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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Invierno y salud: mitos y verdades

Con la llegada de las bajas temperaturas pueden recrudecer diversas enfermedades. ¿Cuánto tiene que ver la temporada invernal? Hablan dos médicas y un médico.
Los chicos conforman un grupo que se ve especialmente afectado por el frío, debido a un sistema inmunológico más inmaduro que el de los adultos, dice la pediatra Nora Savoia.

El frío toma las riendas del clima en nuestro país. Para el 2024 se prevé un invierno con temperaturas más bajas, en relación con dicha estación en años anteriores. Con esto, las enfermedades tienen el campo de acción ideal para propagarse entre la población, lo cual puede generar dificultades. Así, hay preguntas que toman protagonismo: ¿qué es exactamente lo que enferma? ¿Es el frío por sí mismo? Los gérmenes o los virus,  ¿son consecuencia del frío o la causa de las enfermedades? ¿Qué sucede con diversas poblaciones de riesgo, como en el caso de las infancias? Aquí se desarrollan las voces de diversos especialistas y sus recomendaciones.

El clima frío del invierno hace prevalecer las enfermedades que se alojan y desarrollan en las vías respiratorias, como es el caso de la gripe, la bronquitis y la neumonía, entre otras. La Organización Mundial de la Salud indica que, en relación con la gripe, esta puede propagarse fácilmente en entornos donde se puedan aglomerar personas. “Si estamos en ambientes cerrados y hacinados, la privacidad de infección es mayor. Los climas fríos y el famoso ‘chupar frío’ (del que nos previenen nuestros padres y abuelos) también afecta al sistema de defensa de nuestro cuerpo, favoreciendo así el ingreso de las infecciones”, asegura Germán Lara, médico de familia que se desempeña en diversos centros de salud de la provincia de Buenos Aires.

En más de una oportunidad, las características que poseen tanto las enfermedades leves como las más crónicas pueden, en principio, ser similares. Hay, sin embargo, variantes que permiten inferir si se trata de una simple gripe o algo un poco más complejo. “Cómo diferenciar entre unas u otras depende del paciente, de su edad y de otras enfermedades que éste posea”, asegura María Marta Devoto, médica clínica y neumonóloga. Y a esto agrega que “salvo el resfrío común, las demás se acompañan de fiebre, dificultad respiratoria y, en algunos casos, mayor compromiso del estado general del paciente”.

Sobre la prevención y sus formas de llevarla adelante, hay un elemento que toma relevancia por sobre los demás: la vacuna antigripal. ¿Por qué se debe aplicar todos los años? Devoto sostiene que la razón de la aplicación anual se debe a que, año tras año, el virus muta y se fortalece. Sobre este tema, Lara agrega que la vacuna no es suficiente, que existen una variedad de enfermedades respiratorias en circulación, y que “es común pensar que, por vacunarse, no nos vamos a enfermar”. Los profesionales coinciden en que, además de la vacuna, los mejores cuidados están relacionados al abrigo, a la buena alimentación, al deporte, al buen sueño y a la no exposición a pacientes enfermos.

¿Gripe? ¿Virus? ¿Influenza? Es necesario aclarar algunas distinciones, para entender con precisión de qué hablamos cuando hablamos de estas enfermedades en invierno. Para eso, la médica Nora Savoia, pediatra en el Centro de Atención Primaria de la Salud Santa Laura, de Morón, aclara: “En el invierno aparecen todos los procesos relacionados con el frío: catarros, bronquitis, faringitis, y neumonía en los casos más relevantes. Y, típicamente, la gripe. Uno le dice “gripe” al catarro o a la fiebre, pero es necesario considerarla como una entidad aparte provocada por un virus, que es el virus de la Influenza.” La profesional aprovecha para desactivar un mito sobre la razón de que uno se enferme: “El frío no es lo que enferma. No nos enfermamos por andar descalzos. El clima invernal lo que facilita es la circulación de enfermedades y, debido a este clima, uno decide encerrarse más para protegerse”. La no ventilación de lugares cerrados, el contacto con otros contagiados y los cambios de temperatura entre el espacio interior y exterior, entonces, abre las puertas al contagio.

Existen mecanismos que el cuerpo pone en acción para prevenir las enfermedades. Tal es el caso de la mucosa o la tos. Sobre la primera, Savoia afirma que si bien funciona como barrera para no contraer las enfermedades, el tema es un poco más complejo: “Las secreciones mucosas que se generan en las vías respiratorias contienen unas sustancias útiles para las defensas. Lo mismo ocurre con la tos, que uno la asume como mecanismo de defensa al expulsar las flemas”. Sin embargo, en el invierno este funcionamiento de la mucosa se altera, por lo que “los gérmenes entran más fácilmente. Entonces el moco cambia: cambian sus colores y texturas. Si luego de ser verde desaparece, el problema se soluciona. Si esto persiste y es acompañado por mucosa con sangre o un estado febril, entonces es necesario recurrir a la atención médica”.

Además de los ya mencionados, otro grupo de riesgo merece un apartado: las infancias. Los niños y niñas, dice Savoia, conforman un grupo que se ve especialmente afectado debido a un sistema inmunológico más inmaduro que el de los adultos, “por lo que se defienden menos cuando cambian las temperaturas, o cuando las condiciones climáticas son adversas”. Una particularidad relevante de este grupo etario es que, según la profesional, “los nenes tienen una regulación diferente de su temperatura. Soportan más el frío. No soportan estar abrigados y, además, son mucho más activos. Eso hace que uno no tenga que obligarlos a abrigarse porque transpiran y es peor para ellos. Hay que respetarles las temperaturas corporales”.

En el caso de los bebés, Savoia afirma que “las defensas son aún menores, y por ende, la probabilidad de que se enfermen de algo más grave es mayor”. Sobre esto, agrega que existen ejemplos claves, como las bronquiolitis o las otitis. Ambas enfermedades (típicas en los bebés) son consecuencia de un sistema aún no desarrollado: la primera clase de enfermedad responde a las vías respiratorias más pequeñas y angostas; mientras que la segunda responde a la anatomía del oído, que aún no ha progresado lo suficiente como para defenderse. El caso de los bebés con las temperaturas corporales es distinto al de los niños, asegura la pediatra: “Ellos controlan mal sus temperaturas, por lo que siempre deben estar abrigados con una ropa más que los padres”.

A pesar de todo esto, la situación de los medicamentos no ha tenido grandes alteraciones. Se evidencia un aumento en la demanda de medicamentos para enfermedades respiratorias, asevera Julián Fernández, farmacéutico privado: “Sobre todo, para afecciones virales”, aclara. Además, afirma que los mejores medicamentos son los “antigripales, antifebriles y los jarabes dados por prescripciones médicas”. Sostiene que se utilicen antibióticos o corticoides, dependiendo de la complejidad o severidad del caso.

Al ser consultado sobre los posibles efectos secundarios de este tipo de medicamentos, Fernández asegura que “se necesita saber si el paciente tiene otras enfermedades de base, para evitar efectos no deseados. Este puede ser el caso, por ejemplo, de un paciente hipertenso que deba consumir fármacos descongestivos”. 

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