“Un centímetro de suelo que se pierde se genera en mil años. Nosotros llegamos a vivir 80 años, por lo que si perdés un centímetro de suelo no alcanza tu vida para verlo volver a regenerarse. A muchos no les gusta la definición de que es un recurso no renovable pero es así: es no renovable en la escala del tiempo humano”, comenta Gabriela Sacchi, doctora en Ciencias Geológicas. En el Día Internacional de la Conservación del Suelo, sus palabras invitan a reflexionar acerca de la importancia de un uso consciente del mismo, desafío que debe afrontar toda la sociedad.
Los procesos de erosión, tanto por acción del agua como del viento, son algunos de los principales problemas que afectan los suelos y que requieren atención urgente. En cuanto a las cifras, se estima que en Argentina hay un 32% de erosión hídrica y un 37% de eólica. Roberto Casas, director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA – FECIC), explica que las causas de tales fenómenos de degradación pueden dividirse en tres grupos.
“Una de ellas es la simplificación de las rotaciones de cultivos, lo que se conoce como el monocultivo, principalmente el monocultivo de soja. Generalmente este motivo viene de la mano de otro, y es el desmonte de los bosques nativos que se ha producido, sobre todo en la región chaqueña, para hacer cultivo de soja”, comenta Casas. Y amplía: “Estos suelos que estaban muy bien conservados en ese bosque nativo de pronto se los desmonta, la materia orgánica se cae muy rápidamente en pocos años, empiezan a compactarse, pierden su fertilidad y comienza un proceso erosivo por viento y por agua realmente muy intenso”.
Por su parte, según el ingeniero agrónomo y especialista en manejo y conservación de suelos, la tercera gran causa de la erosión es el sobrepastoreo. Casas indica que “este fenómeno se ha dado en la Patagonia con el sobrepastoreo de ovejas que comen las matas de pasto hasta la base misma, dejando totalmente descubierto el suelo”. A estos tres grupos de causas, el especialista suma los focos de erosión que dejan las explotaciones mineras y petrolíferas, así como los incendios que producen, además de pérdida de materia orgánica, una destrucción de la biodiversidad.
Si bien existen motivos naturales que provocan los procesos erosivos, en palabras de Casas, “no es que no importen, importan, pero como son de origen natural y en áreas en muchos casos donde el hombre no interviene tan activamente, no tienen tanta importancia como si tiene la erosión antrópica”. ¿Hay formas de evitar la degradación del recurso provocada por la acción humana? Sí, se encuentran a disposición una serie de tecnologías que se basan en un uso consciente de aquel. Es el caso de la siembra directa y los cultivos de cobertura, por nombrar algunas de las técnicas más extendidas.
Prácticas orientadas hacia la conservación del recurso
En cuanto a la siembra directa, Alejandro Costantini, director del Instituto de Suelos del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN – INTA), sostiene que “desde ya que ayuda porque mantiene el suelo cubierto lo cual es muy importante porque, por ejemplo, coopera con el control de la erosión eólica, además hace que la gota de lluvia no impacte directamente sobre la superficie del suelo desnudo afectando la estructura”. Costantini, quien es doctor en Ciencias del Suelo, menciona que cuando la cobertura de paja es más o menos significativa, puede incluso ayudar a disminuir la temperatura en el verano.
Con respecto a los cultivos de cobertura, estos protegen el suelo cuando no está cultivado para evitar que se desarrollen procesos erosivos. “Se hacen cuando, por ejemplo, se cosecha maíz y después se planta soja. Por ende vas a estar cosechando a principios del otoño y hasta la primavera no vas a sembrar de nuevo”, explica Costantini. Esta práctica, según lo indicado por el investigador, sirve también para aprovechar el agua y los nitratos que quedan disponibles en el suelo después de la cosecha, generando un aporte de materia orgánica.
En suelos con poca capacidad de infiltración, como es el caso de Entre Ríos, que además presenta pendientes, se utiliza la tecnología de terrazas de evacuación para frenar la erosión hídrica. Jorge Gvozdenovich, director de la sede del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en dicha provincia, cuenta de la siguiente manera su funcionamiento: “Una terraza es un canal que saca el agua de un campo a una velocidad no erosiva. Es decir, junta agua en determinada superficie y la va sacando del campo, y al sacarla tan despacito te da la chance de que se infiltre en el suelo”.
No se trata, entonces, de dejar de utilizar el recurso, algo que sería incluso impracticable en términos económicos. Si se aplican los sistemas antes mencionados, entre muchos otros, se puede hacer un uso responsable del suelo. Como menciona Sacchi, docente de la Universidad Nacional de Córdoba: “Hay que utilizar el medio, pero utilizarlo de forma consciente. No se trata de destruir el recurso, sino de usarlo lo mejor posible, respetando el ambiente. Creo que es hacia ahí donde tenemos que ir como sociedad, pero como sociedad en toda forma”.
La necesidad del compromiso de todos los actores sociales
La conservación de los suelos se vuelve una tarea de la sociedad en conjunto. Tanto de quienes realizan actividades productivas como del resto de los ciudadanos. Las recomendaciones de Sacchi para aportar un grano de arena desde las ciudades son: participar en reforestaciones, reciclar los residuos o comprar vegetales que provengan de huertas ecológicas. Con respecto al último ítem, Gvozdenovich expresa que “si nos comprometemos todos en demandar alimentos de mayor calidad, el productor que hace el alimento sabe que yo le voy a comprar si lo hace de buena calidad”.
Y continúa: “¿Cómo se logra eso? deben involucrarse todos los actores del sector. Todos. El público, el social, el privado. Tiene que ser un mix de todas estas cuestiones si queremos hacer algo que sea realmente sustentable”. En esta línea, el ingeniero Casas sostiene: “Tenemos que procurar cada vez más hacer escuchar nuestras voces en el sentido de que queremos mayores controles. No es porque todo se haga mal, de ninguna manera, sino porque tenemos que tratar de mejorar siempre nuestros sistemas. Así como estamos velando porque no se erosionen los suelos, también tenemos el derecho a procurar que los alimentos sean cada vez más sanos”.
Otro factor muy importante, de cara a la preservación del recurso, es socializar el conocimiento. Una de las instituciones que cumple esta función es la Asociación Argentina de la Ciencia del Suelo (AACS). En diálogo con Mario Castiglioni, el presidente de AACS sintetiza su contribución de la siguiente manera: “La asociación es una sociedad sin fines de lucro, que promueve y realiza eventos científicos sobre la ciencia del suelo. No solamente congresos, promueve también la realización de jornadas, talleres, cursos y otro tipo de actividades de difusión”.
Esta organización difunde conocimientos sobre el tema mediante las actas de los congresos, a través de sus propios libros y también edita dos revistas: Ciencia del Suelo y Nuestro Suelo. Mientras que la primera reúne trabajos de contribución científica, la segunda es de divulgación. “Ciencia del Suelo saca dos ejemplares por año, con artículos que escribe tanto gente del país como publicaciones de países limítrofes. Por su parte, Nuestro Suelo se creó con el fin de hacer artículos más cortos y destinados a un público no tan especialista en el área”, comenta Castiglioni. Tan solo con acceder a su página web se pueden visualizar tales contenidos.
Desafíos para lograr una agricultura sustentable
Asimismo, para llevar a cabo una agricultura sustentable el rol del Estado es imprescindible. En este sentido, Casas sostiene que “la clave sería implementar un programa nacional de conservación de suelos justamente que promueva y difunda estos modelos de intensificación agropecuaria sustentable”. Y agrega: “Por otro lado, deberíamos contar con una legislación nacional en materia de conservación de suelos como la tuvimos en una época, mediante la ley 22.428 que se aprobó en el año 1981, que después se desfinanció y dejo de funcionar”. Entonces, la necesidad de una ley, y con espíritu conservacionista, se fija como un elemento crucial cara a la mejora de la actividad.
Por último, se presenta la cuestión de recarbonizar los suelos. “Yo creo que en este momento, si mirás las últimas publicaciones de FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida por sus siglas en inglés) se plantea que uno de los grandes problemas es el tema de la pérdida de carbono de los suelos”, postula Costantini. Según el ingeniero, retener carbono ayuda no solo a conservar buenas propiedades en el suelo, sino que “en alguna medida compensa las inevitables emisiones de otros gases de efecto invernadero que genera la actividad agropecuaria, que son básicamente óxido nitroso y metano”. ¿Será el suelo un elemento clave para mitigar el calentamiento global?