Los videojuegos datan su origen desde finales de 1950, al trascurrir los años surgieron las consolas de Atari, Nintendo, SEGA y más tarde PlayStation, Wii y Xbox. Con el tiempo, los juegos se hicieron presentes tanto en computadoras como en teléfonos celulares, permitiendo mayor acceso porque están al alcance de la mano en cualquier lugar. En 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente la adicción a los videojuegos como una enfermedad que se puede diagnosticar, prevenir y tratar. ¿Qué hacer entonces.
A partir del cambio de legislación en el año 2010 y de la ley 26.657 de Salud Mental, no se habla de adicciones sino de consumos problemáticos. La licenciada en Psicología Guadalupe Salinas, coordinadora del Centro de Asistencia Integral en Salud Mental para Adultos, Adolescentes y Niños Sembrando Huellas, de Moreno, indica: “Es un paradigma de reducción de riesgos y daños, no se habla más ni de adicciones ni de lo que tiene que ver con el paradigma más abstencionista”. La psicóloga explica que “el consumo problemático son aquellos comportamientos que no se pueden controlar y que afectan las áreas de la vida de la persona, sea en el plano vincular, en lo laboral, en lo académico o en la salud”.
Experiencias de los jugadores
Matías Álvarez (24) es analista de sistemas y vive en Paso del Rey, fue introducido al mundo de los videojuegos por sus padres a los 4 años, ya que ellos también jugaban. Él expresa: “Me gustan por diferentes motivos, principalmente por el hecho de que son divertidos, ayudan a desestresarse. Sirven como una alternativa a las películas, muchos de los videojuegos actualmente tienen excelentes historias y desarrollo.”
A veces, jugar videojuegos puede llevar a perder la noción del tiempo, pero con control y priorizando las obligaciones, es posible establecer un límite. Matías cuenta: “Le dedico aproximadamente 4 o 5 horas a jugar, pero intento equilibrar el uso de mi tiempo libre. También depende de las ganas que tenga. Nunca dejé de hacer cosas importantes por jugar.”
Jimena Rodríguez (24) es empleada de comercio en La Reja, donde reside, y conoció los videojuegos a los 6 años cuando sus padres compraron la consola SEGA. “Me gustan porque me concentro en el videojuego y no pienso en la realidad, es como cuando lees un libro, te transportás a ese lugar. Cuando juego estoy concentrada pensando en cómo pasar el videojuego, ya sea una estrategia para ganar o avanzar en algún modo de historia. Además, me sirve como evasor de las responsabilidades”, comenta Jimena.
Algunos jugadores eligen ciertas horas del día para jugar, no sólo como entretenimiento sino como el momento para descansar o despejar su mente. Jimena añade: “Por día juego unas 3 horas, me gusta el horario de medianoche porque descargo todo mi día en esas partidas. Si tengo que hacer una tarea académica prefiero hacerla primero y luego cuando estoy tranquila ir a jugar porque puedo concentrarme en el videojuego.”
Nicolás Bertolli (28), domiciliado en Francisco Álvarez, se adentró al mundo de los videojuegos a los 7 años gracias a que su madre y sus hermanas jugaban. El jugador dice: “Los juegos son una forma de entretenimiento y de pasar el tiempo, hay algunos que cuentan historias y dan esa sensación de inmersión como si estuvieses leyendo un libro o mirando una película, no por nada han adaptado películas y series basadas en videojuegos.” También explica: “En general me siento en mí mundo, feliz, concentrado, aunque también puedo llegar a frustrarme o enojarme a veces, más que nada con los juegos competitivos”.
Generalmente, los videojuegos forman parte del día a día. Nicolás argumenta: “Depende de qué tan ocupado esté, puedo estar jugando 2, 4 horas, media hora o ninguna. La mayoría de las veces uso mí tiempo libre para jugar porque como forma de entretenimiento es lo que más me gusta y disfruto.”
La psicóloga Salinas analiza que “es importante hacer una diferencia, porque consumir no necesariamente es tener un consumo problemático, por ejemplo, hay personas que van al bingo y eso no significa que tengan un consumo problemático.” No todas las personas dedican la misma cantidad de horas a jugar ni todos eligen los mismos horarios, pero muchos coinciden que los videojuegos son tanto entretenimientos como el momento de distracción y hasta una descarga de las tensiones del día. Y esto no implica un problema.
Perspectiva de los padres
El contexto social y cultural suele afectar en la forma de actuar y de pensar en las personas. Considerando la inseguridad en las calles, muchos padres eligen que sus hijos no salgan, prefiriendo que se queden en sus hogares y estén seguros. Juan Rivadeneira afirma: “Me parece bien que mi hijo juegue porque está en casa y no afuera”.
Los padres son los primeros en educar y mostrar los límites en distintas áreas de la vida, incluso en el control del ocio. Viviana Giménez sostiene: “Mis hijos cuando eran chicos tenían sus horarios para jugar, primero me preguntaban si podían hacerlo y los dejaba más o menos dos horas por la tarde. Me parece bien que jueguen, pero siempre con prudencia”.
Cuando los niños comienzan a jugar a temprana edad surgen algunos miedos por parte de los padres, especialmente en esta era digital donde la tecnología avanza tan rápido y se tiene mayor acceso a todo. Evelyn Chávez, refiriéndose a su hijo, asegura: “Cuando era más chico me daba miedo que solo se quede frente a la pantalla jugando o que juegue a juegos que no eran para su edad y copie lo que veía. En esos momentos, estábamos más atentos, lo controlábamos más, después de un cierto tiempo apagábamos la computadora o le decíamos que vaya a jugar al patio.”
Riesgos visibles
Como se mencionó previamente, el consumo se convierte en problemático cuando afecta áreas de la vida cotidiana, y como tal, tiene ciertos efectos en las personas. Salinas expone: “Hay consecuencias visibles, en lo académico, por ejemplo, chicos que tienden a bajar el rendimiento escolar; problema de sueños, porque hay una gran pérdida de la noción del tiempo; aparece la ansiedad; mala alimentación; el desarrollo de conductas agresivas, cuando se tiene que cortar el juego o cuando se pierde; escasa tolerancia a la frustración; deterioro de los vínculos con seguridad, y cualquier cosa que implique que vos perdés por no tener el control de la conducta.”
Los videojuegos han cambiado desde los primeros a los actuales. Sus dinámicas se han modificado hasta el punto de retenernos más e incluso invitarnos a gastar dinero en ellos. Salinas confirma que “ahora ha muchos ingredientes que se le ponen a los videojuegos que hace que tengan un componente adictivo. También tiene que ver con el reforzamiento y las recompensas, que genera el consumo problemático”.
Eso no quiere decir que toda persona que juegue tendrá un consumo problemático. “También es verdad que uno tiene que tener determinadas características para terminar en un consumo de este estilo. Hay algo del orden de la tolerancia a la frustración, de las recompensas, de la ansiedad, también de los lazos sociales. Por ahí las personas o los chicos se aíslan cada vez más por vincularse con estos amigos en red que se comunican a través del videojuego”, detalla la psicóloga.
Jugar no es nocivo, siempre y cuando, haya responsabilidad y no se descuide la salud, los lazos sociales, la vida. Y en caso de no poder hacerlo, es necesario pedir ayuda.
Guadalupe Salinas aconseja: “Vayan teniendo conciencia, si me gusta jugar, está buenísimo, pero pensar, ¿hay algún efecto negativo de ese jugar? Si compro un personaje, si pongo plata, ¿esa plata que pongo la estoy sacando de comprarme un remedio? ¿O la estoy sacando de pagar la luz? O el tiempo que yo estoy invirtiendo en esto, ¿me juega en contra para otras cuestiones? Como todas las sustancias o conductas, poder tener una conciencia sobre lo que se está haciendo. Y los padres también, que tengan una conciencia sobre qué están haciendo y sobre qué es lo que están haciendo sus hijos