El Archivo Histórico de Revistas de Argentina (AHIRA) establece una conexión entre la vigente pantalla de nuestros dispositivosdigitales y el analógico formato de papel. Esta organización se encarga de recuperar un recorte de la cultura del país que quedó plasmado en la revista, un medio que se ha visto transformado a causa del escenario virtual.
En las memorias de las avenidas todavía encontramos algunos fantasmas que prevalecen como un fragmento de lo que alguna vez fue una fuente de material cultural para todos los públicos. En el kiosco solían convivir una variedad de tópicos, debates, periodismo, literatura, estéticas y en la actualidad esos espacios se encuentran debilitados, así como lo está la producción de revistas en papel. Sin embargo, hay espacios que buscan recuperar, migrar y transformar este medio y sus relatos. Esta es la propuesta del Archivo Histórico de Revistas de Argentina (AHIRA): el rescate de medios pensados como bienes efímeros para volverlo perdurable en el universo virtual. AHIRA se propuso ser el “kiosko digital” del país.
El Archivo cuenta en la actualidad con 264 colecciones de revistas argentinas desde 1830 a 2021, y encuentra su mayor cantidad de números en las publicaciones del siglo XX, en donde la revista como medio tuvo su pico de popularidad como medio en el país. Soledad Quereilhac, doctora en Letras, investigadora del CONICET y miembro del consejo de dirección del Archivo, explica que “el propósito del proyecto era poner a libre disposición del público, desde investigadores que trabajan en la academia hasta lectores interesados en general, todo un material hemerográfico que estaba destinado a su consumo y luego era abandonado y desechado. Y la verdad es una picardía, porque se encuentra uno con material muy valioso que pudo haberse perdido si no fuera por los directores de revistas, los coleccionistas o las bibliotecas”.
Al adentrarse en el sitio el internauta descubre un despliegue de colecciones que configuran sus propios sistemas y constelaciones de revistas que complejizan y transforman la lectura. Hay una breve introducción de cada revista que se completa con la presentación, la cual a veces funciona casi como un trabajo crítico en sí mismo. Luego, se encuentra el índice con los números publicados en AHIRA. Por último, si las hubiese, se añaden publicaciones académicas acerca de los títulos. “Somos como un kiosko digital, vos entrás y ves las portadas de las revistas en la web como si estuvieran colgadas de un hilo con ganchos. Nuestro objetivo es llegar a ser un gran repositorio y una biblioteca referente en las publicaciones de revistas, además de la digitalización de las mismas”, dice Ana Lía Rey, profesora de Historia de los Medios en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y miembro del consejo de dirección de AHIRA.
El Archivo cuenta con una comunidad de seguidores que es amplia y activa: desde investigadores en búsqueda de material de estudio hasta curiosos insaciables y nostálgicos que rememoran sus antiguas lecturas. “Hace no tanto tiempo nos mandó un mail un señor agradeciéndonos que hubiera podido compartir con su nieto la lectura de Patorozu que está subido a la página. Es valiosísimo para nosotros que nos lleguen estas historias, alguien que pueda rememorar su juventud en el presente”, relata Rey. Y respecto a la comunidad de AHIRA, ella continúa: “Nuestros seguidores son lectores muy atentos. Ellos llegan a corregirte en los comentarios de las publicaciones de Facebook cuando falta una hoja en tal número de tal revista e incluso colaboran en la donación de material para digitalizar que tenían guardados en sus hogares, si hablamos de lectores aficionados”.
Esta comunidad se fue cosechando con el correr de los años desde la publicación del sitio web en 2015. Así relata Rey los inicios de AHIRA: “En 2015 se lanzó el proyecto. Pero surgió un año antes de una forma bastante común para la gente que se dedica a la investigación y la docencia universitaria. Todos trabajamos junto a Sylvia Saítta -quien es directora de AHIRA-, en los proyectos de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires (UBACyT) y nos vinculamos a distintas publicaciones. De estas investigaciones teníamos una cantidad de material de revistas muy grande y nos preguntamos ‘¿qué hacemos con esto ahora?’. Y ahí se empezó a formar AHIRA, entusiasmados porque era posible nuestra hemeroteca virtual”. El “kiosko digital” consiguió en 2014 la financiación de UBACyT, que en un principio se dedicaba exclusivamente a proyectos de investigación científica y desarrollo tecnológico pero se amplió a otro tipo de iniciativas, y en consecuencia pudo nacer AHIRA.
La propuesta del Archivo es variada; si bien en un inicio se concentraba en revistas literarias, que eran el material de estudio de los miembros fundadores del proyecto, Quereilhac reconoce que el equipo está de acuerdo con no establecer cortes particulares. “Detrás del acervo en apariencia variado -desde historietas como Hora Cero, donde se publicó El Eternauta, hasta Panorama, un magazine de actualidad de los ’60 donde podes encontrar crónicas escritas por Rodolfo Walsh- hay un hilo conductor de una pregunta: ¿Qué zonas de la cultura se desarrolló intensamente en esa forma de comunicación y el enunciado que son las revistas? Y en todas ellas hallamos literatura y plasmada la cultura en un sentido amplio”, explica Quereilhac. Cine, ciencia, música, política, literatura, ficción. El Archivo se propone recuperar la cultura que se materializó en las revistas de distintas décadas de la historia argentina a lo largo del país.
Uno de los objetivos que interpelan al proyecto es la federalización de los contenidos que se encuentran en el sitio. Para la corresponsal de AHIRA en Rosario Marina Maggi “pensar en la producción de las provincias es pensar en una imagen que, por un lado, se establece de forma relacional siempre y por el otro, reconstruye el color del paisaje local. Ese paisaje no es estático y permite ver transparentado el contexto donde se inscribe la revista y los vínculos que se establecen entre las mismas. Te cuento el caso de El Lagrimal Trifurca, una colección de literatura de Rosario que se publicó en partes entre 1968 y 1976, que a través de un sistema de canje la revista circula de forma internacional. Impacta en Buenos Aires recién ahí. Y en ese movimiento ya no se piensa lo local como opuesto a la Capital, sino que logra descentrar Buenos Aires y genera su centro en Rosario”.
En la gacetilla que el Archivo comparte por mail buscan “colecciones, en lo posible completas, de revistas publicadas en diferentes locaciones argentinas, fuera de Buenos Aires y Rosario”. Si bien el proyecto inicia en la UBA cuentan con corresponsales en la ciudad de Mar del Plata y Rosario. En esta última, AHIRA realizó un convenio con el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades, que articula investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario y el CONICET. A partir de ese convenio se recogieron revistas como el Boletín de Cultura Intelectual, Grandes Líneas, Paraná, Vasto Mundo, Nun, entre otras tantas obras que circularon en la provincia de Santa Fe. Sobre estas incorporaciones Maggi, doctoranda en Literatura y Estudios Críticos, expresa que logran discutir con la idea de lo porteño como centro de lo nacional en base a estas imágenes que se plasman en las revistas.
“Desde otros puntos del país también nos llegaron números. Una biblioteca de Salta nos hizo llegar hace muy poco la revista Claves , de política salteña. También la gente que hizo Bichobolita en Mendoza nos envió. O la revista La Brasa, que nos llega por investigadores de la misma, una publicación de Santiago del Estero tremendamente interesante. Fue hecha por jóvenes vanguardistas de la provincia en la década del ’20 que de alguna manera dialogaban con la vanguardia porteña que era contemporánea”, comenta Rey acerca de la federalización de los contenidos. A su vez menciona que “para nosotros fue un descubrimiento, cuando uno mira las cosas desde Buenos Aires cree que acá ocurre todo y se da cuenta que ocurre una parte del todo”.
Quereilhac retoma el pensamiento de las revistas como un espacio relacional y explica que en las mismas queda capturado un aquí y ahora que no traspasa de la misma manera al libro que es pensado para una mayor trascendencia. “Hay algo que está pasando en el presente de la publicación, cierta sensibilidad, cierto uso de la lengua, ciertos temas que se instalan, ciertos diálogos, ciertas metáforas que expresan una forma de pensamiento. En este sentido, a través de las revistas nos conectamos con el presente del pasado”, reflexiona Quereilhac. Maggi también resalta que “la posibilidad que abre el Archivo a la lectura digital de revistas enriquece la vida cultural del país. Y todo bien cultural moviliza la vida también”.
Para Maggi la apuesta de AHIRA con la digitalización de las revistas logra que las mismas tomen una densidad diferente porque ingresan a una red donde generan vínculos con nuevos lectores y geografías distintas. “En un archivo digital se arma una constelación móvil distinta a la biblioteca. Una revista me lleva a otra que fue editada por la misma persona, o tal autor me lleva a otra colección. El recorrido que arme va a ser único. Podemos pensar que se ponen de vuelta en movimiento las revistas, algo que nos dicen los mismos escritores algunas veces. Es como si fuese una segunda vida para las revistas”, relata Maggi. Se presenta para el lector la oportunidad de conectarse con una parte del pasado que quedó materializada entre páginas y ahora es preservada y atesorada en AHIRA, el kiosko digital de revistas.