“La pobreza está en un 52%, ¿qué pasó?”, se preguntó el sumo pontífice en una entrevista concedida a la agencia Associated Press. Los dichos de Jorge Bergoglio volvieron a instalar el debate sobre una realidad socioeconómica que afecta a millones de argentinos.
Las cifras de las que habla el Papa quizá se basen en las del Observatorio de la Deuda Social Argentina, organismo dependiente de la Universidad Católica. De acuerdo a esa entidad, la pobreza, a fines del año pasado, llegaba al 43% de la población, mientras que la indigencia alcanzaba al 9%.
El INDEC, por su parte, que utiliza otra metodología, en su último informe semestral de septiembre dio a conocer que el índice de pobreza es de un 36,5% , algo menor al 37, 3 % registrado a principios de 2022. En cualquier caso, se calcula que más de 17 millones de argentinos están afectados por esa condición. ¿Qué dicen los especialistas?
Mediciones
Como se señaló, en términos cualitativos existe una reducción de la pobreza si se compara a nivel interanual el índice del INDEC. El mismo informe durante 2021 estableció que un 40,6% del país se encontraba sumergido en esta situación. Sin embargo, solo disminuyó un 0,8% con respecto al segundo semestre de 2021, donde la pobreza había alcanzado a un total del 37,3%.
La inflación es uno de los principales fenómenos económicos que producen pobreza y afectan la capacidad de compra de las personas. Esta se mide a partir del Índice de Precios al Consumidor (IPC), desarrollado también por el INDEC.
Durante el pasado mes de diciembre, el IPC alcanzó una cifra del 5, 1. Con estos datos, la inflación en 2022 fue del 94 %, la más alta desde 1991. Otro resultado que genera preocupación es el índice de indigencia, el cual ascendió a la cifra del 8,8%, incrementándose un 0,6% respecto al segundo semestre de 2021 y afectando principalmente al Conurbano bonaerense; en esa área, la incidencia de la pobreza llega a un 42%, casi seis puntos más que el promedio nacional.
“Si comparamos el panorama de la pobreza en nuestro país con nosotros mismos, usando nuestros propios umbrales, podemos decir que hoy afecta a casi 20 millones de habitantes. Pero lo más preocupante es que desde 1988 a hoy, nunca pudimos ubicarla por debajo del 15% y hubo momentos, como el de la crisis de 2002, que rompió la barrera del 64% de la población”, comenta Jorge Paz, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (IELDE) de la Universidad Nacional de Salta (UNSA).
Pobreza y empleo
El principal problema de nuestro país es que un ciudadano puede ser pobre inclusive teniendo empleo. Hoy en día la tasa de desempleo se redujo, según el INDEC, al 6,9% en el segundo semestre de 2022, siendo la cifra más baja registrada desde 2016. El desafío es comenzar a generar empleos de calidad con salarios altos que permitan, a quienes lo perciben, no ser pobres.
“La estructura productiva de nuestro país se caracteriza por exportar mercancías agrarias. Productos con poco grado de elaboración y escaso impacto en la generación de empleo. Es una limitación que tenemos hace décadas, lo que algunos denominan ‘estructura productiva desequilibrada’. Culmina en una insuficiencia de divisas. El problema no es la redistribución, para revertir la situación hay que realizar cambios profundos y estructurales”, dice Pablo Sisti, docente de Economía (UNM/UNGS), magíster en Ciencias Sociales (FLACSO) e investigador docente del área de economía en el Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS.
Por su parte, Nadia Schuffer, economista y analista sectorial en el Ministerio de Desarrollo Productivo bonaerense, afirma: “La pobreza afecta a todo el conjunto de la sociedad: frustra al circuito económico y las empresas no logran ganancias al tener mercados internos raquíticos. En suma, sin ingresos no hay consumidores, sin consumidores, no hay demanda, sin demanda, no hay producción y sin producción no hay ganancia. Las clases populares son la principal víctima de este proceso, a quienes las redes de contención del Estado les son insuficientes, quienes no tienen respaldo económico o herramientas suficientes para afrontar la situación. Esto se traduce en mayor conflictividad social, inseguridad y marginalidad.”
La pobreza implica un impacto a corto y largo plazo para quienes se encuentran sumergidos en esta situación. Produce consecuencias en la salud, educación y, principalmente, en el desarrollo. El dato más preocupante que arrojó el último informe semestral del INDEC es que la pobreza infantil ascendió al 50,9% y afectó a más de 5 millones de menores de 14 años durante la primera mitad del año.
“Dado que las niñas y los niños son mayoría entre la población pobre, no es difícil imaginar su trayectoria de vida. Quienes se encuentran situados en los tramos de ingresos más bajos de la estructura social, asisten menos a la escuela, tienen un menor rendimiento escolar, repiten con mayor frecuencia que el resto los grados del ciclo escolar, tienen mayores niveles de ausentismo, mayor prevalencia de enfermedades prevenibles y dificultades de aprendizaje”, establece Paz, quien culmina: “Ya de jóvenes, tienen mayor probabilidad de entrar al mercado de trabajo de manera prematura y de enfrentar embarazos no deseados.
Estos factores terminan impactando en las posibilidades de inserción en el mercado laboral y, los que ingresan, lo hacen percibiendo remuneraciones bajas. Buena parte de estos jóvenes deberán enfrentar los problemas de la vida adulta con recursos insuficientes, lo cual reproduce el ciclo de pobreza.
