“A 50 años de la muerte del padre Carlos Mugica. Una reconstrucción de su vida y de su obra”, fue el título del conversatorio que tuvo como protagonista a Ricardo Capelli, amigo del sacerdote asesinado, y testigo y víctima de ese hecho, quien además presentó su libro Antes y después del asesinato de mi amigo, el padre Carlos Mugica, publicado recientemente por Grupo Editorial Sur. El encuentro fue moderado por Maia Klein y Alejandro Cánepa, coordinadores-vicedecanos de las Licenciatura en Trabajo Social y Comunicación Social, respectivamente.
La primera pregunta de los moderadores hizo referencia a cómo se conocieron Mugica y Capelli. “En 1954, un amigo mío, me invita a un cumpleaños. Vamos en el auto con él y de pronto veo que para en la curva aristocrática de la calle Arroyo. Era el piso donde vivía la familia Mugica, era el cumpleaños de la hermana menor de él. Carlos ya estaba en el seminario, así que nos veíamos una vez por semana. Estaba muy convencido y seguro de todo lo que hacía”, destacó Capelli.
El amigo de Mugica recordó la Revolución Libertadora, el golpe de estado de 1955 realizado contra el segundo gobierno de Perón, diciendo: “Fuimos con Carlos a la Plaza de Mayo, con los pañuelos en algo gritando ‘Libertad, Libertad’, a festejar la caída de Perón”. Más adelante explicó: “La cuestión es que los tiempos fueron pasando y fuimos tomando conciencia”, haciendo referencia al giro ideológico de ambos, pero especialmente del cura, quien provenía de una familia tradicional y conservadora.
Consultado Capelli sobre el encuentro entre Mugica y Perón, durante el exilio del ex presidente, contó: “Carlos me dijo que se iba a Europa. Estando en París se fueron con Lucía [nota de la r: Lucía Cullen, amiga íntima y colaboradora del sacerdote] en auto a visitar a Perón a Puerta de Hierro. Estuvieron una hora ahí, López Rega estaba ahí, él marcaba los tiempos. Carlos volvió obnubilado con Perón”.
Klein dirigió sus preguntas en torno al trabajo de Mugica y sus compañeros en la Villa 31. Su primera pregunta se dirigió al vínculo entre el Padre Mugica y Lucía Cullen . “Ella fue una figura impresionante para la lucha permanente. Era de aquellas que pensaba que había posibilidades de un mundo mejor. Y lo dio con todo”, así inició Capelli su descripción Y a continuación aseguró: “Su nombre de guerra era ‘Marcela’ y fue el gran amor de Carlos. Lucía, montonera, fue una de las participantes de la lucha armada más importantes”.
La segunda pregunta de Klein se orientó a qué ocurrió cuando al Padre Mugica se le ofrece un cargo dentro del Ministerio de Bienestar Social. Ricardo contó entonces que Perón lo quería al religioso como candidato a diputado, pero este se negó. Se le ofreció una Asesoría en Villas ad honorem desde la cual “nunca consiguieron nada”, de acuerdo a Capelli. Allí trabajaron él y una amiga, Carmen Artero, y desde este allí pudo acercarse más al poder. “Me hice amigo del jefe de prensa de López Rega, Jorge Conti. Yo iba después de atender a la gente, a tomar un café con él. Esa oficina era un desfiladero de gente armada, yo pensaba que era la custodia del Brujo. Ahí empecé a ver un poco el final de la película respecto a Mugica”, dijo Capelli, y confirmó que en ese grupo de gente estaba el comisario Almirón.
Respecto de la noche del asesinato del sacerdote, Capelli intentó resumir cómo ocurrieron los hechos: “El 11 de mayo del ´74 teníamos que ir a la villa porque había un asado. Ese día cuando abro la puerta [nota de la r: de la iglesia San Francisco Solano de Villa Luro] veo dos tipos sentados atrás, en el último asiento y nos vimos las caras. Yo creo que ese encuentro de las miradas fue un poco la firma de mi sentencia de muerte”. Uno de esos “dos tipos sentados” era Almirón.
Capelli continuó: “A mí la primer bala me pegó acá [y se toca el hombro izquierdo] y me da vueltas, y yo caigo de costado. Y ahí estaba Rodolfo Eduardo Almirón con un arma envuelta en nylon porque llovía y lo estaba acribillando a balazos a Carlos que, apoyado de espalda a la pared, se iba deslizando hasta que quedó sentado”.
Luego el relato siguió, con lo que ocurrió en el Hospital Salaberry. Allí apareció un cirujano, quien se dirigió al cura diciéndole: “Padre, vamos a cirugía, vamos que lo operamos”. “No, no primero hay que salvar a Ricardo”, respondió. Eso es la vida por el otro, eso es la vida por el amigo, eso es Carlos Mugica”, afirmó Capelli.
Una vez trasladado al Hospital Rawson, a él lo recibió Jorge Conti, quien le dijo: “Ay Ricardito, lo que le pasó a Carlitos, qué barbaridad. Vengo de parte de don Pepe, para lo que necesites”. “’Don Pepe’, era López Rega”, recordó el amigo del cura.
Capelli explicó que, el haber sido testigo del asesinato de Mugica lo convirtió en la próxima “víctima”. Tuvo que iniciar un camino de clandestinidad, para protegerse de la Triple A: ”La pasé muy, muy mal, muy mal”, es la frase con la cual sintetizó esa etapa de su vida. Esa persecución continuó durante la última dictadura: “Yo escapaba de un lado para otro, no sabía cómo hacer, estaba amenazado obviamente, era el único testigo que lo vio a este tipo”, indicó Capelli en alusión a Almirón.
Ricardo fue secuestrado en 1978. ”Me llevaron a Coordinación Federal. Ahí me tuvieron en una celda. Me llevaron a interrogarme. Y me llegaron a decir que mi ex mujer estaba al lado, y que ya se había quebrado y había contado todo. ‘Qué raro’, le digo porque mi mujer a Mugica no lo conoció”. Luego contó que fue trasladado a Sastrería Militar, cerca del Campo Argentino de Polo, y allí le hicieron cavar un pozo. “Ee pozo era mi habitación, eso era mi estadía, era mi baño, no había otra cosa. Pasaron un día, pasaron dos, me sacaron y me manguerearon, y me llevaron al ‘quirófano’: la sala de torturas”.
En estas últimas palabras, Capelli reconoce que su pasó por el Ministerio del “Brujo” había puesto ante sus ojos cuál era esa realidad tan violenta, esa intolerancia tan marcada incluso dentro del mismo peronismo. Esa violencia que terminaría con su amigo asesinado en manos de un custodio que respondía a las órdenes del ministro de Bienestar Social, tal como declaró ante la Justicia.