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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Verde oeste: las reservas de Castelar y El Palomar

Las reservas naturales de estas localidades preservan ecosistemas vitales y generan un impacto positivo en la calidad de vida de los vecinos. ANUNM comparte la recorrida que hizo por ambas
“Esos terrenos eran parte de la base aérea y todo eso era un gran basural, no había asfalto, no había luz, era una zona descampada donde los chicos se metían a jugar”, dice Mariana Kowal, guía en la Reserva de El Palomar.

De terrenos baldíos a espacios de ocio; de hectáreas enteras utilizadas como basural, a inmensidades de tierras cuidadas para fortalecer la flora y fauna autóctona. Las reservas urbanas en zona oeste no solo han transformado el paisaje, sino también la vida de las comunidades que las rodean. Concebidas para integrar y preservar la biodiversidad nativa, proteger paisajes típicos, reconstruir la memoria ambiental y ofrecer espacios de recreación social, estas áreas verdes emergen como oasis en pleno conurbano bonaerense, a pocos metros del bullicio de calles transitadas por vehículos, colectivos y camiones de transporte.

Una reserva natural es un área geográficamente delimitada que ha sido protegida legalmente y mediante acuerdos comunitarios para conservar su biodiversidad y ecosistemas. Estos espacios pueden ser gestionados por entidades gubernamentales, organizaciones no gubernamentales o comunidades locales, y suelen restringir o regular actividades humanas que puedan dañar o alterar los ecosistemas y especies que albergan.

Estas reservas no solo son un refugio para la naturaleza, sino también para las personas. Vecinos, ambientalistas y visitantes a diario coinciden en que estos espacios han cambiado la dinámica de sus barrios y han mejorado el contexto que los rodeaba.

Un pasado de abandono y contaminación: El surgimiento de las reservas naturales

Las 113 hectáreas en El Palomar y las 15 hectáreas en Castelar, no siempre fueron terrenos destinados a cuidar el ecosistema y preservar la diversidad biológica nativa, de hecho, todo lo contrario. Durante años, estos terrenos fueron sinónimo de abandono: basurales a cielo abierto, focos de contaminación y símbolos de un crecimiento urbano desordenado.

Mariana Kowal, ex empleada que trabajó como guía en los inicios de la Reserva Urbana ubicada en Castelar, nos da un panorama de cómo se encontraba el barrio previamente: “Esos terrenos eran parte de la base aérea y todo eso era un gran basural, no había asfalto, no había luz, era una zona descampada donde los chicos se metían a jugar”. Los peligros y el descuido que caracterizaban la zona preocupaban a los vecinos cercanos, como Claudia Mucchi, quien habita en una de las calles adyacentes a la reserva: “A esos pastizales, donde ahora está la reserva, los vecinos entraban rompiendo los alambrados. Era todo campo, no estaba asfaltado, había mucha mugre; los vecinos tiraban basura y hasta había autos robados y quemados”. 

En Castelar la propia gestión política de ese entonces en 2012 impulsa el proyecto. “Era un plan estratégico bastante ambicioso, esas tierras fueron tramitadas y gestionadas desde el 2005 con el objetivo de dar respuesta a las políticas ambientales que nos habíamos propuesto. Se contrataron técnicos y especialistas en plantas originarias y realizamos un trabajo de investigación en la zona junto a la Dirección de Educación (los organismos comienzan con mayúsculas), donde teníamos un área de educación ambiental. Era una gran oportunidad para tener un centro de investigación y demostrativo para la comunidad”, nos contaba Virginia Veyga, directora de la UGC (Unidad de Gestión Comunitaria) 5 durante el momento donde se gestó el proyecto.

En el Palomar fue la misma comunidad de vecinos quien decidió tomar el control y luchar por la preservación de su entorno natural. “Isla Verde”, una organización vecinal fundada por un grupo inicial en 2013, nació con el objetivo de proteger los terrenos aledaños a la primera brigada aérea. María, participante de la organización, nos explica el porqué del impulso vecinal: “Isla Verde surge como organización a raíz de querer proteger los terrenos linderos a la Brigada Aérea. Se buscó adquirir esos terrenos para que fueran declarados como Reserva Natural porque empezamos a observar la cantidad de basura arrojada, también entraban cazadores en busca de fauna local”.  

Este testimonio refleja cómo la comunidad no solo identificó los problemas ambientales, sino que tomó acción concreta para proteger lo que consideraban un espacio valioso y necesario para el equilibrio ecológico de la zona, espacio que tal vez, para otros vecinos no representaba más que inmensas hectáreas de pastizal utilizadas como conteiner gigante. Demostrando así que el pasado de ambas reservas naturales fue el motivo para buscar una transformación.

La importancia de la preservación

Más de 100 hectáreas que aún conservan ambientes originarios bonaerenses: el pastizal pampeano, los bosques de talares y los reconocidos humedales de la zona. En el año 2009 científicos del CONICET realizaron un relevamiento ambiental constatando la importancia de conservar el espacio. “Isla Verde” funciona como un importante pulmón verde que ayuda a regular la temperatura atmosférica, purificar el aire y prevenir inundaciones al funcionar como “esponja” ante la lluvia. En su lucha por preservar este espacio natural, los integrantes de Isla Verde han documentado los riesgos que enfrenta la zona.

En un documental producido por la organización y publicado en su canal de YouTube, señalan: “Con la creciente ampliación del aeropuerto comercial de El Palomar, los niveles de contaminación y deterioro ambiental aumentan exponencialmente, poniendo en riesgo la salud ciudadana y el equilibrio natural de la zona. Su desarrollo implica la destrucción de este espacio natural, sustituyéndolo por cemento, además de proyectos para la construcción de un área de logística ferroviaria y una autopista.”

“El impacto social es muy gratificante, ver que la gente empieza a prestar atención a la flora y fauna del barrio, a conocerla y querer cuidarla, es lo que más nos importa. Sabemos que, en estos tiempos, donde en nuestro país existe gente que no valora el cuidado del ambiente, es muy importante que la comunidad se plante y defienda el espacio que los rodea, ya que sin un ambiente sano no podemos tener una vida sana”, reflexionaba María acerca de lo que ve día a día en la organización.

Las áreas protegidas desempeñan un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y la provisión de servicios ambientales críticos para los humanos, incluyen la provisión de agua de buena calidad, la regulación del clima local o la oferta de espacios de esparcimiento y apreciación de la naturaleza, flora y fauna local que debería ser itinerario habitual en ambientes de educación.

Jonathan Speranza, coordinador general de ambas reservas, nos explica: “Queremos demostrar a la comunidad la importancia de la biodiversidad en lo urbano, porque casi siempre se quiere usar el espacio para alguna commodity, algo que sea lucrativo. La importancia está en que se vea cómo repercute la conservación en el ambiente, abordar el tema del cambio climático, la mitigación de inundaciones, trabajar en la variabilidad genética de las especies locales… tiene un montón de lados positivos”.

La participación comunitaria

Estos espacios no son solo para la comunidad, sino que también con la comunidad, los vecinos participan en el cuidado, el aprendizaje y la enseñanza. “Se generaron distintos dispositivos de participación para darle a ese lugar la mejor planificación posible asistiendo a todos los usos y necesidades de cada uno de los actores sociales”, comentaba Marina Parra, ex directora de políticas ambientales en el Municipio de Morón.

Con capacitaciones, talleres y visitas guiadas, los responsables de este tipo de proyectos buscan multiplicar el conocimiento y trascender generacionalmente, lo que años atrás no era prioridad.

“Para Morón ya es parte de la identidad, es un lugar de encuentro indiscutido, un espacio que superó todas las expectativas con respecto al uso que le da la gente, es un lugar de referencia,  agregó Marina.  Proteger y fomentar estos espacios también es un compromiso con las generaciones venideras, que merecen disfrutar de un entorno más saludable y equilibrado.

El desafío radica en garantizar que estas tierras permanezcan preservadas frente a las presiones del desarrollo urbano y las políticas a corto plazo, más aún teniendo en cuenta el surgimiento de pensamientos negacionistas a las problemáticas ambientales.  En este sentido, como señala Marina, “La idea es ver el cambio climático como una injusticia histórica. Es una necesidad revisar el modo injusto de desarrollarse, en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría, dar esa discusión en el ámbito de las ciudades es importante”.

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