Trabajó 50 años en la docencia. Es egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes., terminó la carrera como Inspector de Enseñanza Artística de la provincia de Buenos Aires y, aparte de la Casa de la Cultura, creó dos escuelas: la Escuela Provincial de Teatro de Morón y la Escuela de Educación Estética de San Antonio de Padua, ambas en pleno funcionamiento hasta el día de hoy. Roberto Díaz, hoy con 84 años, es de esos personajes con mucho para contar y compartir y en un aula de la UNM, vacía por el receso invernal, contó su historia, repleta de recuerdos.
¿Cómo tuvo la iniciativa de crear la Casa de Cultura de Moreno?
Tenía 30 y pico de años cuando creamos la Casa de Cultura en el año 71´. Fue luego de que me echaran del Teatro Municipal. Tuve una controversia de tipo técnico pedagógico que derivó en lo político. Entonces, les propuse a mis 15 alumnos del elenco crear una Casa de la Cultura. Junto a ellos y un grupo de amigos y conocidos, iniciamos la Casa de la Cultura de Moreno. El primer edificio estaba en la calle España a 50 metros de la Avenida Mitre. Actualmente hay un negocio de ropa, al lado de un estacionamiento. El segundo, actualmente en pie en la esquina sin ochava de Belgrano e Independencia, frente a un supermercado. Fue un inicio tempestuoso porque era un momento de dictadura, con una acción que fue de alguna manera contraofensiva ante una actitud despótica.
¿Cuál fue el problema político que hace que los echen?
Por un lado, yo era dirigente gremial y secretario general de la Asociación de Docentes Secundarios del Oeste (ADOSO). Luego, en una asamblea general, me nombraron para ir a Huerta Grande, y ahí creamos CTERA, soy uno de los 147 que la creó y después participé en la creación de SUTEBA en la provincia de Buenos Aires. Entonces, había evidentemente una persecución de tipo político, de alguna manera, y la controversia fue de tipo técnico, pedagógico y subyacente, político.
¿Qué es lo que empiezan a hacer en la Casa de Cultura?
Hacíamos teatro, cine, folclore, títeres y payasos, talleres de literatura, fotografía, artesanías, radio, dibujo y pintura, periodismo, entre otras. Teníamos una declaración de principios. En la Casa funcionaron dos radios, una de ellas era Moreno de la Cultura de Radio Antártida y otra Radio Provincia. También creamos las Juventudes Políticas.
¿Cada cuánto se juntaban?
En la declaración de principios y en el estatuto se establecía que quienes querían programar o hacer una actividad debían juntarse entre 3 personas y ese grupo debía hacer la actividad, apoyados por el grupo técnico.
¿Quiénes iban o participaban de los eventos?
Yo tenía a mi cargo el grupo de teatro, con el cual hicimos varias representaciones. Fundamentalmente los grupos de trabajo desarrollaban sus actividades en clubes, sociedades de fomento, donde nos pidieran. El objetivo que teníamos era hacer una actividad cultural popular. Durante 3 años se hicieron varios cines debates y peñas. Teníamos una madrina, Margarita Palacios, que era como una especie de Mercedes Sosa por lo reconocida. Lo más memorable que hicimos fue un festival de tango y folklore, que se transmitió por Radio Provincia. Asistieron entre dos mil y tres mil personas, quienes querían vivar a sus grupos folclóricos, de tango y a sus cantantes.
¿Cuál es la experiencia más memorable de la Casa?
Hicimos un misachico, que es como cuando en el norte del país, las personas bajan de los cerros y reverencian un retablo de navidad. Lo que hicimos nosotros fue salir de la casa de cultura con el grupo de folklore, bailando por las calles de Moreno, cruzando las vías por la calle Joly hasta el Museo Alcorta, donde había un pesebre. Yo no lo vi, porque estaba en mi casa hablando por teléfono. Había sacado los números de teléfono de todas las casas del recorrido que íbamos a hacer. Así que los llamaba y les decía: “Dentro de unos minutos va a pasar por su casa un Misachico, súmese, etcétera”. Llegaron al Museo Alcorta dos cuadras llenas de personas que se sumaron en el camino.
Debido al clima de época, ¿tenían problemas con la policía?
La década del 70 fue muy brava. Estaba la Triple A. Nosotros en la Casa de la Cultura teníamos una quinta columna, es decir, informantes que nos observaban. Teníamos todo escrito para dejar sentado lo que hacíamos. El primer presidente de la Casa de Cultura fue Juan Carlos Ocampo, un historiador de Moreno muy prestigioso y lo pusimos como presidente para blanquear de alguna manera lo que hacíamos. Después quedé yo como presidente. Había una actividad política cultural importante y esto, evidentemente, molestaba.
¿Fueron los policías a la Casa de Cultura?
No, porque estaban adentro. Teníamos ideas de quienes eran. El ambiente que se respiraba era malsano. Bastante complejo. No se sabía en quién confiar. Cuando se salía a pegar carteles, vos tenías que ir con el afiche a la comisaría para mostrar qué ibas a pegar. Tenías que tener el corazón caliente y la mente fría ante cualquier provocación.
¿Cuál es el último acto de la Casa de la Cultura?
El último acto de la Casa de la Cultura junto a las Juventudes Políticas, fue con la caída de Allende en Chile. Hicimos una actividad para ayudar a los compañeros chilenos refugiados. No se recaudó lo que pensábamos que se iba a recaudar pero igual llevamos la plata a Comachi, la Comisión de Ayuda a Chile, que funcionaba en la calle Rivadavia, en el barrio de Caballito.
El tema es que en el ‘73 el clima ya era raro para asistir a encuentros culturales. Hubo elecciones pero ya no teníamos reservas económicas y la Intendencia no nos ayudó mucho. Entonces la Casa cerró.
Luego de cerrar la Casa, ¿tuvieron problemas con los militares?
En el año ‘73, pasaba un Falcon verde despacito por mi casa. Me estaban vigilando y me avisaron. En el año ‘76 desaparecieron dos personas que participaban del grupo de literatura, Nicolás Grandi, poeta, y su esposa, María Cristina Cournou, hermana de Víctor Heredia. Otros fueron torturados en la comisaría Nº1 de Moreno. La desaparición y tortura fue en el ‘76 pero evidentemente era gente vinculada a la Casa de la Cultura.
Cuando desaparecieron, yo estaba dando vueltas por Campana y Mercedes porque existía la posibilidad de que me chuparan. Saqué un pasaporte con mi señora para irme a Perú pero al final decidí pelearla desde acá. Irse como exiliado es todo un tema, si bien está la vida de por medio, es un problema de decisiones.
Además del arte y la docencia, ¿en qué otras actividades participó?
Participé en tres cooperativas. Una es la Cooperativa Mariano Moreno, que pudo conformar lo que hoy es Credicoop. Otra era la Cooperativa Futuro, frente a la Plaza Mariano Moreno. En la esquina opuesta compramos un terreno e hicimos un edificio. Se fundió porque fue permanentemente atacada desde el punto de vista financiero por el Banco Central ya que no convenía a los grandes bancos. Esa fue una de las tantas que terminó mal. La otra cooperativa era la Cooperativa de Pavimentación de Paso del Rey que estaba al lado de la estación, sobre la vía, donde está la delegación municipal. Funcionó casi 4 años pero tampoco subsistió.
¿Cuál es su balance de todo ese recorrido?
Cuando estás adentro no te das cuenta del peligro porque las convicciones son más fuertes, pero no me arrepiento de lo que hice. Incitamos a que la gente joven pueda manifestarse. Es una lástima que no se haya conformado un grupo. Trabajé en otros lugares e hice exposiciones de arte. Actualmente soy congresista de la CTA de los Trabajadores de la seccional Moreno Merlo y Marcos paz; hago arte misho, que es con material desechado y escribo historietas que se publican en una revista.