Nacido en la ciudad de La Banda, Santiago del Estero, en el seno de una familia que es sinónimo de música, folklore y chacarera. Aprendió a tocar la guitarra a los seis años, solo mirando. En casi 50 años de trayectoria, aseguró un lugar en el podio de la música popular argentina. En el año 1990 ganó el Premio Consagración de Cosquín, en el 1995 obtuvo el Premio Konex de platino al mejor autor y compositor de folklore de la década y en el 2003 recibió el Premio Carlos Gardel al mejor disco solista de folklore.
Es cantante, compositor y multiinstrumentista. Al menos 200 canciones son las que conforman su repertorio y éste fue interpretado por reconocidos artistas de la música popular argentina, tales como Mercedes Sosa, Jacinto Piedra, Los Chalchaleros, Horacio Guarany, Soledad, entre tantos más. Actualmente toca junto a sus hijos Homero y Ricky y la baterista Martina Uhlrich, en Riendas Libres, que se presentará el 20 en la Fiesta del Violinero en Santiago del Estero Capital y en la Fiesta de la Abuela en La Banda.
En exclusiva para ANUNM, Peteco Carabajal nos cuenta sobre sus inicios, recorrido y legado en el camino de la música.
¿Qué significa ser un Carabajal?
Pertenecer a la familia Carabajal para mi es una linda responsabilidad. Me da tanto orgullo todo lo que se ha hecho, todo lo que han trabajado nuestros mayores: me refiero a mi viejo, a Agustín, Héctor, “Cuti”… venimos de una familia que siempre estuvo vinculada a la música, al folklore. Me siento enorgullecido por todo lo que se ha podido generar hacia dentro de la familia. Somos trescientas personas los derivados de un solo matrimonio. Quien empezó en la música fue mi abuelo y lo siguieron sus hijos, entre ellos mi viejo. Él fue el número cinco de doce hermanos varones. Los Carabajal significan enseñanza, una forma de poder de transmisión, de conocimiento para las nuevas generaciones. Y para mí es esa alegría, tan simple tal vez, de ver que algo que teníamos “casa adentro” salió hacia afuera para nutrir. Hicimos, y hacemos, nuestra universidad, nuestra escuela.
Contame sobre tus inicios, la banda sonora de tu infancia…
La cosa en la infancia ha sido con música desde siempre. En mi propia casa, allá en la ciudad La Banda, y después aquí en Buenos Aires con mi viejo. Había algo que nunca faltaba y eso era una guitarra. Mi viejo siempre estaba con algún proyecto musical, llámese Los Manseros Santiagueños, Los Carbajal, Los Cantores de Salavinas. Siempre había una historia musical para vivir. Esa es la banda sonora de mi infancia. Y además, por supuesto, todos los grandes grupos que ha dado la historia de la música santiagueña: Los Hermanos Ábalos, Los Hermanos Simón, Los Hermanos Toledo, Los Hermanos Díaz. Todos ellos han sido nuestros referentes desde chicos.
¿Qué es un violín sachero? ¿Por qué es tan característico en Santiago?
La palabra “sachero” es una palabra que se utiliza para denominar algo que ha sido hecho en forma rústica. Un violín sachero lo fabrica alguien que no tiene todas las herramientas ni materiales que precisaría un violín europeo. Don Sixto Palavecino, por ejemplo, se hizo su propio violín con madera rústica de una mesa suya. Por supuesto que ese instrumento suena distinto, muy bajito. Por eso se le pone la palabra sachero, para dar a conocer que es un violín “asi nomas”. Pero además de su composición, la palabra sachero es una forma de tocar. Esa que no tiene la escuela, la academia, la técnica, pero que de igual manera, como a todos nosotros, nos alcanza para tocar una chacarera, una zamba, una melodía simple.
En una entrevista contás que no tuviste ningún estudio formal en cuanto a la música. ¿Quiénes fueron tus maestros?
Aprendí un poco mirando, he sido un privilegiado por nacer en un hogar donde la música era cosa común. Sí, soy un músico totalmente autodidacta. No conozco de universidades, conservatorios, ni nada de eso. Sin embargo, mi maestro principal, sin dudas, ha sido mi viejo y cada compañero con el que he andado en la vida.
Tocás la guitarra, el violín, la quena, sos multiinstrumentista. Pero, ¿cuál es tu instrumento principal o favorito y por qué?
El instrumento base, el que yo siento como mío, que me siento representado, sin dudas, es la guitarra. Por el hecho de saber tocarla, he tenido facilidad de tocar otros instrumentos, pero la guitarra es la que siempre me da cosas nuevas. Me permite crear, es la compañía indudable de la voz y se ha vuelto casi fundamental. Pero me acompaña en todo momento del día, suelo estar con la guitarra mientras hago otras cosas. Me gusta estar preparado, con las manos blandas y con las ideas blanditas también.
Con tantos años de trayectoria, diversos premios y reconocimientos en carrera, ¿de dónde sacas hoy la inspiración para seguir haciendo música?
Yo no creo, ni conozco, eso que llaman “inspiración”. Todo lo hago a partir del trabajo, de la búsqueda, del pensamiento y, en definitiva, del conocimiento. De ahí siempre fue y seguirá siendo la fuente.
En relación con la pregunta anterior, ¿hay música nueva que estés escuchando?
Escuchar es constante y siempre ha sido así. Yo creo que no es necesario que ponga una música especialmente para escucharla, podés escuchar música en el auto, en la televisión, en la radio, podés tomar música de todos lados. Esto lo hago como una forma de tener información, de recopilar. Me ocupo de conocer todo lo que hay hoy, aunque no lo consuma ni sea algo que yo me ponga para escuchar y sentir que me llega profundamente. Lo hago para saber qué música se escucha hoy. Después, en la composición, trato de tener ese algo que no esté haciendo nadie, algo original, algo creado por mí.
Para cerrar, ¿qué legado buscás dejar con tu música y trayectoria?
El legado es muy simple: es poder transmitir todo lo que he absorbido de mis maestros y crear, para el futuro, con ese conocimiento del pasado. Creo que soy un eslabón importante en la música popular, lo asumo de esa manera, es una responsabilidad. Entonces, el legado que estoy dejando es toda esa historia cargada de música, saberes y encuentros para las futuras generaciones.