Julián Príncipe es músico, productor y organizador de varias fiestas. Es, ante todo, una persona ecléctica, con varias identidades digitales. Su gran influencia en redes sociales lo ha llevado a grandes momentos de viralización. Sin ir más lejos, a principios de este año, se volvió conocido por un episodio particular: mostró que lo quisieron estafar por WhatsApp, por lo que decidió contestarles enviándoles, línea por línea, el guión completo de la película “Shrek”.
Ya pasado este episodio, el músico cuenta cómo se formó para su desempeño profesional, el origen de las fiestas que organiza y sus consideraciones sobre el estado actual de la música electrónica en Argentina (un género que, según sus palabras, lo marcó para siempre).
¿Cuál es tu primer contacto con la música? ¿Cómo fueron tus inicios?
Mis comienzos son bastante raros. Yo vengo relacionado a la música desde muy chico. Toco instrumentos desde que soy chico, y fui a un colegio secundario lleno de músicos (a muchos de los cuales hoy les va bien). En ese momento, me di cuenta que mi rol iba más alineado a lo técnico que a lo musical. Durante mi adolescencia y juventud, entonces, me avoqué mucho a la producción musical. Trabajé con bandas, componiendo para publicidades, entre otras cosas. Vengo teniendo distintos proyectos musicales desde que tengo 14 años. Lo que yo creaba, al principio, tenía un enfoque opuesto al que tienen la mayoría de los músicos en la electrónica: arranqué desde un lugar muy pretencioso. Me interesaban las cosas complejas, complicadas. Con el tiempo, me fui acercando mucho más a la música popular, aunque nunca
del todo porque soy bastante reacio. Me pasa que soy una persona muy inquieta, en general.
Me cuesta mucho quedarme en un área. Y al hacerme conocido en redes, de a poco, me di cuenta que no toda la gente me conocía por lo mismo. Tuve proyectos muy variados, y a varios les fue bien en distintos nichos. Un caso es el de Https, que la gran mayoría no debe conocerlo, pero en el universo de Soundcloud allá por 2017/2018 fue bastante conocido. Después salí de las sombras. Mi primera producción discográfica fue el primer disco de Gativideo [disco “Colorama”], una banda a la que le fue bien. Tuve esa suerte: la primera producción que hice fue una producción grande. En términos de comienzos, primero vino la música. Y, después, me di cuenta que era mucho más sencillo componer con la computadora que con la guitarra.
¿Hiciste algún estudio musical? ¿Te considerás autodidacta?
Hice la carrera de Tecnicatura en Sonido. Ahora bien: para cuando entré a la carrera, ya había trabajado en el disco de Gativideo. Y, realmente, siento que no aprendí nada. De hecho, me dejó ciertas caras que me gustaría des-aprender. En ese sentido, soy bastante autodidacta. Siempre digo lo mismo: yo hice la carrera más por inercia, haciendo trabajos de producción hasta para algún profesor. Cuando, en plena clase, pusieron un ejemplo de Gativideo, ahí entendí que no me iba a servir demasiado como aprendizaje. Después, estudié dos años de crítica de arte. Me resultó más útil leer sobre semiótica en esa carrera, que la carrera de sonido, donde me enseñaban a grabar una banda de rock en cinta analógica (cosa que me interesa muy poco). No soy “anti-universidades” en ningún sentido: de hecho, siento que es muy enriquecedor. Solo que no lo fue para mí. Estaba en esa situación en la que tu mamá te dice que tenés que estudiar algo, entonces te anotás a la primera carrera que te cruzás.
Casualmente, te cruzaste con una carrera que coincidía mucho con tu recorrido personal previo…
Es que yo sabía que quería dedicarme a eso, definitivamente. Me enteré, mientras cursaba, que la manera en la que se enseñaba estaba bastante desactualizada. Y gran parte del conocimiento más elemental lo obtuve laburando en estudios, o pegándome palazos (laburos que no sabía hacer, y los aprendí en el camino).
Los géneros musicales con los que trabajás en las fiestas, ¿coinciden con tus gustos personales? ¿Armaste una fiesta en función de tus gustos? ¿O considerás que existe una tensión entre tus gustos y el mainstream de la música?
Es una buena pregunta, y complicada a la vez. A mí me gusta mucho todo tipo de música. Sin embargo, siento que no es la misma cuando estoy limpiando mi casa, que cuando la creo, o que cuando paso música en una fiesta, o cuando voy a bailar. Para cada una de esas pequeñas cosas, me fui armando mis propias maquinarias. El hecho de que yo sea una persona que tiene muchos alias (porque soy muy criterioso al segmentar mi output musical), tiene que ver con ese juego de poder ser varias cosas en simultáneo. Puedo ser “1clap” y hacer la música electrónica o “rara” que se me cante, y no preocuparme porque suene en algún lugar. A la vez, puedo ser “DJ Bondiola”, sacar un tema en un día, y no preocuparme porque suene “perfecto”. En ese caso, no necesito una gran visión conceptual. Solo tengo que preparar los tools, armar los temas y que suenen en mis sets (o en el set de quien quiera). Esa identidad cumple esa función particular.
Con la fiesta pasa lo mismo. La fiesta “JAJAJA” es, al final, mi visión de lo que yo quiero que sean las fiestas. Tengo un desencuentro habitual con la escena de DJ’s: existe una solemnidad que rodea a la figura del DJ y a la música electrónica, donde se busca una especie rara de “obra sin contenido”. No es, ni siquiera, una pretensión de obra: es pretensión de carrera (porque obra no hacen, en muchos casos. No quiero herir a nadie, pero es una realidad). Todo está encarado de forma solemne, todo es un conjunto de repeticiones: se cae en lugares comunes. Por mi parte, soy bastante poco solemne con lo que hago, en general. Y mi enfoque para la fiesta (que no es solo el mío, porque hacemos la fiesta con Joaco/@jotapexi) es una continuación de un enfoque que siempre tuve con respecto a la música electrónica. Es un género que siempre lo encaro con seriedad, de todas formas. Como consumidor, me gusta mucho, y disfruto que tenga cierta complejidad. Pero la fiesta es para divertirse, y yo voy para eso: para no tomarme nada en serio. Puedo divertirme mucho, armar algo que no tenga un solo ápice de seriedad, que se desconecte de todas las variantes elitistas de la música electrónica. Y, a la vez, que me permita pasar música completamente distinta: puedo probarme y pasar cien géneros en un set de una hora. Y nadie me va a decir nada.
¿De ahí viene el nombre de la fiesta?
¡Sí, obvio! Más allá de que la JAJAJA tenía ese objetivo por quienes la organizamos, fue una decisión un poco azarosa. Es una fina línea entre algo super diseñado y algo con cero diseño.
Mencionaste a 1clap. ¿De qué se trató el proyecto? ¿Hubo mucha gente involucrada?
Ese trabajo fue un proyecto previo al de DJ Bondiola. La gestación de 1clap fue, un poco, lo que venimos charlando. Yo venía de hacer música super ruidosa, pretenciosa y para un público particular. Yo puedo ponerme cerebral y conceptualizar cosas en la música electrónica. No veo ninguna contradicción en eso. Sin embargo, no encontraba a nadie en la escena nacional que estuviese encarando este género, sin caer o en el boliche absoluto o en la pretensión arrogante.
El proyecto lo apunté mucho al público nacional, cosa que no me salió porque le fue mejor afuera. La búsqueda fue de ofrecer algo lindo de escuchar al oyente que, quizás, no estaba tan habituado al género. A su vez, fue mi manera de canalizar ciertos sonidos, ciertas variantes más complejas, en una música más digerible para el público general. El último EP, Kitchen Floor, fue una patada al tablero. Estaba a punto de sacar un tercer alias, no te voy a mentir. Es que no tenía nada que ver con lo que venía haciendo. De ese posible tercer alias me frenaron mis amigos, me dijeron que no joda más con eso [entre risas], y que evidentemente era yo el que estaba detrás del proyecto.
Así entonces, quise mezclar las variantes de la música electrónica que son un poco más complejas, con elementos propios del rock. Utilizar herramientas propias del formato canción. En ese sentido, mi relación con el formato rock/pop, con el formato canción, es bastante nueva. Vas a mis playlists, buscás la de mis 20 canciones favoritas, y casi ninguna tiene un estribillo. Entonces me pregunté: “Che, ¿qué pasa si me pongo a componer música que, efectivamente, sea mía, pero con el approach de los estribillos, guitarras, y esas cosas?”. Compuse directamente con la guitarra, algo que no hacía desde los 11 años. Después sumé algunos synthes, que luego los borré… Fue un camino bastante particular.
Sobre lo colaborativo, creo que se dio en función de promocionar el proyecto. Las maneras de lanzar música electrónica, con respecto a otros géneros, es muy distinta. Entonces, en esa mezcla entre dicho género y el formato canción, quedó un híbrido extraño en el que se involucraron varias personas. Quise usar la lógica de los remixers para los lanzamientos, con dos variedades: uno bien electrónico y otro que me siga un poco la onda. Entonces fui a buscar a Punto y Pacífico y a MAJA (que, para mí, son unos genios), e hicimos los remixes. Estoy muy conforme con el resultado.
La dinámica funcionó, podemos decir…
Claro. Es que la dinámica fue sencilla: “tomen, hagan lo que ustedes quieran con los temas. No les voy a marcar nada. Hagan su propia interpretación”. Fue un tema de confianza, sí, pero también estuve en los dos lados. Hice muchos remixes para otros músicos y yo trabajé de esa manera. Al remix le doy mi impronta, porque le pongo mi nombre y firma. De otra forma, sería un mero trabajo de producción. Y me parece valioso que se aleje de la intención del artista original.
¿Cómo ves la música electrónica en la escena nacional actual? ¿Qué errores hay en hacer música para el séquito de tres personas, o en la música popular/mainstream?
Soy una persona bastante hater, no voy a hacer de cuenta que no es así. Más allá de eso, pienso mucho en la escena electrónica nacional. Lo que siento es que Argentina está en un muy buen nivel. Sin embargo, el consumo general de dicho género no me parece que represente ese nivel. Ni por casualidad. No encuentro a nadie que esté llevando una bandera con identidad y solidez, en los lugares más masivos, que a mí me resulte interesante. Pero, a su vez, cuando hablo con artistas de afuera, existen DJ’s de renombre que escuchan a tipos de acá que tocan para 20 personas. Hay toda una escena que no es de mi encanto, que creo que no tiene nada de especial. Pero, por una construcción de identidad, de marca, de suerte, de contactos, de guita o lo que sea, lograron construir imperios.
En un primer momento, me dió la sensación de que se venía algo divertido en la música electrónica, porque había mucha gente que no escuchaba el género y, de golpe, entró. Pero no veo ese “efecto derrame”: las fiestas grandes son cada vez más grandes, y no existe una contracultura (frente a ese fenómeno) que crezca a la par. Hay una búsqueda de mainstream absoluto. Y hay mucha gente que lo está logrando. Y está bárbaro que eso suceda. Mientras tanto, en el camino, no veo a nadie que esté usando eso para armar algo bueno. La gente que hace cosas realmente buenas, no dejan de tocar para 20 personas. Y eso a mí no me conforma. Por eso, para la fiesta JAJAJA, yo intento buscar gente que esté haciendo cosas buenas. Y, por suerte, la fiesta mueve más por la fiesta en sí que por los DJ’s. Así, podemos llevar DJ’s más chicos. La fiesta le ofrece algo al DJ y el DJ le ofrece a la fiesta.