
En un contexto socioeconómico complejo donde la precarización y la falta de oportunidades laborales abundan, las plataformas digitales como OnlyFans se presentan como una alternativa de apariencia sencilla para ganar dinero con poco esfuerzo. O al menos, eso es lo que se cree. La venta del propio cuerpo de forma virtual no parece ser un problema para muchos jóvenes. Una herramienta laboral para algunos, un sistema que sirve para propagar estereotipos ya preestablecidos por la sociedad patriarcal para otros. ¿Cómo hablar de explotación y precarización laboral cuando se disfraza de trabajo autónomo? La falta de regulación laboral, la vulneración de derechos y el desplazamiento del deseo propio frente al del otro, son algunos de los inconvenientes que traen consigo este tipo de plataformas y la nueva era de la economía digital e individualismo.
OnlyFans es una red social creada en 2016 en Reino Unido. Su objetivo originalmente era que artistas pudieran subir a la plataforma contenido exclusivo para sus fans a cambio de dinero, mientras el sitio se quedaba con el 20% de la transacción. A diferencia de la mayoría de las redes sociales, OnlyFans no cuenta con prohibiciones de contenido, por eso actualmente la plataforma es famosa por su contenido erótico. Los datos estadísticos de la propia red social informan que se presentan 3,5 millones de creadores activos, donde el 84 % de los creadores son mujeres y el 78,9 % de los usuarios son hombres.
Nicolás Molinari es un creador de contenido de 27 años oriundo de Luján y con respecto a su decisión de comenzar en la plataforma asegura que “es por la plata, se gana muy buena plata con eso. Y es solamente con un celular”; respuesta similar brindó para este medio Candela Sánchez, quien vendía contenido a través de las plataformas Argentinas Cafecito y Matecito, que cuentan con un funcionamiento similar a OnlyFans: “Yo empecé porque necesitaba la plata, quizás si no hubiera tenido la necesidad no hubiera optado por eso”.
Estos datos promueven un debate que es tan antiguo como el trabajo sexual. Quienes normalizan la utilización de este tipo de plataformas como salida laboral, justifican que las personas que acceden a ellas lo hacen por libre elección. Lo cierto es que esta elección suele estar atravesada por la ilusión de obtener mucho dinero de forma sencilla, falta de experiencia e información y falta de otras oportunidades prometedoras.

El rol del machismo
Al igual que pasa en la prostitución, la mayor parte de las personas que se encuentran en esta red son mujeres cosificadas e hipersexualizadas, a pesar de creer que se trata de un comercio neutral donde tanto hombres como mujeres son aceptados por igual por subir su contenido.
Natalie Fariña, es estudiante de Psicología en la Universidad de Buenos Aires y creadora de contenido en OnlyFans, tiene 20 años, es de Moreno y sobre esta diferenciación entre el rol del hombre y el de la mujer en la venta de contenido sexual expresa: “Como todo en general, los hombres salen más beneficiados. Se los suele ver como capos, el producto nunca son ellos. Mientras que las chicas la mayoría de las veces suelen generar contenido solas. Los hombres creadores de contenido siempre es teniendo relaciones con una mujer, y después con otra y con otra. Y al hombre nunca le va a llegar un comentario diciendo cómo ´te estás exponiendo, esto es cualquier cosa´, nunca me he enterado que pase”.
En diálogo con este medio, Orlando Aguirre, sociólogo especialista en Derechos Humanos y candidato a doctor en Ciencias Sociales por la UBA, reflexiona acerca de la incidencia de vivir en una sociedad machista al juzgar este tipo de trabajos: “Cualquier persona que esté dentro del mercado del sexo, por decir así, cualquier chica que esté dentro del mercado del sexo es una puta. O sea, va a cargar con ese estigma por la cultura machista en la cual estamos. Una vendedora de contenido erótico por OnlyFans sería tildada así. Si yo por ejemplo, llevara un asado de domingo a una nueva pareja y dice, sí, pasa que estoy en OnlyFans, muy probablemente mis hermanas y mi madre me dirían, te juntaste con una pe-u-t-a. Yo creo que va a ser muy difícil separar. Les va a costar bastante porque el estigma y el tabú todavía sigue siendo grande”.
La reflexión de Orlando tiene puntos firmes que se condicen con lo que informan distintos creadores de contenido sobre su experiencia con la gente por fuera de las plataformas. La mercantilización del cuerpo produce en el otro una sensación de creerse dueño no solo del contenido obtenido, sino también de la persona que lo vende, alguien que deja de ser un ser humano para convertirse en un producto de una góndola disponible para comprar y utilizar cuando se disponga. “Hasta el día de hoy que yo en las redes no tengo nada que tenga que ver con el contenido tengo mensajes que me dicen ¿Cuánto por un encuentro? Te pago tanto por esto, te pago tanto por lo otro”, cuenta Candela que ya no vende contenido hace tres años y sigue recibiendo ofertas de hombres como si fuese un producto en remate, y agrega: “Piensan que sos una persona que está cien por ciento predispuesta en el ámbito privado solo porque vendés contenido. ´Che, quiero esto, quiero lo otro´ y lo tenés que hacer. Hay una línea bastante fina entre vender contenido de forma virtual y ser prostituta. No tengo problema con ninguna de las dos, pero es una línea y hay gente que lo confunde”.
En la misma línea, Natalie expresa: “Piensan que como vos trabajás de esto es fácil tener sexo con vos, que ni siquiera es necesario entablar una conversación. He recibido muchos mensajes de mis conocidos, alguna guarangada cuando quizás subo algo publicitando mi material. Y son amigos, son conocidos. Yo trabajo en esto hace años y desde que me separé hace dos, tuve sexo con un solo varón, que quizás muchos pensarían lo contrario. Entonces hay mucho estigma por eso”.
“Hacelo, pero en secreto”
La industria del sexo, o el sexo en general, sigue siendo un tema tabú que logra escandalizar a gran parte de la sociedad, sobre todo a la parte más conservadora que está tan de moda por estos tiempos. Se puede pensar que hay algunos avances que vienen de la mano de las nuevas generaciones más libres que buscan la igualdad constante y así lo expresa Nicolás, desde su lugar de creador de contenido: “Yo les conté a mis viejos, mi familia sabe todo. Obviamente hay sectores que muchas veces no entienden que es un trabajo. También venimos de una sociedad muy conservadora, Luján es muy conservador, me acuerdo que mi primer video se hizo muy viral y me dio un poco de pudor, porque yo no pensé que se iba a hacer tan viral. Después mis tías me llamaban, me preguntaban cosas, mis amigos también, y a mí no me daba cosa la verdad. Pero que me llamen y me pregunten ¿se filtró un video tuyo? No, no se filtró, lo filtré yo. Yo por lo menos con mi edad siempre fui muy de tirar abajo todo eso, lo conservador”.
Y sí, gran parte de las nuevas generaciones buscan tirar abajo algunos estigmas, tabúes y creencias que pertenecen más a ideas del siglo XIX que del siglo XXI, pero lastimosamente, aún queda mucho por recorrer, “al existir todavía todo un estigma alrededor de las personas que están dentro de la industria del sexo, yo creo que después se les dificulta un montón un proceso de socialización particular, personal, porque está este estigma. Se crea como esta nube donde si vos estás en Cafecito sos facilón. Pienso siempre en un arco familiar ampliado, quizás para las parejas no, pero en un arco familiar ampliado podría ser”, agrega desde su mirada como sociólogo Aguirre.
El estigma que se carga por vender contenido erótico parece generar vergüenza y pudor. A la hora de comunicar a los allegados (sobre todo a la familia), suelen aparecer respuestas ambiguas u ocultamientos. Sobre esto, Natalie comenta: “Cuando empecé, la plata la usaba en pedir helado o hamburguesas, entonces en mi casa pensaban que había un pretendiente que me compraba y yo me hacía la boluda. Ahora mi mamá sabe de lo que trabajo, pero nunca hubo una charla al respecto o comentarios en los que yo pude dar a entender lo que hacía, ellos lo saben pero no se habla del tema”.
Por su parte, para Candela Sánchez fue importante no tener familia para tomar la decisión de comenzar a vender contenido “Familia no tengo, así que no hay opiniones. Eso también fue un incentivo en decir, bueno, puedo llegar a vender contenido porque no hay nadie que pueda juzgarme tan cercano, no pierdo nada realmente”.

La necesidad de regular para proteger
Si se habla de discusiones en relación con el trabajo sexual, se habla de dos posiciones contrapuestas: abolicionismo o regulacionismo. En el caso de las plataformas de venta de contenido, el abolicionismo no parece ser una opción válida por varios motivos. Georgina Orellano, trabajadora sexual, activista por los derechos laborales, escritora y secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), en diálogo con el stream Gelatina reflexionó lo siguiente: “hay un concepto social que cree que la prostitución tiene que ver con la marginalidad, con la penetración. Entonces, el OnlyFans te plantea otra cosa, incluso no necesitas el sindicato, no necesitas el Estado. Eso te lo dicen incluso las que tienen OnlyFans. Porque lo que necesito es conexión a Internet, el aro de luces, aprender a vender tu capital erótico. Incluso hay un montón que trabajan en OnlyFans que no se reconocen como trabajadoras sexuales. Emprendedoras son, creadoras de contenido. Y nosotros le decimos, ´mira, no creaste nada´. Porque lo mismo que vos haces, las compañeras ya lo hacen hace un montón de años en la calle con la diferencia que las pobres son las criminalizadas y a vos se te celebra. Son muy pocas las que llegan”.
Esta distancia que las mismas personas que venden contenido sexual buscan marcar con la prostitución, es la que les hace creer a muchos de los creadores de contenido que su trabajo no debe ser regulado. Se niega la idea de que sea un trabajo precarizado y la necesidad de contar con derechos laborales que respalden cualquier problemática. Hay diversas justificaciones al respecto, Nicolás Molinari menciona: “Yo siento que no está precarizado porque la gente que hace esto gana mucha plata, entonces no tienen drama. Yo tengo amigos que hoy en día están ganando entre 8 y 10 mil dólares por mes. No considero que necesiten derechos”. Ante esto, no hay mucho que decir. Ya lo dijo Orellano “son muy pocas las que llegan”. Para pensar en la necesidad de regulación, hay que pensar en la gran cantidad de realidades que existen alrededor de la elección de la venta de contenido sexual y las consecuencias que la exposición pueden traer consigo estos contenidos que dejan una huella digital de por vida.
Candela Sánchez por su parte cree que regular sería negativo porque elimina la libertad a la hora de realizar el contenido: “va a ser como ponerles límites, siento que si se empieza A regular va a haber menos libertad”. Justamente, parte de la idea de regularización de este tipo de plataformas, tiene que ver con incorporar ciertos límites que protejan no solo a los trabajadores, sino también a los menores de edad.
“En ese momento yo era menor de edad, 16 tenía. Y es algo que simplemente se dio, tenía gente que lo solicitaba, entonces me hice uno. Me acuerdo que como era menor de edad, ni siquiera podía tener cuenta de Mercado Pago, usaba la cuenta de alguien más”, comentó Natalie Fariña sobre sus comienzos en la venta de contenido. Y este es sólo un ejemplo de por qué la regulación es realmente necesaria.
En Argentina, hay un gran vacío legal en cuanto a la protección de los menores de edad en línea. Por supuesto el acoso infantil está penado por la ley y se encuentra en vigencia desde el 2018 con la Ley 26.904, más conocida como Ley de grooming,que lo establece como delito. Por lo que quien contacte a un menor con fines sexuales a través de medios digitales puede recibir penas de 6 meses a 4 años de prisión. Por lo tanto, la experiencia que comenta Natalie queda establecida como un delito. Pero, ¿Qué pasa cuando el contenido es compartido por los mismos menores como un producto?¿Qué pasa cuando los compradores también son menores de edad? Según datos recolectados en “Un análisis del fenómeno Onlyfans desde el enfoque de género” (Sofía-Lourdes Santana Nixon, 2021) 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía y acceden a la misma a los 10 años. La exposición a este tipo de contenido a tan temprana edad provoca que la opción de considerar el propio cuerpo como una mercancía sea aún más factible, y más aún teniendo en cuenta que el discurso de mucho de los influencers que se dedican a la venta de contenido aseguran que el dinero que se gana es mucho mayor al de cualquier otro trabajo.
Más allá de la problemática con respecto a la exposición de los adolescentes, también hay que hablar del derecho a la imagen y la huella digital que esta genera ¿A quién le perece tu imagen una vez que subís el contenido? En el caso de OnlyFans, los límites parecen estar un poco más claros para los creadores de contenido, “la plataforma te cuida, vos querés sacar un screenshot, de una foto y te sale la foto negra, no se puede filtrar nada. También es muy exigente con la identidad de la persona, si yo grabo un video con vos, tengo que subir con quién grabó el video”, comenta Nicolás con respecto al funcionamiento de la plataforma.
Lo cierto es que, tal como se informa en el artículo “OnlyFans y el derecho a la propiedad intelectual de las y los creadores de contenido” publicado en la Revista Latinoamericana de Sociedad Digital, según los términos de uso de la plataforma, es el creador de contenidos quien posee los derechos de propiedad intelectual de los mismos. Pero, dentro de las “Política de aceptación de uso”, se realiza un traslado de la responsabilidad a la persona que compra el contenido para evitar que sea divulgado por fuera de este espacio. Por lo tanto, a la plataforma no le cabe ninguna responsabilidad ante una posible filtración. O sea, se lavan las manos.
En Argentina la situación es aún más compleja, porque plataformas como Cafecito o Matecito no hay términos de uso que protejan el contenido “no está regulado, es como si vos compras algo Por Mercado Libre. Vos pagas y tenés el contenido a tu disposición durante un mes. Vos podés grabarlo, guardarlo, no hay nada que proteja tu privacidad”, comenta Candela sobre su experiencia en estas plataformas Argentinas. De hecho, el motivo por el cual dejó de vender contenido, fue porque comenzó un vínculo con una persona reconocida y los medios se encargaron de difundir información sobre su trabajo en las redes, por lo que comenzaron a filtrar su contenido, sabiendo que no hay nada que la pueda proteger.
Entonces, por más que no lo piensen de buenas a primeras, la regulación de los contenidos es realmente necesaria para la protección de su imagen y su integridad. Y sobre esta mirada antireguladora, reflexiona Orlando Aguirre: “Es el clima de época, un poco el descreimiento del Estado. Sobre todo es la opinión que aparece en los jóvenes, que el Estado es un estorbo. El Estado tiene que ser una garantía para que uno desarrolle una libertad plena sin que se autolesione. Porque al fin y al cabo, si hay una elección de alguien mayor de edad de empezar una pyme sexual, si se puede dar ese nombre, bueno, que se sepa que tiene que tener determinados parámetros. O sea, si tenés 17 años no podés, si vos estás interactuando con gente, se te aparece un menor, no le podés vender contenido. Y tiene que haber un control. Y me parece que ahí sí tiene que aparecer la norma del Estado. Porque al fin y al cabo el Estado es el responsable de proteger también el desarrollo mental y psíquico de los chicos”.
Como plantea Orlando, el rol del Estado es fundamental para la protección de los derechos. No se pretende que se tomen medidas extremas como en el caso de Suecia, donde a partir del mes de junio se restringió severamente el contenido de OnlyFans. A partir de ahora, queda prohibido por ley el contenido en directo y los pedidos personalizados en la plataforma, mientras que el contenido genérico que se pueda subir, sigue siendo permitido.
Una prohibición tan brusca puede ser contraproducente. Los contenidos que ya no están permitidos en el país europeo son los que más dinero producen “mandar audios y videos del momento es lo que más se paga”, explica Natalie. Por lo tanto, la prohibición de este tipo de contenido puede generar una migración a otras plataformas donde la exposición y la desregulación sea aún mayor.
Entonces, es mas factible tomar como ejemplo las medidas adoptadas en Reino Unido, donde en 2023 se instauró la Ley de Seguridad en Línea que exige a los proveedores de servicios eliminar de las plataformas cualquier tipo de contenido considerado ilegal, lo que incluye, entre otras cosas, el contenido de abuso sexual infantil en sitios pornográficos.
En el marco de esta ley, la Ofcom en mayo de 2024 informó a través de un comunicado de prensa la apertura de una investigación a la plataforma OnlyFans por no tomar las medidas necesarias para la protección de menores de edad dado que ante los pedidos de información que aclare esta situación, no hubo respuestas precisas. Para el mes de abril de este año, se multó a la plataforma por 1.25 millones de euros por seguir incumpliendo ante el pedido de información.
Parece que cuando se habla de regulación, se hace solo pensando en la seguridad y protección de los menores de edad, en el derecho de imagen y la privacidad. Queda por fuera plantear una discusión acerca del trabajo sexual como cualquier otro, con los derechos que cualquier trabajador en regla posee. Por supuesto, sería excelente que nadie tenga que usar su cuerpo como un producto, pero parece que de momento hay quienes no encuentran otras opciones. ¿Qué pasa a estas personas? Históricamente es una discusión que queda relegada y que parece solo interesarle a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad constante y no cuentan con otras herramientas a su alcance.
Una discusión a profundizar
Aguirre brinda una mirada más profunda sobre la problemática: “Antes de discutir si el trabajo sexual es o no un trabajo, el debate de fondo es, ¿en qué medida realmente logramos conseguir una igualdad alrededor de un fenómeno? Porque sabemos muy bien que las que acceden al derecho a elegir, o las que siempre llegan últimas a la garantía de esos derechos, somos las personas que no somos blancas. Yo complejizaría un poco más por esto mismo, porque no está contemplado el debate racial”.
Es probable que la falta de discusión acerca de una regulación real a este tipo de plataformas esté dada también porque se debería incluir otras tantas variables alrededor del trabajo sexual, cuestiones que quedan en la marginalidad, como las desigualdades económicas, sociales y culturales; la nacionalidad, las oportunidades, la libertad y el rol del Estado.
Lo cierto es que, no importa si te encontrás en tu casa con un aro de luz o en condición de vulnerabilidad en la calle, es fundamental que el Estado implemente un marco regulatorio integral que no solo garantice la protección jurídica de los creadores, sino también condiciones laborales dignas ya sea en la presencialidad o la virtualidad. Hay que avanzar en garantizar derechos laborales, acceso a la salud y seguridad digital. Porque el trabajo sexual como una alternativa laboral ya no es algo marginal: es un fenómeno cultural y económico que llegó para quedarse.