La industria textil padeció, como tantas, la paralización de actividades por la pandemia. En particular, los meses de encierro repercutieron negativamente en las ventas de los locales de indumentaria. Estos tuvieron que reinventarse sobre la marcha, sabiendo que sus persianas iban a estar bajas por un tiempo indeterminado. Distintos comerciantes de ropa narran en carne propia su experiencia personal y laboral del año pasado y de este, en el rubro.
“Al principio fue complicado dado que teníamos prohibido mantener el local abierto al público, ya que no solo no había ventas, sino que los costos cambiaban día a día sin que podamos generar ingresos”, cuenta Bruno Maggio, de 25 años, que trabaja desde 2019 en Rivaldi Store, un local de indumentaria masculina ubicado en la localidad de Paso del Rey. Relata además que ante la incertidumbre apostaron por las ventas a través de Instagram, Facebook y WhatsApp-
“El momento donde más se notó el reflote fue cuando la gente pudo volver a ingresar al local y volver poco a poco a la normalidad. Antes solo podíamos atender poniendo una mesa en la puerta y sin dejar que la gente ingrese o se pruebe la ropa. Eso dificultó mucho las ventas”, reconoce cuando se le consulta por el momento donde cree que el negocio comenzó a salir adelante. Bruno destaca que Rivaldi Store sufrió una caída del 40% en las ventas comparadas con el año previo a la pandemia, pero que, al día de hoy, si bien la situación está lejos de ser la ideal, está mejorando gracias a que “hay mucha más gente en la calle”.
Otra comerciante de la zona, que prefirió no dar su nombre, dio su testimonio respecto a la situación que su local atraviesa hoy en día. “Soy propietaria y el local es mío, pero de todas formas las ventas han ido bajando y siguen bajando. Si bien la permanencia del comercio no peligró porque es propio, todavía no pudimos salir adelante”, relata.
Agradece poder cubrir los gastos y asegura que, en el caso de tener que alquilar, su negocio no hubiera sobrevivido ante tantos meses de encierro. Recurrió a la venta online durante parte del 2020, pero asegura que no le dio resultado, por lo que dejó de hacerlo cuando pudo comenzar a vender en puerta.
También están quienes se vieron de alguna manera favorecidos ante esta situación. Son aquellas personas que tenían un emprendimiento online desde antes de la pandemia. Rocío Barra, de 21 años, es dueña de Bad Dolls Store. Se dedica a la venta de indumentaria femenina vintage y empezó vendiendo ropa suya sin estrenar hacia 2018. “Yo trabajaba en un comercio, y como ingreso extra decidí comenzar a vender ropa que estaba nueva”, relata.
Es la única persona a cargo del emprendimiento y, si bien tiene un sitio web, hace foco principalmente en su página de Instagram, con la cual a veces tiene que luchar por el constante cambio del algoritmo de esa red social. Al respecto, dice lo siguiente: “Hoy en día lo que juega mucho en contra es el constante cambio del algoritmo de Instagram. Te ven pocas personas las historias, tenés pocos ‘me gusta’. Y si me ven pocas personas las historias no te preguntan tanto, lo que te lleva a tener que pagar publicidad, que tampoco te garantiza que te compren”.
Rocío agrega: “Supongo que como el año pasado la gente estaba encerrada, pasaba tiempo viendo las redes sociales y haciendo compras online, ahí es donde me vi favorecida”.
Una particularidad comparada con los otros testimonios recopilados es que, para ella, 2020 fue incluso mejor que el actual 2021, afirmando que su emprendimiento creció bastante durante la pandemia. No tuvo que readaptarse porque ya conocía los métodos online y es hasta el día de hoy que se maneja con envíos a todo el país a través de Correo Argentino y por moto-mensajería en zona oeste y CABA.
Micaela Guzmán, en tanto, de 23 años, trabaja desde 2019 en Lamp Fall, local de indumentaria para todo público ubicado en el centro del Partido de Merlo. Hace énfasis en lo que considera las claves para que un negocio de ropa funcione en este contexto tan particular. “Creemos que tener precios accesibles y cosas que le interesen al cliente ayuda mucho. Actualmente estamos trabajando con indumentaria apta para todo público: indumentaria de niños, dama, lencería y hombres. Tenemos mucha variedad de excelente calidad, con precios accesibles comparado con otros locales. Esa sería una de las claves para que el negocio salga a flote”, afirma.
Aunque una gran cantidad de locales recortó su personal con el objetivo de poder solventar sus gastos, no fue el caso de Lamp Fall, sobre el que Micaela asegura: “No se trató de hacer ningún recorte, tratamos de intercalar los días, así todas podían seguir trabajando. Era una situación difícil y no queríamos dejar a nadie sin trabajo”.
La economía de los locales de ropa también se vio afectada en Escobar, al noreste de la Provincia de Buenos Aires. Martina Ott, de 21 años, trabaja en un negocio familiar que se dedica a la venta de uniformes de colegio y ropa femenina. Su situación se tornó bastante delicada ya que alquilaban el local.
“Teníamos algunos ahorros así que pudimos bancar el alquiler. De todas formas, no nos recuperamos a nivel económico en la actualidad. Recién para lo que fue mediados de este año, que volvieron los colegios acá, pudimos empezar a remontar la situación. Estamos tratando de recuperar lo que vendimos para pagar las deudas, pero todavía no se generan ganancias”, expresa.
Y afirma que el método de venta online fue una opción que no les trajo satisfacciones: “Las ventas bajaron al ser online más que nada porque la gente no se podía probar la indumentaria. Al tener muchos talles también le vendemos a gente grande que no se lleva mucho con las redes sociales. De todas formas, creo que hay que adaptarse a ellas porque en la actualidad son muy importantes a nivel comercial”. De todas formas, en el Conurbano queda mucha tela para cortar sobre el futuro de los negocios de ropa.