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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Increíble pero real: ahora también hay quienes no creen que existieron los dinosaurios

A los que, sin fundamento alguno, creen que la Tierra es plana, o que todas las vacunas hacen mal, se suma una nueva especie: quienes aseguran que los dinosaurios nunca existieron. ¿Qué dice la ciencia ante semejantes afirmaciones?
Tengo contacto diario con restos fósiles de dinosaurios, los veo en museos, ¡los encontré yo misma en el campo! Por esto me resulta que esa afirmación es un verdadero sinsentido. Es como si quisieran convencer de que los teléfonos celulares no existen”, dice la doctora en Ciencias Biológicas Paula Muzzopappa.

Frente al histórico Museo de Ciencias Naturales de La Plata, un grupo de personas se congregó hace algunas semanas con carteles que desafiaban lo impensado: “Los dinosaurios nunca existieron”. A primera vista podía parecer una provocación irónica, pero no lo era. Lo que ocurrió fue el primer encuentro dino-negacionista en Argentina, un emergente insólito, pero no aislado, dentro de una ola de discursos anticientíficos que ganan visibilidad en redes sociales y ciertos sectores políticos. Todo esto, a pesar de que la existencia de los dinosaurios está respaldada por una abrumadora evidencia fósil.

“Definitivamente me tomó por sorpresa”, afirmó Paula Muzzopappa, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del CONICET. “Tengo contacto diario con restos fósiles de dinosaurios, los veo en museos, ¡los encontré yo misma en el campo! Por esto me resulta que esa afirmación es un verdadero sinsentido. Es como si quisieran convencer de que los teléfonos celulares no existen”, manifiesta. La comparación es elocuente: no se discute falta de evidencia, sino la voluntad de ignorarla.

Para Zulma Brandoni de Gasparini, referente de las Ciencias Naturales y de la paleontología argentina, la situación es tan absurda como preocupante. “Sí, en realidad sorprende porque nuestro país tiene una de las historias más larga en ciencia de la paleontología. No se puede decir que sea algo desconocido. Muy por el contrario”, expresa. La investigadora del CONICET enfatizó: “La Argentina es realmente relevante, no solo por los fósiles que se han descubierto y se siguen descubriendo, sino por el nivel de los estudios paleontológicos, los resultados, el ritmo, la calidad y la cantidad. Todo el mundo está enterado”.

Aunque el impacto en el trabajo científico directo parece mínimo por ahora, las implicancias culturales, políticas y educativas son significativas. Florencia Filippini, paleontóloga y becaria del CONICET, señala que estos discursos negacionistas “se retroalimentan entre ellos, los que niegan a los dinosaurios vienen del terraplanismo y si aceptas a uno ¿por qué no aceptar otro? Si crees que los fósiles son parte de un complot también podes creer que las vacunas se usan para controlar a la sociedad”.

Para Filippini, esto no es un juego inocente. “Ya lo vimos con los antivacunas, que generaron el regreso de enfermedades que estaban prácticamente erradicadas, como lo son el sarampión, la varicela u otros tipos de enfermedades que, sobre todo, afectan a las infancias. No es solo raro o gracioso, estos discursos pueden afectar directamente la salud pública”, advierte. En su visión, aceptar un relato negacionista abre paso a otros aún más peligrosos, cuyas consecuencias terminan impactando directamente en la vida de la sociedad, especialmente en los sectores más vulnerables.

Ignorancia y política

Ricardo Cabrera, doctor en Biología y divulgador, asegura que el auge del negacionismo no puede leerse por fuera del contexto político. Para él, detrás de estos discursos hay un intento deliberado de debilitar el pensamiento crítico y desacreditar a la ciencia como forma válida de conocimiento. “Los adeptos a la derecha política, al conservadurismo, se nutren del embrutecimiento popular”, afirma. Y lejos de considerarlo un fenómeno marginal, señala que “aunque nos duela, el terraplanismo es la norma y no la excepción”.

Esta percepción se repite entre los y las especialistas. Mauricio Cerroni, doctor en Ciencias Naturales e investigador del CONICET, remarca que “hay personajes que fomentan este tipo de discursos y claramente buscan debilitar la confianza en la ciencia. Utilizan fake news, datos a medias, resultados malversados”. Para él, el problema no es solo la desinformación, sino su traducción en decisiones concretas: “El principal peligro es que estas personas lleguen a lugares de poder. Ya está pasando”, comenta.

La expansión de estos discursos sería impensable sin canales que amplifiquen su alcance. Cabrera subraya que estos mensajes encuentran eco en las redes sociales y en ciertos medios de comunicación, donde el impacto de lo absurdo suele pesar más que la evidencia. En la misma línea, Filippini observa que “las redes benefician a estos discursos por su brevedad, impacto y falta de profundidad. Ellos pueden entregar una narrativa simple, sin conceptos previos. La ciencia necesita explicar procesos complejos y eso no siempre cabe en un tweet”.

Desde una mirada más institucional, el paleontólogo Leonardo Salgado encuentra inquietante que “cualquiera diga cualquier cosa y tenga llegada. Hay gente que estudia, investiga, y ahora cualquier disparate se difunde como si mereciera la misma atención”, expresa y agrega: “Me preocupa que tengamos que justificar la existencia de los dinosaurios. Es algo insólito”, subraya. Para Salgado no se trata solo de una falta de respeto hacia quienes dedican su vida a investigar, sino de una señal de alarma sobre cómo se desdibuja la diferencia entre hechos y opiniones.

“Lo importante es que la prensa de voz a quienes dedicaron su vida a esto. Que pongamos las cosas en su lugar”, afirma Zulma Brandoni de Gasparini, paleontóloga argentina.

La ciencia bajo ataque

Aunque los discursos negacionistas ganan visibilidad, la paleontología sigue siendo una de las ciencias con mayor conexión efectiva y cultural en la sociedad. Filippini, doctora en Ciencias Aplicadas, sostiene que “los dinosaurios son la gran puerta de entrada a la ciencia para chicos y grandes. Se desestima el valor cultural que tiene la educación científica desde la paleontología. Muchos científicos empezaron así”. Para ella, los discursos negacionistas no solo atentan contra la verdad científica, sino contra una identidad colectiva. “Los dinosaurios de la Patagonia son nuestros dinosaurios. Son parte de la identidad argentina”, declara.

Sin embargo, esa conexión cultural no alcanza para proteger a la paleontología del deterioro estructural que sufre la ciencia argentina. “El negacionismo no afecta nuestro trabajo, lo que sí afecta es la falta de presupuesto para el desarrollo de la ciencia en general. No se puede hacer paleontología, ni ninguna disciplina científica, sin gente y sin recursos económicos”, remarca Muzzopappa, quien también forma parte del equipo de investigación de la Fundación Azara.

Cerroni coincide en que uno de los obstáculos más graves que enfrenta la paleontología hoy es el recorte presupuestario. “Tuvimos que buscar financiamiento externo, como becas y subsidios de la National Geographic, para poder financiar los viajes al campo”, señala. La falta de inversión no solo limita el trabajo de investigación, sino que también debilita el vínculo entre ciencia y sociedad, dejando terreno fértil para que los discursos negacionistas se expandan sin una respuesta sólida desde el conocimiento.

Frente a este panorama, la defensa del conocimiento se vuelve crucial. “Imaginate que te condenen por algo sin evidencias. Abonar ese camino, como lo hace el negacionismo, es una tragedia asegurada para la seguridad civil”, advierte Muzzopapa y agrega que “necesitamos que el pensamiento científico sea popular para evitar engaños”. Para la investigadora, promover una cultura científica no es una condición indispensable para una ciudadanía informada, capaz de tomar decisiones críticas y resistir los discursos que apelan a la desinformación.

Brandoni de Gasparini señala que “no influye en el conocimiento que crean o no crean. Lo que sí importa es que se conozca la voz de la gente experta. Los paleontólogos tenemos que estar, no solo desde lo científico, sino también en la enseñanza y la difusión”. Para ella, ignorar estas voces sería ceder terreno. “Lo importante es que la prensa de voz a quienes dedicaron su vida a esto. Que pongamos las cosas en su lugar”, afirma. Visibilizar el trabajo de la comunidad científica, insiste, es también una forma de fortalecer las instituciones del conocimiento.

De esta manera, lejos de ser una torre de marfil, la ciencia se construye con esfuerzo colectivo, evidencia rigurosa y compromiso social. “No se trata de creer o no creer en los dinosaurios, sino de entender cómo trabaja la ciencia, cómo procede el trabajo paleontológico y qué es el conocimiento científico. Son conocimientos provisorios, sujetos a revisión, pero siempre basados en pruebas”, asegura Salgado, docente e investigador del CONICET.

En ese sentido, los discursos negacionistas no solo niegan fósiles: niegan el valor del pensamiento crítico, del conocimiento colectivo y de la educación pública. “Es ignorancia planificada”, sentencia Muzzopappa, retomando las palabras de Rodolfo Walsh. Y aunque estos movimientos puedan parecer pintorescos, su trasfondo revela una batalla cultural en la que, como advierte Filippini, “se juega también el destino de la ciencia, la salud, la educación y el futuro mismo de la sociedad”.

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