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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

“Yo hago ravioles, ella hace ravioles”: ¿qué hace vigente a Esperando la carroza?

Recientemente se reestrenó en versión remasterizada la película dirigida por Alejandro Doria y estrenada en 1985. Razones de un fenómeno.
La película “nos interpela, pero no nos juzga”, señala la investigadora y docente de la UNM Ximena Murillo.

El 8 de mayo se reestrenó en cines, en versión remasterizada, la comedia más citada del cine argentino: Esperando la carroza. Cuatro décadas después de su estreno original, la película dirigida por Alejandro Doria no solo sigue convocando público, sino que se convirtió en un objeto cultural intergeneracional. En apenas cinco días, la vieron 36.000 personas y se ubicó entre las más vistas. Lejos de quedar en el recuerdo, demuestra que sigue tan vigente como entonces. ¿Qué explica el fenómeno que se resiste al paso del tiempo?

Para Mariano Frigerio, director y codirector del documental Carroceros, la clave es emocional: “Seguimos viendo en la película algo muy propio, muy nuestro. Una sociedad muy parecida a la que uno tiene en casa”, afirma. Lo familiar, lo barrial y las tensiones entre personas atraviesan a generaciones. “Todos tenemos un tío como el personaje de Brandoni”, dice y recuerda que hasta los más jóvenes se sienten atraídos. Para él, hay algo poderoso en cómo la película se transmite entre generaciones, como si se tratara de una herencia cultura.

Desde una mirada académica, Ximena Murillo, docente e investigadora en cine de la Universidad Nacional de Moreno y la Universidad de Buenos Aires, vincula su vigencia con la abordar temas universales como la vejez, la muerte y la traición, desde personajes que, aunque reconocibles, representan una complejidad propia de lo social y lo social “nunca es sencillo”, menciona y remarca que “esta idea de que todo es reconocible no lo hace tan simple”.

Además, Murillo destaca el rol clave del absurdo, que permite reírnos de nosotros mismos sin generar angustia. “El absurdo pone en evidencia eso grotesco, pero no nos sentimos parte de eo”, explica. Por eso, afirma que la película “nos interpela, pero no nos juzga”, y en esa distancia crítica radica su capacidad de seguir atrayendo a públicos diversos.

Por otro lado, Rodrigo Seijas, crítico de cine y codirector del sitio Funcinema, reconoce que no es una película que admire personalmente, pero acepta su peso simbólico. “Es imposible analizar el cine de comedia argentino sin mencionar Esperando la carroza”, afirma. También destaca que su importancia radica en el contexto en el cual se estrenó: “Fue una película clave porque se estrenó en un momento relevante para pensar la cultura argentina, justo al final de la última dictadura militar, cuando comenzaba un periodo democrático que aún estaba luchando por asentarse.”

La clase media que retrata se presenta como “contradictoria, culpable y orgullosa”, lo que facilita la identificación del público. Seijas subraya que la película evidencia los aspectos más negativos o patéticos de ciertos comportamientos sociales: “Exacerba ciertos rasgos y los pone de manera explícita, lo que provoca la risa. Me río de lo feo de mi carácter”, resume dando cuenta cómo la películalogra interpelar y hacer reír sobre característica propias de la clase media argentina desde un enfoque hiperbólico.

Por su parte, María Elena de las Carreras, historiadora de cine y docente en la Universidad Estatal de California, menciona que el éxito radica en la universalidad del tema: el cuidado de los mayores, los vínculos familiares atravesados por la culpa y el dinero, y las decisiones incómodas que se dan en cualquier cultura. “Es una comedia costumbrista que tira hacia lo grotesco, hacia el esperpento, como dicen los españoles”, comenta, señalando que eso es lo que la hace perdurar.

Con una mezcla de ternura y crueldad, el relato logra hacernos reír y a la vez horrorizarnos, porque “nos muestra un espejo donde nosotros nos podemos mirar, cada uno con su familia”, indica. Y añade que “el registro estético elegido, que combina lo criollo, lo vulgar y lo popular: las malas palabras, la forma desprejuiciada de hablarse entre los personajes, acentúan una crudeza que resulta tan fascinante como dolorosa. Simpatizamos con la abuela, con mamá Cora, pero por otro lado entendemos lo que les pasa a los hijos”, concluye.

Los memes actuales, las frases inmortales y la cantidad de espectadores que se siguen sumando a verla indican que la película no solo sobrevive: se resignifica. Frigerio lo llama “el legado carrocero”. Murillo lo piensa como un ritual popular, y Seijas, aunque duda de su permanencia futura, lo admite: “Es un fenómeno que aún interpela. Y que probablemente siga haciéndolo por mucho tiempo más”.

Como decía una vieja máxima latina, ridendo corrigere mores: reír corrige las costumbres. En ese ejercicio cultural colectivo de reírnos para vernos, Esperando la carroza todavía tiene mucho para decir.

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