Precios Justos y el relanzamiento del Observatorio de Precios son herramientas que buscan amortiguar el proceso inflacionario que atraviesa nuestro país. Aquel programa se pone en marcha a través de la supervisión y seguimiento de los precios de bienes que componen la canasta básica del consumo de la población argentina.
La existencia de este tipo de programas se debe a que el diagnóstico del gobierno sobre la problemática inflacionarias es que está asociada a abusos de los formadores de precios. En este sentido, Fernando Córdoba, economista de la UNM, señala: “Los resultados están a la vista, si no se atienden las causas que disparan la inflación, es muy difícil que se pueda solucionar el problema. Por más que haya mecanismos de control de precios, si hay aumentos de costos macroeconómicos como tarifas, tipo de cambio e insumos internacionales, lo más probable es que los empresarios no quieran resignar cuota de ganancia”.
Por lo tanto, si hay una imposibilidad de trasladar ese costo al precio, se produciría un desabastecimiento, un cambio de packaging o algunos vericuetos de las empresas dentro de los programas para eludir los controles. Para Córdoba, si un empresario tiene una ganancia del 30 % y le aumentan los costos, para mantener su rentabilidad, tarde o temprano va a tratar de trasladar los costos al precio final de su producto para seguir obteniendo su cuota de ganancia normal. Por lo tanto, si no es posible trasladar ese costo al precio, ocurriría el desabastecimiento.
Precios Justos puede servir para detectar algún caso puntual de incremento inusual sobre el que se puede tener alguna política pública específica, pero en ningún caso debería ser la principal política anti-inflacionaria de un gobierno, de acuerdo a los especialistas. “Es una medida que, en determinados contextos, por ejemplo, cuando hay un Estado que puede ejercer su autoridad y su capacidad de regulación, cuando acuerda con determinadas empresas, puede ser una medida interesante. Pero como contrapartida tiene que tener capacidad de controlar y puede servir como ciertos paliativos, por lo menos, para los sectores de menor ingreso”, expresa Pablo Tavilla, economista de la Universidad de Buenos Aires y docente de la UNM.
Para Tavilla, también magister en Administración y Políticas Públicas , “en el contexto actual de fuerte aceleración inflacionaria, los programas como Precios Justos son paliativos insignificantes que no sirven para moderar la inflación en sí; es nada más una medida que bajo ciertas condiciones y con algunos objetivos modestos sirven para amortiguar la instancia inflacionaria”.
“El impacto que tiene este tipo de programa respecto al proceso inflacionario es mínimo o casi nulo. El dato del 8.4 % de abril, con vestimenta y alimentos en el podio, es significativo”, dice Córdoba. Si se sostiene a largo plazo un programa como Precios Justos sin atender las causas de la inflación, asociada principalmente a la falta de dólares y a la devaluación del tipo de cambio, producto del acuerdo con el FMI, junto con la sequía que atraviesa el campo y dispara el precio de alimentos, los productos que son parte del programa van a ir desapareciendo. Esto sucederá ya sea porque el empresario deja de producir esos productos que están bajo control, porque hace otros, reduce las cantidades, o saca una nueva edición del mismo producto.
Ante la pérdida de poder adquisitivo los trabajadores se organizan para resguardar su capacidad de consumo a través de las paritarias. A su vez, los empresarios no están dispuestos a resignar ganancia, este mecanismo retroalimenta el proceso que nos introduce en el espiral precios- salarios de la que el gobierno no puede salir. En este sentido, Córdoba, investigador y docente de la UNM, indica: “Si bien la inflación tiene cuestiones técnicas, muchas veces se olvida la dimensión política. Atacar sus causas a través de un diagnóstico correcto es una tarea necesaria”.
Un supervisor general de un supermercado de la zona de Moreno considera: “Es una medida obsoleta, de carácter temporaria que se aplica en forma permanente y que no resuelve la cuestión de fondo, que es la inflación estructural”. La fuente, que prefiere no identificarse, agrega: “Sería eficaz si tuviera un control en todo el ciclo de comercialización del producto. Desde la salida de fábrica hasta la llegada al autoservicio. Y que se permita denunciar al comercio de cercanía ante alguna autoridad competente si es que ocurrieren problemas de abastecimiento o falta de oferta de los productos aplicados en el programa”.
“Todo programa estabilizador de precios a lo largo de la historia argentina no obtuvo los resultados esperados. Además de que se diluyen los controles, tras pasar el tiempo, no resuelve el problema estructural: costos altos de producción y comercialización, altos impuestos y pocas empresas que casi ‘monopolizan’ los precios. Hay entre 4 y 5 empresas q fabrican el 80 % de los productos alimenticios, de limpieza y cuidado personal”, remata.
Algunos usuarios, ante el proceso inflacionario del país, notan que lo que antes por ejemplo se llamaba “fin de mes”, que ocurría después del día 25 de cada mes, ahora se materializa a partir del día 15. Fabio Olivares, profesor de teatro y actor , que vive en Moreno, dice: “Los Precios Justos ayudan a favorecer al bolsillo de las familias. Pero vivo buscando alternativas, ya que mi poder adquisitivo es bajo y dejé de consumir y comprar determinados productos”. Últimamente el consumidor en su mayoría elige el producto por el precio y no por sus preferencias de gusto o calidad. Para Sebastián Oleszczuk, profesor en Educación Física, también de Moreno la existencia de los Precios Justos no es muy buena porque tendría que haber otro tipo de manejo económico; y busca alternativas de consumos porque se maneja en el día a día.