El 17 y el 20 junio se recuerda a dos hombres destacados del período de la independencia de estas tierras. Uno de ellos, Belgrano, ha gozado de mayor prensa, formando parte del “panteón nacional” tempranamente. El otro, Güemes, es el menos conocido, y ha sido rescatado en estos últimos años de las tinieblas de la historia. A más de 200 años de su desaparición física, ¿qué representan hoy en día estas figuras en la historia argentina y para la sociedad? Tres historiadores, Norma Ledesma, Juan Ignacio Barrera y Julio Sánchez, además de aportar información sobre la acción revolucionaria de ambos, intentaron responder este interrogante.
Manuel Belgrano, el “más popular”
Barrera, graduado en Historia por la UNSAM, identificó “tres Belgranos” durante su carrera política: “El primero, el joven ilustrado en el Consulado, confiando que desde allí podría lograr el fomento de la educación y la agricultura. El segundo, el político que a partir de 1810, forma parte del grupo revolucionario. Y el último Belgrano, el militar, el cual fue su rol fundamental. Podemos decir de él que hizo la ‘carrera de la revolución’”.
También la doctora en Historia y miembro del Instituto Belgraniano, Norma Ledesma destacó su rol militar:” La mayoría de los revolucionarios no tenía formación militar. Belgrano intentó superar sus falencias con la práctica. Logró tener grandes victorias, como la de Tucumán, que salvó a la revolución en América del Sur”.
En relación a cuál es la imagen que de Belgrano ha quedado plasmada en la historia nacional y en la sociedad, parece haber un acuerdo entre los historiadores: Belgrano fue un prócer que ya en el siglo XIX logró ser “canonizado”, y que en estos últimos tiempos están siendo rescatados otros aspectos de él.
En este sentido Julio Sánchez, profesor especializado en historia argentina del siglo XIX, explicó: “La historia oficial lo encasilló como el creador de la bandera, lo recortó. Belgrano fue un revolucionario íntegro. En estos tiempos se está recuperando esa faceta de Belgrano. Ese Belgrano ilustrado, gran funcionario progresista de la época de la colonia, que primó por la educación popular, la actividad industrial, el que ejerce la inclusión a través de Azurduy y del Valle. Ese Belgrano revolucionario está avanzando”.
Barrera coincide con Sánchez respecto al temprano reconocimiento que logró Belgrano: “Belgrano tuvo un lugar central en la historia nacional, no podemos decir que es una persona outsider del panteón, a partir de la operación historiográfica que hace Mitre a fines del siglo XIX. Y es algo que se llevó a la educación, es gracias a esto que se trasladó el sentimiento positivo a Belgrano”. Al hacer referencia a la imagen popular que se tiene de ese prócer, este historiador agregó: “Que las actitudes negativas de Belgrano no sean de puro conocimiento, también nos habla de qué figura histórica circula en el inconsciente colectivo de una sociedad. Belgrano es un prócer, tiene esa figura áurica. Los próceres son hombres de carne y hueso, hay que decirlo”.
En coincidencia, Ledesma sostuvo que “a partir de 1950, con el centenario de la muerte de San Martín, el prócer nacional pasó a ser San Martín. Y ahora, en la sociedad se está revalorizando a Belgrano. Yo creo que la manera en la que se fue acercando otra imagen fue a través de los aspectos poco conocidos de Belgrano, como el de ser promotor del rol social de la mujer”.
Martín de Güemes, el salteño maldito
Respecto a Güemes, el caudillo salteño no posee el mismo estatus histórico que el de Belgrano. Las razones parecen haber estado en el tipo de vínculo que mantuvo con el poder salteño y porteño, y por otro lado, la relación tan próxima con sus gauchos, “Los Infernales”.
Sánchez, autor de El significado de la Revolución y de la Guerra de Independencia Hispanoamericana (2017) intentando explicar estas diferencias, expresó: “Güemes es uno de los grandes silenciados, por esa mala relación que tenía con la élite salteña, quien lo veía como un traidor de clase. Siendo de la élite, se pone del lado del pueblo. Era un maldito para la oligarquía salteña”.
El historiador agrega el elemento historiográfico, al explicar que “Güemes no fue canonizado por la historiografía liberal. Además hay una cuestión: los próceres que se canonizaron fueron aquellos que tuvieron una relación más estrecha con Buenos Aires. Si bien Güemes tuvo una participación destacada durante las invasiones inglesas, no tuvo una relación tan estrecha como Belgrano”.
Esta falta de contemplación de la figura del salteño revolucionario por parte de la historia liberal oficial se explica, según Barrera, por otro motivo más: “Otro aspecto a destacar es la relación de Güemes con los paisanos. Tenía una llegada a los paisanos norteños como nadie, tenía la elocuencia de los fogones, se acercaba a las preocupaciones de los sectores populares, y actuaba en consecuencia. Por ejemplo, a sus gauchos les da la posibilidad de no pagar el arriendo de la tierra. Esto último le va a valer a Güemes el desagrado de gran parte de la élite salteña”.
La amistad poco conocida entre ambos
El intercambio de cartas entre ambos da cuenta de que, más allá de la relación jerárquica militar que se originó entre ellos, surgió también una fuerte y leal amistad.
Según Ledesma, autora de Belgrano y Güemes. Una amistad histórica (2022), “Belgrano siempre tiene en sus cartas recomendaciones para Carmencita, la esposa de Güemes, y en un determinado momento, no había en Salta la vacuna antivariólica y tenía a Martincito enfermo, el mayor de los hijos de Güemes. Este le pide la vacuna que si había en Tucumán y Belgrano se la envía. Después Belgrano le pregunta, cómo evolucionó la salud del hijo”.
La historiadora destaca que un tema recurrente en el intercambio epistolar era el de la salud: “En ese momento no existían los medios que tenemos hoy en día, y siempre estaba presente el tema de la salud, no solamente para ellos, sino para su familia. Eso nos habla de un aspecto muy humano de esos dos grandes hombres”.
De esa misma correspondencia, se desprende que debido a esta relación amistosa, cuando Güemes requería de pertrechos para continuar con la guerra, podía contar con “su amigo Belgrano”, quien lo socorría en la medida de sus posibilidades lo antes posible enviándole todo lo requerido.
En una de esas cartas escrita por Belgrano a Güemes, del 10 de noviembre de 1816, le reafirma esa amistad, más allá de las oposiciones que esta parecía generar: “Cuando digo amigo, lo soy y lo seré siempre, como lo soy de Ud; sin embargo de que me han querido persuadir de lo contrario”. El “revolucionario ilustrado”, en estas pocas líneas, confirma la amistad a prueba de todo, con el “salteño maldito”.