
Barbie es un fenómeno social que trasciende el lugar de un simple juguete infantil. Desde su origen como una figura pensada para cambiar el paradigma de las mujeres y niñas que eran criadas para ser madres, definidas de tal manera como parte de la sociedad, se instauró como una nueva mirada para construir las feminidades. Sí, en plural, porque hay tantas maneras de ver e interpretar a Barbie como mujeres en el mundo. La película logra capturar esa esencia y dialoga con las diferentes apreciaciones que tuvo y aún tiene. Muy bien. En este sentido, los distintos personajes y situaciones sociales que se presentan dentro del filme como una sátira nos invitan a encontrarnos, sea cual sea nuestro género, profesión, e incluso nuestra opinión acerca de la muñeca, como parte de ese universo creado por Greta Gerwig, su directora. Es una película que convoca por la variedad de personas a las que interpela directamente, con todos los recursos que el cine pone a disposición, incluso rompiendo la cuarta pared. Por este motivo, aun desde la antesala de su estreno, la película ha generado debates y opiniones cruzadas de todo tipo que dan una nueva dimensión al consumo de una comedia.
“El guiño a 2001 Odisea Espacial es el puntapié inicial que sirve para explicar el mundo antes de Barbie: las niñas solo jugaban a ser madres; Barbie (como el monolito trayendo la evolución) viene a cambiar el paradigma para siempre”, analiza el periodista y aficionado al cine, Natanael Molina. No es menor la elección de la directora de presentar a la muñeca de esa manera en la narrativa, ya que se trata de un cambio trascendental en la manera de visualizar el rol femenino, a partir de la década de los 60.
Sin embargo, ninguna transformación social es lineal y homogénea; la “heroína” que llegaba para cambiar de manera radical la autopercepción de niñas y jóvenes no estuvo lejos de conformar disidencias. Acerca de esto, Molina agrega: “Más de 60 años después, Barbie encuentra a Sasha que, como un baldazo de agua fría, le explica que la apariencia de la muñeca atrasa, acompleja y presenta un ideal inalcanzable”. Esta es la manera en la que la película abre lugar a una mirada disidente de su propio papel en la construcción del espacio social para la mujer y los estereotipos que acarreó, atravesados por una mirada sexualizada de la mujer.
En esa línea, y siguiendo el buen ejercicio de la sátira, la película discute y ridiculiza el papel del equipo ejecutivo de la muñeca, a pesar de ser producida por la misma Mattel, empresa creadora y fabricante de la muñeca. Hasta ese punto, Gerwig se anima a llevar el debate: ¿por qué la producción de una muñeca que es un ícono femenino está en manos de un equipo masculino? De hecho, la verdadera inventora parece tener un lugar completamente relegado del control sobre su propia idea y Barbie, acostumbrada al poder femenino en su mundo de ensueño, tendrá dificultades para encontrar una mujer a cargo.
Rosa Barbie, rosa marketing
Si algo identificó este estreno como fenómeno social fue el color característico del logo y los accesorios de la muñeca: el rosa. Pero no cualquier rosa, es esa tonalidad vibrante que coquetea con el llamado fucsia, en definitiva, el “rosa Barbie” que ya es una referencia en sí mismo. Miles de espectadores en todo el mundo se vistieron del color favorito de la muñeca para vivir una experiencia completa.
Esta no es una costumbre nueva ni que se haya estrenado junto con Barbie. Los lanzamientos de las famosas películas de superhéroes llenan las salas de disfraces y atuendos acordes desde hace muchos años. ¿Por qué, entonces, despierta tanta polémica el uso del rosa? Se trata, sin duda, de un color controversial por los prejuicios que encierra su uso, ligados fuertemente a la institución del sexo femenino como “débil”.
Sobre esto, la psicología del color tiene mucho para aportar. El color blanco, asociado históricamente con la pureza y santidad, se combina con la intensidad del rojo, un color que altera el sistema nervioso y se vincula a la pasión y la violencia. Como resultado, el rosa es la pureza que calma la violencia, es tranquilidad, relajación y, por sobre todo, debilidad.
En 1979, el psicólogo investigador Alexander Schaus realizó un estudio con 153 hombres sanos (sin disminuciones de su capacidad muscular o del sentido de la vista) que consistía en mirar láminas de color azul o de color rosa, para luego probar la fuerza muscular. El sorprendente resultado arrojó que el color rosa, en particular el tono asociado a la marca Barbie, reducía su capacidad de agresión en un 30 %.
Frente a una sala llena de espectadores vestidos de rosa, en sintonía con la muñeca, la película invita a cuestionar por qué elegimos ese color. ¿Qué nos lleva a identificarnos con él o, en contraposición, a oponernos completamente a su uso?, como es el caso del personaje de Sasha. Durante décadas, el rosa tuvo una incidencia innegable en la construcción del género femenino.
Pero, ¿cómo dialoga la película con estos estereotipos? Sin ponerse en el sitio de atacarlos o defenderlos, la película anima al espectador a enfrentarlos. Sobre ello, la periodista Marina Mascitti comenta que “Barbie nos invita a enfrentar los diálogos internos y las estructuras sociales que nos son impuestos desde chicos, en particular, a las mujeres”.
En Barbieland todo es rosa y, aún así, las mujeres son fuertes y dominantes, viviendo en armonía entre ellas. En el mundo real, el rosa es sinónimo de debilidad e infantilidad. “Greta Gerwig, con su narrativa, nos invita a enfrentar un debate entre roles y géneros, entre masculinidad y feminidad, entre el mundo de la niñez y de la adultez y entre lo establecido y lo que se puede romper”, continúa Mascitti.
A pesar de que muchas críticas señalan a la película como reproductivista, dentro de la sátira se extiende de manera transversal el cuestionamiento a las limitaciones que los estereotipos generan en el modo en que las mujeres se ven a sí mismas, así como la importancia de derribar o resignificar estándares para construir espacios propios en la dinámica social. Y nos abre un nuevo debate: nos impusieron el rosa, pero, ¿está mal usar rosa?, ¿está mal ser débil?, ¿Qué significa este color para cada mujer?

“¿Alguna vez piensan en la muerte?”
Un punto clave de la sátira es la disonancia cognitiva, un concepto propuesto por el psicólogo social Leon Festinger. Consiste en el conflicto que las personas experimentan cuando sus creencias no van en línea con sus actitudes o acciones, en particular, cuando se debe a estímulos externos. Esta inconsistencia genera malestar, depresión y falta de armonía entre los deseos y las acciones propias de la persona.
En la película, nada más ni nada menos que Barbie será la que enfrentará esta condición psicológica, comenzando por el repentino pensamiento sobre la muerte que se atraviesa en medio de una de sus repetitivas noches de fiesta en Barbieland. La muñeca comienza a sufrir cambios en sus acciones normales que no están alineadas con sus pensamientos habituales y con el mundo que conoce. Barbie se topará de lleno con esta contradicción al llegar al mundo real y descubrir que nada de lo que ella creía sobre sí misma se condice con la realidad de las mujeres, y que el patriarcado es una pared gigante entre lo que ellas desean y lo que pueden hacer.
Esta disonancia, además, se hace presente en el rol de Gloria, encarnada por una actriz latina que nos aporta, no solo la mirada de la mujer que creció jugando con Barbies desde niña, sino también el valor del vínculo madre-hija. “El punto más alto de la crítica está en el monólogo de America Ferrara [Gloria] respecto de las demandas tan contradictorias de la sociedad a la mujer. La crítica social de Barbie es efectiva e inteligente para quien sea afín al feminismo. A pesar de ser vendida como un blockbuster, tiene un mensaje fuerte más allá del entretenimiento”, señala Natanael Molina.
“Periodista, abogada, doctora, las Barbies pueden ser lo que ellas quieran, igual que las mujeres”, prometía la publicidad de la muñeca, sin embargo, en el mundo real, “es literalmente imposible ser mujer”, dice el personaje de Gloria. Esta misma disonancia es la que muchas mujeres -y también hombres- percibieron respecto de la simple acción de ver la película. Los debates e interpretaciones cobraron tal profundidad desde la previa que hasta el acto de asistir a la función hizo eco en la confrontación de valores morales.
En sintonía, la psicóloga clínica especialista en niñez, licenciada Victoria Gómez Bonilla, invita a reflexionar sobre la gran demanda que se instauró alrededor de la película como formadora de opinión y refuerzo de los propios valores. “¿Por qué tenemos que tener una opinión grandilocuente sobre todo?¿Por qué deberíamos plantar posición política frente a cualquier cosa? Yo crecí jugando a las barbies con mi hermana. Teníamos varias y armábamos la casa en el living. Le cambiábamos la ropa, las hacíamos pasear en sus descapotables, inventábamos historias sobre ellas. Estos son recuerdos de los más hermosos que atesoro. Quizás solo quiera ir a conectar con algo de eso”, dice Gómez Bonilla.
La licenciada, además, señala que “nadie es más o menos feminista por ver la película ni por hacer o no un análisis exhaustivo de ella”. Ninguna mujer u hombre debería sentirse incómodo por querer ver y disfrutar (o no) de una película que, además de la crítica social, está pensada para entretener.
En una marea de opiniones, debates y contradicciones, ¿es válido no tener opinión alguna sobre la película? “A veces el silencio sobre un tema es la mejor respuesta, lo que pasa es que no nos bancamos mucho el silencio porque la opinión como descarga es más cómoda”, dice Gómez Bonilla. La lectura de esta película, tanto como de la muñeca y su influencia en la vida de millones de niñas y mujeres alrededor del mundo despierta tantas visiones como feminidades posibles. Al fin y al cabo, de eso se trata, de dar rienda suelta a la manera de expresar nuestro género, sea lo que sea que elijamos ser. Renovar y mantener vivos los debates sobre los géneros y sobre el rol de las mujeres es un valor en sí mismo, y un punto en el que todos podemos estar de acuerdo: Barbie no falló