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Graduada en Comunicación Social (UNM)

“El cambio en la economía tiene que incorporar relaciones de solidaridad”

El economista argentino José Luis Coraggio ofrecerá mañana a las 18 en el SUM de la UNM la conferencia "Economía popular: entre la emergencia y la estrategia". Como anticipo de la actividad, habló con ANUNM sobre el modelo económico del gobierno actual, al que calificó como "destructivo" y resaltó la importancia de las experiencias autogestionadas, empresas recuperadas, ferias populares y redes de organizaciones.
“Hace falta una organización de los trabajadores asociados y autogestionados; un ejemplo de eso son las empresas recuperadas”, dice Coraggio. En la imagen, un trabajador de la Cooperativa Maderera Córdoba, de la ciudad de Buenos Aires. Foto: Néstor Berenblum, de Anccom.

Él es economista y magíster en Ciencia Regional graduado del Wharton School de la Universidad de Pennsylvania. A lo largo de su carrera ha dado clases en diversas universidades de América Latina y actualmente es profesor emérito de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), de donde fue rector entre 1998 y 2002. Escribió más de 150 artículos, tiene experiencia como investigador y fue quien fundó la Red de Investigadores Latinoamericanos de Economía Social y Solidaria (RILESS).

En esta ocasión, Coraggio reflexiona sobre la situación actual, las dificultades que enfrenta la economía social argentina y el rol que debería tener el Estado.

¿Cuál es su mirada sobre el modelo económico del gobierno actual?

Es un modelo destructivo de la vida, que tiene en su centro una ideología que ve en el mercado la institución total que debe organizar no solo la economía, sino la cultura, la política, la vida. Es decir, que todo tiene que ser mercantilizado, no tiene que haber solidaridad, sino competencia, individualismo, meritocracia, nada de derechos sociales garantizados, mínimo Estado y dependencia internacional. Es decir, muy negativo. Algunas cosas que se han planteado, como la necesidad de auditar algunos de los programas del Estado, se podría haber hecho pero con otro modelo económico. Ese aspecto de auditar para mí no está mal, pero habría que hacerlo objetivamente y no para destruir las instituciones buenas que ha ido desarrollando la democracia argentina.

En relación a esta mirada mercantilista, ¿cuál debería ser para usted el rol del Estado en la economía?

El Estado debe intervenir regulando el mercado, por ejemplo, reduciendo los niveles de pobreza a los que conduciría un mercado realmente libre. El Estado, desde la declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, tiene que garantizar toda una serie de derechos como el de la vida y la propiedad privada, entre otros.

¿Cuáles considera que fueron las fallas económicas del gobierno anterior?

Yo creo que se perdió una oportunidad. A comienzo de siglo surgieron los movimientos nacional populares, en donde varios de los países latinoamericanos se rebelaron contra el proyecto neoliberal por los efectos que tenía sobre las mayorías. Entonces en Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina hubo movilizaciones sociales que incluso tiraron abajo gobiernos. Y surgieron otros de orientación popular, en el caso de Argentina fue el kirchnerismo el que llevó una propuesta nacional popular. Pero hubo una propuesta de reconstruir una economía previa al neoliberalismo, cuando en realidad había que construir algo distinto. Entonces hubo un neodesarrollismo que generó las mismas contradicciones que se habían generado anteriormente y tuvo una propuesta política, a mi juicio, de democracia formal. O sea, efectivamente había elecciones libres, ganaron las mayorías democráticamente, pero no hubo una democratización radical, no se apuntó a que la sociedad civil se organizara con autonomía, más bien fueron proyectos Estado-céntricos. Y las consecuencias de eso son, por ejemplo, cuando se da una restauración conservadora neoliberal como la que tuvimos con Macri y la que tenemos ahora, donde la sociedad está bastante desarmada y tiene que organizarse.

Frente a este panorama actual, ¿qué rol ocupa y por qué es importante la economía popular?

Una de las consecuencias de este proceso es que se ha mantenido un núcleo duro de pobreza, de indigencia, de expulsión y de pérdida de derecho de los trabajadores de la economía popular. Nosotros podemos afirmar que el sistema capitalista ha experimentado revoluciones tecnológicas que expulsan mano de obra y que, si los sectores populares no se organizan, van a ser marginados, va a aumentar la pobreza, la indigencia y la precarización. Hace falta una organización de los trabajadores asociados y autogestionados; un ejemplo de eso son las empresas recuperadas.

¿Qué experiencias actuales de economía popular puede mencionar?

Una forma de solidaridad muy evidente, que se profundizó desde la pandemia y hoy está vigente, es la de los comedores comunitarios, que están resolviendo un problema fundamental que la economía capitalista no resuelve, sino que crea. O la Red Puna en el noroeste, y la cantidad de ferias populares que están creciendo que permiten que los productores se pongan en contacto con los consumidores a precios más justos. Hay experiencias que empiezan a reaparecer, como la del trueque, y hay otras de alta complejidad como la red de software libre, que es una red de programadores global que está basada en reglas de reciprocidad, donde no se patentan privadamente los descubrimientos que se están haciendo, sino que se comparten entre todos.

También las propuestas de trabajar sobre los asentamientos periurbanos para urbanizarlos y resolver el problema de los servicios públicos. Hay muchos movimientos sociales que tienen que ver con la lucha por la economía y por los movimientos indígenas, los que luchan contra la minería a cielo abierto, entre otros. Todas estas iniciativas inciden sobre la economía y son luchas fundamentales porque la propuesta del anarcocapitalismo es privatizar los servicios públicos, que es una de las funciones que el Estado debe garantizar.

Muchas veces se habla de “economía popular”, pero otras se hace alusión a la “economía social”, “solidaria”. ¿Con qué término se queda usted y por qué?

Todos tienen su sentido. La economía social es una visión que no ve al mercado como la única institución organizadora de procesos de producción, distribución, circulación y consumo. Es decir, refiere a que hay otros principios como la reciprocidad y la redistribución de la riqueza. El término implica también que no se separa la política y la cultura de la economía. Planteamos que las economías empíricas tienen tres sectores: la economía de las empresas de capital, que buscan la acumulación de dinero sin límite, la economía pública, que debe buscar el bien común, y la popular, que normalmente no es considerada como un sector potente, aunque nosotros lo vemos así. Y planteamos que el cambio en la economía tiene que incorporar relaciones de solidaridad frente a los altos niveles de competencia e individualismo. Esa instancia de solidaridad hay que construirla porque la economía popular actual no es solidaria, sino que es ferozmente competitiva.

Todos los términos son necesarios, se van articulando como un sistema de conceptos, no se excluyen entre sí. Lo que pasa es que acá en Argentina se ha usado el término de “economía popular” para referir a la economía de los pobres y los excluidos. Para nosotros es la economía de las y los trabajadores.

Recientemente en una entrevista mencionó que “la economía popular debe convertirse en parte de la economía formal”. ¿Qué cambios serían necesarios para lograr eso y cuál debería ser el rol del Estado para posibilitar eso?

Lo que hay que hacer es que se organice la economía que controla las organizaciones de trabajadores asociados y autogestionados. Esta economía incluye, por ejemplo, la solidaridad de los sindicatos luchando por mejores condiciones de salario y de trabajo, las economías comunitarias, la economía mercantil, donde los trabajadores se hacen cargo de la producción con emprendimientos, que incluso pueden ser individuales. El Estado cobra un papel fundamental en la redistribución de los recursos, por ejemplo a través de una reforma agraria que le de acceso al suelo urbano a los campesinos. El Estado tiene que permitir que tengan acceso al crédito, al conocimiento tecnológico con escuelas técnicas y universidades. También es importante que el Estado regule el mercado, evitar que los monopolios hagan desaparecer los emprendimientos de la economía popular o avancen sobre los territorios de la economía indígena.

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