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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

“Fin de mes es el 15”: el ajuste estrangula a los barrios

Los ingresos pierden ante la inflación y además aparece el fantasma de los despidos y el cierre de negocios. Y muchos de quienes tienen trabajo, no llegan a fin de mes. Testimonios de primera mano desde Las Catonas
“El sueldo no alcanza”, “fin de mes es el 15 o 20”, “no tengo derecho ni a enfermarme”, son frases que se repiten entre los entrevistados. Foto: Pilar Camacho, de ANCCOM

La devaluación del 100 % del dólar oficial, la reducción de ministerios, la suspensión de obra pública y pauta oficial, la supresión de contratos laborales, así como la disminución de transferencias discrecionales del Estado nacional a las provincias, provocaron una consecuencia obvia: la pobreza no para de crecer y ya afecta el 55 % de la población.

Aunque se visualice una tendencia a la reducción del índice inflacionario, se observa una contundente disminución en el consumo masivo. El aumento de tarifas de los servicios públicos, cuotas de la medicina prepaga y comunicación, no dejaron de castigar al ingreso salarial. En cuanto a los hábitos de consumo de la canasta básica alimentaria, estas, se encuentran plenamente insatisfechas. ¿Qué pasa entonces en los barrios? ¿Qué pasa en Las Catonas?

Las Catonas. Una mirada

¿Cómo viven las familias que viven en ese complejo habitacional, ubicad en el partido de Moreno,  respecto a hace un año atrás?  Algunos testimonios reflejan lo siguiente: Noelia Zambrana, nacida en San Juan, tiene 4 hijos que asisten a la escuela del barrio. Sobre la actual situación económica comenta que el año pasado le alcanzaba mucho más el dinero,  sobre todo en lo que se refiere a los víveres. En este momento prioriza la alimentación,  ya que no le alcanza el dinero para adquirir vestimentas.

“Debo trabajar más horas para poder tener una plata extra y aunque el trabajo es el mismo, lo que cambió es el sueldo que no alcanza”, complementa. Y puntualiza que ella y su familia deben vivir el día a día.

Juan López, mecánico de autos, por su parte siente mucha preocupación por su situación económica. Tiene 3 hijas, una de ellas diagnosticada con  Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), su esposa es peluquera y aunque ambos trabajan no logran llegar a fin de mes. El año pasado, aclara, que también fue una época complicada. Llegan con lo justo.

Le preocupa a López tener que endeudarse para pagar las boletas de los servicios y los créditos bancarios. No se dan un pequeño gusto como lo hacían años anteriores, cortaron las salidas y muchos otros gastos más. Sostiene que otra gran diferencia comparando al año pasado y otros años anteriores, es que trabajan muchas más horas para llegar a fin de mes.

Sonia Rosana Luque, propietaria de una peluquería en el barrio, dice que ahora trabaja más días que años anteriores, antes no lo hacía los sábados y domingos, pero optó, dadas las circunstancias, por trabajar también el fin de semana que antes los dedicaba al ocio con su nena, enfatiza.

En cuanto a los insumos que necesita para su negocio, aclara Luque que busca precios, y prefiere ir a las distribuidoras mayoristas ya que allí los precios son más accesibles. Asimismo, lamenta que, por la situación económica, la gente, especialmente las mujeres, ya no le den cierta prioridad a la peluquería y prefieran invertir su dinero en otros aspectos más urgentes.

Marisa Álvarez explica que es mujer sola, es jefa de hogar, tiene una hija que este año termina la secundaria en el colegio del barrio y que planea inscribirse en la Universidad Nacional de Moreno. Trabaja en relación de dependencia en forma estable y aunque gana un sueldo, el dinero adquirido ha perdido valor, no alcanza, acota.

Con tristeza aclara que se terminaron las salidas, es muy difícil vestirse y más aún enfermarse. “No tengo derecho ni a enfermarme porque los medicamentos son inaccesibles”, se lamenta. Profundiza en el hecho de comprar y consumir en el día a día. En fecha de cobro paga los servicios, carga la Sube y lo que resta es para los gastos que sean necesarios como artículos de limpieza o útiles escolares.

Para Marisa el fin de mes es el 15 o 20. Sostiene que pidió trabajar más horas pero que nadie puede quedarse en la fábrica tiempo extra para realizar otras tareas por las pocas ventas en el negocio.  Al no haber un movimiento continuo de clientela, el ingreso económico no es constante, lo que al dueño no le otorga el margen para pagar sobresueldos, amplía.

Juan Soto, padre de 3 hijos y empleado de la Cooperativa de Trabajo Avícola Moreno Ltda., situado frente al complejo habitacional, explica que le redujeron los horarios de trabajo a un solo turno. Por eso tuvo que cambiar a sus hijos que asistían al colegio privado Fátima y ahora asisten a la escuela estatal del barrio.

Observa que disminuyó la venta de pollos y huevos, porque con la subida de precios los clientes no tienen dinero para comprar. “La gente el año pasado podía adquirir pollo por cajón y 2 o 3 maples de huevo. Hoy vienen a comprar media docena y a veces un pollo”, agrega con tristeza.

Evidentemente los testimonios demuestran todo lo contrario a lo que esgrimen desde el gobierno. En un barrio donde habitan trabajadores, algunos formales y otros informales, todos experimentan el salto de los precios, la liberación de alquileres, tarifas y suba de combustibles. Se deterioran los ingresos, salarios y jubilaciones que advierten la pérdida de poder adquisitivo.

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