esté plenamente seco y que su contaminación se expandiera aún más.
“Si seguimos de esta manera vamos a perder biodiversidad, organismos y parte de la naturaleza y eso también nos afecta como sociedad”, afirma la investigadora del CONICET. En la misma sintonía, la presencia de metales pesados como Cadmio y Arsénico “que siempre aparecen durante todo el año en el sector de la cuenca”, traen consigo inevitablemente “problemas a la salud de las especies biológicas que habitan el río, como así también a los seres humanos”, expresa Ossana.
Ausencia de soluciones
Otro factor considerable es el rol que cumple el Estado ante esta situación, en la que especialistas, organizaciones ambientalistas, y vecinos responden de forma unánime que el mismo debe llevar a cabo tareas; poner en marcha un plan; diseñar estrategias y ejecutar soluciones para contrarrestar los efectos y las consecuencias nocivas anteriormente mencionadas.
Moleres, sentencia que el Estado “por lo general no actúa o no lo hace con la celeridad necesaria, teniendo en cuenta que esta situación afecta la salud de la población y deteriora al ambiente”. Agrega que en reiteradas oportunidades, “los establecimientos industriales amenazan con cerrar o despedir personal, justificándose en que no pueden cumplir con leyes y ordenanzas ambientales, porque “no le cerrarían los costos de producción”.
Es por ello que, ante un rol insuficiente por parte del Estado, durante los últimos años se generaron campañas de concientización ambiental que apelan a la reflexión ciudadana individual y colectiva, no solo del Río Luján y de los ríos en particular, sino de las múltiples problemáticas en torno a las contaminaciones urbanas desarrolladas y producidas por el accionar humano.
Macarena Pocaressi, licenciada en Información Ambiental e integrante de S.O.S Hábitat en Mercedes, considera que “hubo una transformación significativa en el cuidado y en la concientización de los temas ambientales, sobre todo en las generaciones más jóvenes.” Luego continúa diciendo que esto se da gracias a la información que brindan las escuelas, a la labor de docentes comprometidos/as con la causa y a la difusión generada en las redes sociales.
“El grupo que más cuesta es del adulto promedio, y es con ellos también con quienes intentamos a través de nuestras actividades incorporar ese ‘bichito de la conciencia’, que muy a paso de hormiga va queriendo”, agrega Pocaressi.
En esa misma línea, Jesica Gorla, vendedora ambulante de Luján, afirma que en el último mes se produjo una importante tala de árboles, que está estrechamente vinculada con las obras de readecuación del cauce del Río. “Dicen que es parte de la limpieza, pero yo no lo veo bien”, opina Gorla, quien nos cuenta que a raíz de estas obras, el río tiene poca agua porque están cerrando algunos tramos de manera progresiva. “Ojalá se terminen pronto tanto las obras del río como las obras de la zona de la ribera, que es donde vienen los peregrinos”, desea la vendedora, que trabaja en los alrededores de la basílica.
Futuro desalentador
La proyección a futuro de esta problemática es un gran interrogante que necesita de respuestas urgentes para no seguir lamentando tristes e irreversibles consecuencias. “Dentro de una década, o aún antes, los acuíferos y los ríos en general estarán contaminados, lo que obligara a las personas a consumir agua embotellada luego de pasar por caros procesos de filtrado”, asegura Moleres.
La licenciada coincide con su compañero de S.O.S. Hábitat y establece que la contaminación del Río Luján “dentro de cinco, diez años puede agravarse su condición y desarrollar un proceso de degradación severo, como lo que ha ocurrido en las cuencas del Río Matanza-Riachuelo, que es el caso emblema de conflicto socioambiental y político”. Por su lado, Moleres advierte de las posibles consecuencias que tendrían lugar en ese escenario, como por ejemplo, el aire contaminado por los gases arrojados a la atmósfera, alimentos saturados de pesticidas y un” aumento desmedido de microalgas”, que repercutirán en la calidad del agua.
En definitiva, esta es la situación actual en relación a la contaminación del Río Luján, en donde solo quedan recuerdos de lo que alguna vez fue su agua pulcra y cristalina que cautivaba a vecinos y turistas. Eso hoy ya no existe; hay obras a su alrededor con la misión de prevenir inundaciones pero que afectan a la vegetación ribereña del lugar. Lo que se espera lo expresa muy buen Gorla: “Ojalá que las obras finalicen y tengan un fin positivo”.