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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Gomitas masticables para el corazón: ciencia al servicio de la vida

Un grupo de cientìficos de la Universidad Nacional del Sur, con fondos de la Comisiòn de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires (CIC), desarrolló un formato de medicamentos para patologías cardiovasculares pediátricas que pueden consumirse como gomitas masticables.
“Es necesario contar con formas farmacéuticas que no sean del tamaño ni de la consistencia de un comprimido”, señala Noelia González Vidal, directora del proyecto e inestigadora de la Universidad Nacional del Sur.

En la infancia, tomar un medicamento puede convertirse en una experiencia poco amigable. El sabor amargo, la textura espesa del jarabe o el tamaño de un comprimido estándar suelen atravesar muchas más emociones que solo el rechazo. Para los profesionales de la salud y las familias, lograr que un niño cumpla con un tratamiento prolongado puede implicar disgustos, lágrimas y pataleos. Pero detrás de esa escena cotidiana se esconde un problema mucho más profundo: la interrupción de tratamientos crónicos cardiovasculares.

En ese contexto, una investigación fue impulsada por un equipo de farmacéuticos y becarios del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur (UNS), con financiamiento de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC). El proyecto, liderado por Noelia González Vidal, analiza la producción de medicamentos más accesibles para el tratamiento de patologías cardiovasculares en pacientes pediátricos con dificultades en la ingesta. Para ello, desarrollaron un formato de gomitas masticables con principios activos, similares en apariencia a las golosinas comercializadas.

De este modo, se busca mejorar la aceptación y la continuidad de los tratamientos pediátricos, sin alterar su eficacia ni seguridad. La idea es sencilla: convertir una pastilla o jarabe en formato masticable, pero el proceso detrás de esa transformación implica un trabajo técnico complejo, donde intervienen la farmacología, la pediatría clínica y la psicología infantil.

Por otro lado, González Vidal, licenciada en Farmacia en la UNS y doctorada en área Tecnológica en Farmacia UBA, hace referencia a los inicios: “Cuando nos estuvimos metiendo en el terreno pediátrico, notamos la falta de formulaciones aptas para niños”. La propuesta surge de una necesidad concreta detectada en hospitales y consultorios pediátricos, de este modo manifiesta que “la ventaja fundamental es que no necesita efectuarse un proceso de deglución, ya que justamente los chicos lo van madurando con la edad. Es necesario contar con formas farmacéuticas que no sean del tamaño ni de la consistencia de un comprimido”.

La prioridad se centra en el desarrollo de formulaciones huérfanas, que son aquellas que el mercado farmacéutico deja de lado por no ser lo suficientemente rentables, dejándolas apartadas como un nicho difícil de conseguir. Y además, a raíz de empezar a trabajar en el terreno pediátrico, notaron cuanta falta había de formulaciones de medicamentos aptas para la temprana edad. 

En patologías que requieren tratamientos de alta precisión, como las cardiopatías congénitas, las consecuencias de una interrupción son considerables. Así lo explica Mariel Foti, médica egresada de la UBA con residencia en Pediatría y especialización en Cardiología Infantil, actual cardióloga infantil del Hospital Garrahan: “Cuando un chico interrumpe su tratamiento por no poder tomar la medicación, algunas veces puede cambiar todo el pronóstico. Por lo general, no es falta de voluntad, sino que el sistema no se adapta al niño: el medicamento es difícil de conseguir”.

El desafío que se enfrentan al transformar una píldora o jarabe en un formato masticable es mayor de lo que parece. Implica garantizar la estabilidad química del fármaco, su correcta liberación y absorción, y asegurar que el agregado de colorantes, saborizantes o excipientes no altere la eficacia terapéutica. En relación a este ítem, a lo largo del avance, se realizan ensayos de palpabilidad en adultos sanos con un censo posterior, en los que se evalúa textura y sabor sin consumir el fármaco, ya que se escupen. Dichos testeos, hasta el momento, están aprobados por el Comité de Ética del Hospital Italiano Regional del Sur, de Bahía Blanca. Ante las dificultades que enfrentan los pacientes más pequeños para poder respetar la medicación y poder consumirla, las familias también se ven perjudicadas en la constancia y eficacia del tratamiento otorgado.


“Casi todos los medicamentos que usamos en cardiología infantil no fueron diseñados para chicos y no se encuentran en las formas comerciales adecuadas, sino adaptados a los de adultos. Eso implica fraccionar comprimidos, usar fórmulas magistrales y dosificar con base en peso y edad”, manifiesta Foti.

Muchas veces deben buscar formas alternativas como triturar o moler el comprimido para lograr que lo pueda consumir. Con relación a los jarabes y su sabor amargo, es complejo llevar las medidas ya que están distribuidos en el envase. La dosificación poco precisa complica aún más el cumplimiento. En cambio, en la gomita, el activo está incorporado en una porción precisa y estable para cada paciente pediátrico.


En este sentido, Vidal agrega: “En el contexto de tratamiento, los padres y el niño ya están atravesando una situación sumamente complicada por la patología que tiene el menor, si encima le sumamos estrés y complejidad a todo, dándole un problema más con una forma farmacéutica compleja, no tiene sentido. Por eso, nosotros creemos y esperamos que el impacto que esto tenga con esta fórmula sea altamente positivo”.

La experiencia clínica respalda esa observación. El doctor Fernando Pombo, pediatra e infectólogo especializado en la UBA, describe un escenario habitual en los consultorios: “Es frecuente que los chicos tengan dificultades para tomar algunos medicamentos, sobre todo en comprimidos o ciertos jarabes. El sabor, la textura o el miedo a atragantarse hacen que muchos tratamientos deben discontinuar. Dicho esto, el aspecto sensorial influye de manera directa en la constancia: “El color, el sabor y la consistencia son determinantes. Si la experiencia es desagradable, el rechazo aparece enseguida”, asegura.

Además del aspecto técnico, el proyecto incorpora una mirada interdisciplinaria que incluye aspectos psicológicos del acto de medicarse. En edades tempranas, el rechazo puede no ser racional, sino una respuesta a estímulos sensoriales o de saboreo. En ese sentido, adaptar la forma del medicamento a un formato más amigable al ojo del niño, como una gomita, puede mejorar la percepción del tratamiento sin perder eficacia científica.

Si bien el desarrollo se encuentra en etapa experimental, el equipo proyecta que este tipo de formulaciones pueda trasladarse al sistema sanitario público, donde la necesidad de alternativas pediátricas seguras y accesibles sea urgente. Vidal destaca el rol de la ciencia pública en esta transformación: “Realmente si seguimos acá es porque nos gusta y porque creemos en el fondo que apostamos a que la ciencia puede modificar la vida de las personas, sobre todo en nuestra área que estamos relacionados a la salud”. De este modo, el apoyo y la difusión resultan esenciales para la investigación, logrando que el financiamiento sea directo y en un tiempo acotado.

El proyecto de investigación y elaboración representa un puente entre la universidad y el sistema sanitario. La articulación con hospitales y organismos científicos permite transformar una idea que nace en el ámbito académico, a una innovación que se pueda aplicar a las necesidades de los menores, reafirmando el valor de la investigación pública como motor de soluciones reales y eficaces. “Mientras se respete la farmacocinética y la biodisponibilidad del medicamento, es decir, cómo el fármaco se distribuye y actúa a nivel biológico, este nuevo formato estaría muy bien”, concluye Pombo.

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