Cuando se habla de salud mental se hace referencia a un proceso que cambia según nuestras vivencias y no de un estado estático y fijo. En el imaginario social se construyó la idea de que es algo de personas locas o que siempre tenemos que estar felices para ser considerados “saludables”. La mayor parte de la población que es desestimada en casos de salud mental son los adolescentes y jóvenes por estar atravesando una etapa de cambios e inestabilidad.
Por el Día Mundial de la Salud Mental, el 10 de octubre, UNICEF presentó un relevamiento que cubrió 9 provincias argentinas y casi 6000 adolescentes. En él quedaron plasmados los principales factores que afectan la salud mental en esta etapa de vida. El 32% marcó la discriminación, el bullying y el ciberbullying; el 22% la presión de los vínculos familiares, y, con el 10%, mujeres en específico, la violencia, el abuso y el acoso.
Una mirada desde el psicoanálisis
Liliana Moneta, Presidenta de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), explica que “cuando se habla de salud mental se habla de aquella instancia que abarca 3 esferas que tienen que ver con lo biológico, lo psicológico y lo social”. La organización sin fines de lucro, creada en 2004, está avocada a la investigación y formación académica de excelencia, ella se compone de 60 capítulos, áreas de especialidades en las cuales se subdivide la salud mental.
Ella es también especialista jerarquizada en Psiquiatría y Psicología Pediátrica y fundadora del Capítulo de Salud Mental Infantojuvenil de la AASM. Desde esta posición comenta que “la parte académica, los congresos, las jornadas, los escritos que salen de cada área especializada terminan en talleres que son dirigidos a aquellas personas que trabajan con jóvenes, desde la familia hasta los docentes. No apuntan a la patología en específico sino a la trinchera que está encargada de la atención primaria; profesionales pediátricos que atienden este rango etario y médicos clínicos capaces de alertar cuando las cosas no están bien”.
Desde el psicoanálisis, disciplina que ejerce Moneta, “no se pretende etiquetar a un joven en determinada posición porque esto habla de un posicionamiento negativo”. Dentro de la sociedad, “este queda fijado y constituye un obstáculo para la subjetivación desde un punto diferente para el adolescente o joven. Por esta razón, se busca averiguar sobre la vida de ese sujeto que porta un diagnóstico y no rotularlo basándonos en él”.
Un testimonio desde el Sommer
En caso de detectar situaciones anormales o una psicopatología específica se deriva a un centro especializado en salud mental. Tal es el caso del área de Salud Mental en el Hospital Baldomero Sommer, ubicado en General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, del que Denisse Rumie Milet, médica psiquiátrica, es la jefa. Ella nos cuenta que “el servicio trata de dar respuesta a casos puntuales o urgentes, en conjunto con el área de región sanitaria, con infancias, Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (SEDRONAR) y un equipo interdisciplinario especializado”.
La admisión al sistema de salud mental, desde el área infantojuvenil, es ambulatoria, sin necesidad de internación hospitalaria. Primero, se pauta una entrevista donde el infante o adolescente, es acompañado por el responsable a cargo y en relación con esta se deriva a un turno con psicología o psiquiatría, según sea lo requerido.
En situaciones de riesgos inminentes cuando el paciente “requiera de una internación, nosotros, tenemos que activar todo un sistema donde podamos realmente garantizarla. Lamentablemente, hoy en día, esto es bastante complicado. La salud mental no es una prioridad en salud general, no lo ha sido nunca”, denuncia la doctora. “Si la persona llega a guardias parece que la persona es un extraterrestre donde si no es evaluado por un psicólogo o un psiquiatra ningún médico sabe cómo tratarlo y va boyando de guardia en guardia, lo que agrava aún más el cuadro psicológico”, agrega.
El seguimiento, en caso de internación, es un trabajo en equipo donde la intervención y el tratamiento es interdisciplinario. Milet comenta que aquel “está formado por los especialistas del pabellón del área de internación, psicólogas, trabajadoras sociales y psiquiatras, en un principio. Próximamente, se espera incluir psiquiatras infantojuveniles, acompañantes terapéuticos y terapistas ocupacionales”. Algo que remarcó con firmeza es que “se necesita el acompañamiento de un familiar o responsable a cargo, que esté presente, colabore y que también asuma responsabilidad en el tratamiento del paciente”.
Lo social, lo económico y las particularidades de los chicos
El factor social y familiar es clave para el desencadenamiento de los padecimientos mentales, porque la crianza es un proceso primordial en el desarrollo psíquico e integral de una persona. No es una etapa más de tantas que se da en la vida, sino que es el momento donde se estructuran los esquemas mentales donde se formará la personalidad y carácter de ese niño, que se va a convertir en adolescente y, eventualmente, en adulto.
Otro factor que impulsa las psicopatologías es el económico; no tener acceso a tratamientos farmacológicos, por ser muy caros, agravan los cuadros de descompensación psicológica. La situación hoy en día es de violencia de todo tipo, económica, psicológica, física y aún más grave, de abuso sexual.
Uno de los padecimientos más frecuentes en infantes y adolescentes es la depresión, lo cual es preocupante porque muchas veces a esta se la piensa en el adulto y no en los niños. Con esto en mente, Milet dice que, “la presentación clínica es diferente a como se ve en adultos, una se imagina ver a alguien desganado, que quiere dormir todo el día, sin embargo, [en niños] se manifiesta con mucha irritabilidad, cambios de humor y a veces con una necesidad de sueño aumentada o muy disminuida. Son cuadros muy floridos”.
Además de este, otro padecimiento muy resonante es el consumo problemático de sustancias, con casos muy graves y a corta edad, 10 o 12 años. En esos casos el consumo se ve asociado a otros cuadros de salud mental como lo pueden ser brotes psicóticos, depresiones, impulsividad, agresividad, cuadros de ansiedad o trastornos de personalidad.
Una experiencia territorial
La psicóloga y jefa del Programa de Enlace y Articulación con Emergentes territoriales del Área de salud mental municipal de Moreno, Leticia Díaz, comenta que desde dicho lugar “se promueve el armado de redes intersectoriales que permitan la articulación para una mejor atención de las problemáticas de padecimientos mentales que atraviesan los adolescentes”. También se cuenta con “programas específicos que abordan las distintas problemáticas, tales como las situaciones de consumo, de violencia intrafamiliar, conductas de riesgo y suicidio”.
Como se busca una intervención interdisciplinar, en la mayoría de las escuelas, se cuenta con un equipo de orientación quienes son los que están más cerca de las problemáticas de salud mental, esto también forma parte de la atención primaria y preventiva. Díaz hace hincapié en que “es necesario la formación y la capacitación de docentes, directivos y preceptores en relación con los padecimientos mentales para poder lograr mejores intervenciones.
Promover redes de articulación siempre genera buenos resultados porque genera buenas prácticas de intervención, pensadas en un trabajo en conjunto y no solo como derivación del caso”. Es importante que el núcleo familiar esté presente, pueda identificar patrones de riesgos o conductas anormales en el niño o adolescente.
Hay que realizar una escucha empática que permita un vínculo donde el otro se pueda ver beneficiado, se sienta alojado, escuchado y pueda construir un camino y un proceso terapéutico en donde ese malestar se pueda apaciguar y aplacar. Desde las políticas públicas de la provincia de Buenos Aires, existe una Subsecretaria de Salud Mental, Consumos problemáticos y violencia que cuenta con una línea telefónica gratuita y específica para ser abordado, la misma es 0800-222-5462.