El intercambio social de bienes resuena como un estilo de vida distinto, ofreciendo una solución práctica y colaborativa para satisfacer necesidades básicas en tiempos de crisis económica. La Red Global de Trueque se destaca como un modelo inclusivo y resiliente que promueve la cooperación y el entendimiento mutuo, enfrentando desafíos actuales con la esperanza de un resurgimiento.
“La locura es creer que todas las personas tienen que desenvolverse bajo un solo signo monetario, bajo un solo mercado, porque la realidad es diversa”, narra Carlos De Sanzo, co-fundador de la Red Global de Trueque (RGT). Nacida en el barrio Bernal de Quilmes en los años 90, durante la crisis de convertibilidad en Argentina, como una respuesta innovadora a la escasez de dinero en efectivo.
En aquel entonces, la economía se encontraba en una situación crítica, con un gran número de personas desempleadas y sin acceso a bienes básicos. Gracias a la idea de intercambiar bienes y servicios directamente, sin necesidad de dinero, comenzó a ganar terreno, consolidándose rápidamente como una solución eficaz para muchas familias.
En medio de un contexto marcado por presiones financieras y estrategias de inversión que priorizan el rendimiento masivo sobre los impactos sociales y ambientales, la Red Global de Trueque se erige como una alternativa valiosa en nuestro país. Ella no solo propone un espacio inclusivo donde la ciudadanía puede conectarse más allá de las diferencias políticas y económicas impuestas por varios actores, sino que también fomenta un sistema operativo que trasciende las barreras políticas y practica una economía intersticial.
Cabe destacar que, alrededor de los 2000, el intercambio de productos y servicios ayudó a subsistir a más de 2.500.000 de personas alrededor de la nación. Extendiéndose las alas de la Red a otros países, tales como Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile y Japón. Para inicios de 2002, se superaban los 4.500 nodos de trueque en Argentina, viéndose en distintos clubes y ferias americanas.
Un sistema operativo inclusivo
El trueque multirrecíproco, impulsado por la RGT, se presenta como un sistema que permite a las personas intercambiar bienes y servicios de manera equitativa, promoviendo así un diálogo fluido y una comprensión mutua. Las Ferias de Trueque, ejemplos vivos de esta iniciativa, reúnen a personas de diversas afiliaciones políticas, reduciendo tensiones ideológicas y fomentando la comprensión a nivel comunitario.
“Nosotros imaginamos que el mercado podría ser como una cinta sin fin, donde las personas ponen sus productos y servicios y toman lo que necesitan. En un continuo, un micro mercado no competitivo y complementario con el otro mercado,” explica De Sanzo. Con este enfoque, se permite que las personas puedan participar sin la presión de la competencia despiadada, fomentando una economía amigable y colaborativa.
A través del intercambio de bienes y servicios, la Red no solo satisface necesidades materiales, sino que también educa de manera práctica, cultivando la empatía y el entendimiento mutuo. “En un entorno así, el diálogo fluye naturalmente, y los participantes tienen la oportunidad de comprender perspectivas diversas, contribuyendo a la pacificación ciudadana”, comenta Horacio Covas, otro de los fundadores. Además, promueven la capacitación permanente mediante la organización de talleres, que van desde habilidades prácticas hasta debates cívicos, ofreciendo una plataforma para el aprendizaje continuo y el intercambio de conocimientos.
En medio de un país endeudado, con estanflación, 50% de pobreza y comenzando a vivenciar las consecuencias del cambio climático, la agrupación se destaca como una opción unificadora. “Va más allá de ser un simple sistema de intercambio, mostrando que es posible construir una sociedad más fuerte y resiliente a través de la colaboración y el entendimiento mutuo”, sostiene Covas. Esta red se erige como un faro de esperanza, rompiendo barreras ideológicas a través del intercambio y facilitando el diálogo y la educación ciudadana.
Voces desde la Red
A pesar de su éxito inicial, la RGT enfrenta hoy importantes desafíos. La participación ciudadana ha disminuido considerablemente, una realidad que preocupa a sus fundadores. “La juventud en general viene bastante despreocupada, de tomar responsabilidades y asumir roles como el de prosumidor, que es producir y consumir en la misma medida en un ámbito protegido, como el club de trueque. Esa cultura de trabajo se ha perdido,” afirma Covas.
El diagnóstico inicial que realizaron, en función del gobierno de Milei, indicaba que la ausencia de dinero podría fomentar el uso de créditos y bonos de descuento dentro de la red. Sin embargo, las estrategias de publicidad y captación de nuevos participantes no han logrado el éxito esperado. La inseguridad y otros problemas han dificultado la expansión y el crecimiento genuino de la red. Covas señala que las dificultades de las nuevas generaciones para involucrarse en estos sistemas alternativos de economía reflejan un cambio profundo en la cultura del trabajo y la autosuficiencia, llegando a ser muy complicado reactivar el club en este contexto.
Graciela Maya, participante del trueque en José C. Paz, comparte su experiencia: “Yo hago de todo un poco, ahora traje berenjenas y pizzetas. Lo bueno de esto es que traigo algo para vender que le sirve a otro, y yo me llevo ropa, porque a veces la ropa está muy cara y no la puedo comprar, y acá la consigo más barata.” Resaltando la funcionalidad práctica y directa del intercambio en las comunidades, donde las personas pueden satisfacer sus necesidades sin depender de un sistema monetario formal.
En adición, Nancy Caiña, también participante del lugar, resalta la importancia del trueque para satisfacer necesidades básicas: “Participo por la necesidad que hay, muchas veces uno no puede comprar ropa o algunas cosas, y acá en el trueque intercambiamos y está muchísimo más barato que comprar en una tienda.” Para muchas personas, esto no es solo una forma de obtener bienes, sino una manera de acceder a productos que, de otro modo, estarían fuera de su alcance económico.
Por su parte, María Ramírez, coordinadora del nodo, explica cómo se organizan: “Pedimos que la mayoría elabore sus cosas. Nos juntamos con los vecinos del barrio, vamos pasando la información boca a boca y se junta la gente los viernes a las diez de la mañana.” La organización comunitaria es fundamental para mantener viva la red, se basa en la confianza y la colaboración entre los vecinos que participan todas las semanas.
“Nuestro éxito fue humilde, sin pedir ni un solo peso al Estado. Un milagro de organización en red descentralizada, porque cada uno en el país podría organizar su propia red,” destaca De Sanzo. Gracias a esta autonomía y su capacidad de autoorganización han podido adaptarse y evolucionar a lo largo de los años, desde la década de los 90’.
La necesidad de un resurgimiento
Hoy en día existen, aproximadamente, unos 230 clubes en todo el país que operan con bonos de créditos, notándose una clara baja en comparación a la cifra de los 2000. En este momento, se cuenta con una participación de 5.000 personas, en su gran mayoría mujeres. Además, las nuevas generaciones que aún participan de las jornadas suelen llevar productos envasados e indumentaria usada que cambian por mercadería para sus familias. Productos que, anteriormente, eran comercializados no solo por este tipo de bienes, sino también por vehículos e incluso casas.
Teniendo esto en mente es que, Ricardo Oyarzábal, coordinador de los nodos de Zona Oeste, enfatiza la importancia de la red y el desafío de mantener la participación: “Lo que vemos en la actualidad es que la gente que la Red es un sentimiento. Hay mucha gente que se vincula sin saber mucho, pero saben que fue una cosa importante. Necesitamos hacerla resurgir.” Se reconoce que la historia y el impacto de la Red Global de Trueque todavía resuenan en muchas personas, pero la falta de participación activa es un obstáculo importante.
Yendo hacia Zona Sur, Jorge Presta, coordinador de los nodos de ese sitio, señala el papel crucial del club para las economías familiares: “Les ayuda a mantener un dinero, producir y comprar. La comida la obtienen por medio del club, a través de los intercambios.” La RGT no solo facilita el intercambio de bienes, sino que también ayuda a las familias a administrar sus recursos de manera más eficiente y sostenible. Al no tener que pagar por ropa o comida, pueden usar sus ahorros para sustentar los gastos de su casa.
María Julia Ceballos, participante del club durante la crisis del 2001, recuerda cómo fue una ayuda vital para su familia: “El trueque para mí fue una ayuda, porque tenía chicos pequeños. Hacía cosas y compraba lo que necesitaba para seguir haciendo más productos e intercambiarlos.” Si bien hoy en día ha dejado de participar de los trueques debido a que desapareció en su barrio, comenta que le encantaría regresar. Destacándose de esta manera cómo estas ferias pueden ser una poderosa herramienta para la supervivencia y la resiliencia en tiempos de crisis, como el actual.
Actualmente, la red enfrenta un desafío fundamental: adaptarse a un nuevo contexto social y económico para recuperar la participación de la ciudadanía, especialmente en los barrios populares. “Queremos impulsar la Red, que resurja y llegue a todos. Ahora nuestro objetivo es hacer conocer a las nuevas generaciones este modelo de vida, que el trueque aún está presente, nunca se fue, y hoy, es más necesario que nunca,” concluye Oyarzabal.
Este esfuerzo por revitalizar la red implica no solo traer a nuevos participantes, sino también educar a la población sobre los beneficios que esta trae y una nueva manera de vida, una economía solidaria y colaborativa. Aunque, se requiere de una combinación de estrategias comunicativas, talleres educativos y eventos comunitarios que promuevan el intercambio y la cooperación.
En un mundo cada vez más globalizado y dominado por grandes corporaciones y mercados financieros, la Red Global de Trueque ofrece una alternativa tangible y accesible para construir comunidades más fuertes y resilientes. A través del trabajo conjunto y el intercambio equitativo, esta tiene el potencial de transformar la economía y la sociedad, promoviendo valores de solidaridad, empatía y sostenibilidad.
Es más que un sistema de intercambio; es una visión de un futuro donde la economía está al servicio de la comunidad y no al revés. Con el compromiso y la participación de la ciudadanía, puede continuar siendo un faro de esperanza y un modelo de cambio positivo para el país y más allá.