
En los últimos años, la promoción de la lectura en América Latina se ha incrementado notablemente. En la Argentina, este sismo de lectores tiene su epicentro en La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires realizada cada año en La Rural, que en su reciente edición alcanzó una asistencia de 1.245.000 persona que recorrieron el predio ferial en busca de las últimas novedades editoriales. Pero el sector que más se destaca año tras año es el infantil y juvenil.
En la pasada Feria hubo un variado menú de stands que ofrecieron una diversidad de géneros y temáticas para docentes, mediadores de la lectura y otras personas entusiastas de estos géneros. La escritora Jaquelina Romero, que presentó allí su nuevo libro Romero & Juliet y firmó ejemplares, dice: “Tuve la oportunidad de encontrarme con gente con la que me escribo y niños que me conocieron en las charlas a través de Zoom y fue fantástico, el abrazo de ellos es el mejor regalo”,
Ella, oriunda de Castelar y que actualmente vive en República Dominicana, donde participa de lecturas en escuelas, agrega: “Soy mi propia promotora, pienso que es un estímulo para los niños encontrarse con la persona que escribió la historia que están leyendo, lo mismo pasa cuando conocen al ilustrador o la ilustradora”.
Luciana Murzi estuvo en el mismo lugar y presentó su nuevo libro ¡Ayuda, Bomberos!, como parte de una nueva colección cartoné para primeras infancias. “Es un libro de acumulación, de recorrido y de ayuda circular en el cual los personajes se prestan apoyo mutuo”, describe Murzi, que se dedica a editar, escribir y pensar literatura para chicos y chicas. “Existe una presencia cada vez mayor de libros para primeras infancias, de 0 a 4 años, como una muestra de la importancia que socialmente se le está dando a la práctica de lectura”, sostiene.
Nuevas tendencias, nuevas perspectivas
Lejos de querer instalarse en una única fórmula, la LIJ ha sabido acoger una variedad de recursos para narrar temáticas complejas de un modo simple y creativo, por medio de textos e ilustraciones. En ese sentido, Romero piensa que “hay una tendencia a la literatura fantástica, al empoderamiento de las niñas y los cuentos canción”. Y agrega: “Lo que veo últimamente son los libros para mindfulness, a través de libros de yoga para niños, y también rescato aquellos que exploran las emociones a temprana edad”.
Por su parte, Murzi advierte que el campo de la LIJ está en permanente movimiento. “Actualmente el lenguaje de la ilustración ocupa un papel determinante a la hora de comprar un libro en una librería o en una feria”, asegura. Además, considera que “el género libro álbum, o simplemente libros muy ilustrados, vienen ganando terreno desde hace algunos años”. En la misma línea, Lulú Kirschenbaum, editora junto a Manuel Rud del sello Limonero, que se dedica a la publicación y difusión del libro ilustrado, expresa lo importante que es este formato para ellos. “Así como buscamos textos de alta calidad literaria, buscamos ilustraciones de alta calidad artística”, señala.
En 2019, Limonero fue premiado como la mejor editorial de América del Sur y América Central en la Feria del Libro de Bolonia, el mayor evento de LIJ. “También buscamos que el dibujo no sea exactamente lo que dice el texto y viceversa, sino que haya un diálogo entre los textos y las ilustraciones que sea enriquecedor para ambos lenguajes”, aclara Kirschenbaum, quien recibió junto a su compañero el Premio Editores del Año 2023 en la Feria del Libro de Buenos Aires. Sobre las nuevas perspectivas de libros para los más chicos, la editora desea que se produzca una tendencia a “no subestimar al niño como lector y proponerle cosas más interesantes y menos estereotipadas”.
Parece ser que hoy día la LIJ busca estimular la reflexión antes que instruir o aleccionar. “El libro no tiene que estar absolutamente masticado para que el niño o la niña pueda comprender todo, sino que le tiene que permitir pensar, hacerse preguntas, indagar, investigar”, afirma María Laura Migliarino, especialista en Literatura Infantil y Juvenil, que trabaja hace más de quince años en el Programa Bibliotecas para Armar, que depende del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ella, que es licenciada en Ciencias de la Comunicación, asegura: “Lo que se le exige a la literatura para adultos también vale para la infancia”.
Al igual que Murzi, Migliarino advierte desde hace bastante tiempo que existe una mirada puesta en las primeras infancias. “En general estos libros se identifican porque tienen un formato pequeño, son de cartoné, ese cartón duro, para que el libro no se rompa fácilmente”, describe. Incluso cree que se puede compartir cualquier clase de literatura con este público. “Me parece que las primeras infancias quedan muy encasilladas a ese tipo de libros, y la verdad es que con ellas se puede leer de todo también”, añade.

Leer es más que solo leer
Sin duda, la LIJ se convierte en una experiencia amigable y estimulante para cualquier persona debido a que también facilita el encuentro. Migliarino, quien ha trabajado en distintas instituciones y programas asociados a lo que se denomina “promoción de la lectura”, confiesa que le escapa un poco a esa definición. “Más que promocionar, lo que uno intenta es establecer un vínculo con las infancias y propiciar un encuentro con la literatura, con diversas formas de contar el mundo”, explica.
Además, Migliarino define al libro como hospitalario y menciona elementos clave que hacen a la lectura compartida: la voz como portadora de afecto y la sonoridad de las palabras. “Son aspectos muy importantes en la vida de las infancias”, sostiene. Con relación a esto, Murzi asegura que compartir tiempo con ellas tiene un valor inmenso. Desde la pequeña editorial Abran Cancha, visita escuelas con los autores para realizar lecturas y talleres. “Cuando leemos con los chicos hay un vínculo que se afianza”. Y agrega: “Es muy recomendable invitarlos a compartir qué nos pareció el libro y charlar acerca de las preguntas que van surgiendo al leerlo”.
De ahí que los mediadores cumplen un rol fundamental a la hora de transmitir el deseo y las ganas de leer. En ese sentido, Kirschenbaum subraya que la misión de Limonero es publicar libros que puedan leer niños y niñas pero que al mismo tiempo interesan a los adultos. “La literatura se vuelve una invitación a compartir de verdad, a que se produzca un encuentro y un interés genuino, y que leerles a los niños no sea una obligación para educarlos, sino que sea algo que se haga genuinamente desde un placer”, declara. Con su compañero se consideran primero lectores antes que editores. “Manu y yo no publicamos nada que no nos guste para leer nosotros mismos”, afirma.
¿Se puede hablar, entonces, de una literatura para adultos y otra para los más chicos? En efecto, Migliarino se pregunta cuál es la bisagra entre lo que es para un público y para el otro. “Esas categorías tan esquemáticas obturan la lectura en vez de abrirla”, señala. A su vez, Romero dice que el libro infantil es apto para todo público y destaca una frase del cuento “La flor más grande del mundo”, escrito por José Saramago: “¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que, desde hace tanto tiempo, venimos enseñando?”.