La inflación, la importación y exportación de bienes alimenticios y también la de productos industriales. Todos esos elementos se modifican en Argentina como consecuencia de la situación que se vive en suelo ucraniano, bajo ataque ruso. ¿Cómo entender las consecuencias para nuestro país de ese enfrentamiento? ¿Y qué claves culturales explican la intensidad de la guerra?
Según el economista y docente de la UNM Pablo Tavilla, lo que sucede con las grandes potencias mundiales afecta tanto a ellas como a los países en vías de desarrollo. Afirma: “En el caso de Argentina es aún más grave, por la restricción externa tan recurrente en nuestra economía, la aceleración inflacionaria y los salarios que están por debajo de la inflación. Se nota una mejoría, pero también un malestar en el bolsillo de la gente”.
“Hoy Rusia es el primer exportador de trigo, que equivale al 18 por ciento en el mercado mundial. Y Ucrania, el quinto exportador. Entre los dos, más o menos el 33 por ciento del comercio mundial de este sector lo aportan ellos. Son jugadores serios que, si se suman los bloqueos y sanciones, estamos en serios problemas de abastecimiento como, por ejemplo, algunos países de África que importan estos bienes”, detalla el investigador.
“El cambio a nivel económico del que se habla ya está en proceso incluso mucho antes del conflicto entre Rusia y Ucrania. La pandemia lo aceleró, y cuando suceden estas cosas, donde las fragilidades de las economías se ven afectadas, cambia la dirección. No sé cuánto más puede ser sostenido en la práctica el discurso neoliberal, al menos desde mi punto de vista. Cada país defiende su economía, y arrancan los proteccionismos y otras variables que cambian las reglas de juego en el poder”, agrega Tavilla.
Por su parte, Eduardo Crespo, economista, docente en la UNM y también en la Universidad Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), en consonancia con lo que describe su colega, menciona: “La guerra está afectando a algunas mercancías muy sensibles como los alimentos, energía y fertilizantes. Directa o indirectamente estas apuntan a los alimentos y, desde ya, causan un efecto directo en los productores de ellos”.
“Estamos en un nivel internacional de inflación hoy, alto; y en un país como la Argentina, esto significa ‘echar más leña al fuego’. Por ejemplo, con el gas se perjudica a la balanza de pagos, ya que todavía somos importadores y eso demanda tener divisas [dólares] para comprar”, sostiene.
“Si bien está el gasoducto Néstor Kirchner en proceso en la Provincia de Neuquén, equivale un gasto que podríamos ahorrarlo si lo tuviéramos funcionando”, reconoce Crespo y agrega: . “La consecuencia positiva, paradójicamente, es que la suba de alimentos, si bien genera inflación, significa más divisas teniendo en cuenta que somos un país exportador. Hay un efecto cruzado allí, pero en general el panorama es muy complicado por la suba de precios internacionales”.
El factor cultural del conflicto
El conflicto ruso-ucraniano también tiene una dimensión relacionada con la cultura El historiador Martín Baña y el periodista Ignacio Hutin , coinciden en que hay un lazo que une a ambos países. Se trata del pasado histórico de la Unión Soviética y el zarismo.
Hutin, autor de Ucrania/Donbass. Una Renovada Guerra Fría (Areté) y de Ucrania. Una crónica desde el frente (Indie Libros) desarrolla y sostiene que Rusia, Ucrania y Bielorrusia tienen exactamente el mismo origen: “Fueron el primer proto estado eslavo que existió, alrededor Siglo VI, en lo que hoy es la capital Kiev, en Ucrania”.
“Los tres están emparentados histórica y culturalmente. De hecho, al mismo tiempo se convirtieron al cristianismo en su momento. Rusia al ver a Ucrania alejándose de ese parentesco ex soviético y acercando diplomacias con Europa, es un golpe en términos más de nacionalismo que de seguridad”, enfatiza.
Y apunta: “Putin viene hablando de este tema desde hace más de 20 años. Considero que lo de Ucrania, en principio, fue una excusa, porque este último viene en guerra con dos estados independentistas que, encima, tienen apoyo de Rusia. Desde mi perspectiva, el máximo titular del Kremlin trata de replantear las políticas de defensa y seguridad de Europa, que se originaron en los noventa pos guerra fría donde Rusia no tenía ‘fuerza’ para nada”.
“Se escucha mucho en los últimos meses ‘esta es una guerra entre democracias y dictadura’. Rusia en su historia jamás fue un país democrático, y Ucrania tampoco es la panacea de la democracia. De hecho, (Vladimir) Zelensky cerró tres canales de televisión porque no le gustaban”, señala el periodista.
En tanto, Martín Baña, profesor adjunto a cargo de la cátedra de Historia de Rusia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, argumenta que hay una razón por la cual el gobierno bicontinental tiene este tipo de iniciativas: “Hay una serie de elementos que unen a ese mundo ruso con Ucrania: culturales, religiosos y sobre todo, lingüísticos. El autor de Quien no extraña al comunismo no tiene corazón y Todo lo que necesitas saber sobre la Revolución Rusa, menciona que se trata de restaurar lo que provocó la desaparición de la Unión de República Socialistas Soviéticas de 1989: “Con la disolución de la URSS, hay una gran cantidad de miembros que quedaron por fuera de la Rusia actual, entonces se ve en la necesidad de intervenir, proteger y defenderlos, los cuales gran cantidad se encontrarían en Ucrania. Por eso, Putin suele repetir en sus discursos que no hay diferencias entre ellos”.
A su vez, dice que la cuestión orbita sobre una identidad propiamente de representación étnica más que política: “Hay una clara voluntad de colocar a ese mundo ruso como en una suerte de guía, de faro, entendiendo una decadencia de Occidente, convirtiéndose Rusia en esos valores y protegiéndolos de los Estados Unidos y de Europa”.
Por otro lado, manifiesta que existe una “rusofobia” histórica que se va reciclando y resignificando en cada coyuntura: “En el siglo XX, estuvo vinculada al comunismo. En la actualidad, hay una relación ambigua sobre el comunismo y con ese pasado soviético que el ‘putinismo’ intenta recuperar de manera selectiva, por ejemplo, con la grandeza de la nación y las amenazas que significan para ella”. señala. Baña finaliza: “El presidente ruso en ningún momento puso en duda las bases sociales y económicas del actual sistema capitalista. Es un pragmático y conservador que entiende que hay que hacer un vínculo con su historia pasada, recuperar los mejores logros, incluso los del imperio zarista”. En este contexto, la guerra contra Ucrania, más allá de los factores que llevan a Moscú a realizarla, tiene repercusiones económicas hasta en el otro extremo del planeta.