
Como cada año, el 24 de octubre se celebra en todo el mundo el Día Internacional contra el Cambio Climático. Esta fecha invita a reflexionar sobre cómo nuestras acciones, individuales y colectivas, contribuyen a este fenómeno global, especialmente en nuestro contexto nacional, donde la desinversión en energías limpias y el uso de combustibles fósiles es un desafío a resolver.
Preocupados pero poco informados
El Observatorio Humanitario de Cruz Roja Argentina desarrolló una investigación a lo largo del país para identificar el nivel de comprensión de las personas respecto del calentamiento global. Según el estudio, el 76% de los ciudadanos expresa una gran inquietud por dicho fenómeno, pero un 55% admite tener escaso entendimiento sobre esta problemática. A pesar de la preocupación generalizada, la falta de información representa un obstáculo significativo.
El cambio climático hace referencia a las alteraciones a largo plazo de las temperaturas y los patrones atmosféricos en nuestro planeta. Esto se debe al aumento de los gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera. Dichos gases se distinguen por su capacidad para absorber y reemitir la radiación infrarroja proveniente del sol.
Como consecuencia, ocurre un fenómeno conocido como efecto invernadero, el cual permite que la Tierra mantenga una temperatura promedio 15 ºC. Si bien los gases mencionados anteriormente se encuentran de manera natural en la atmósfera, las actividades humanas relacionadas con la generación de energía y la industria, han incrementado significativamente su concentración. Este aumento ha intensificado dicho efecto, siendo la acción humana la principal impulsora del cambio climático.
“A pesar del avance de la comunidad científica, los líderes de derecha que surgieron en los últimos años niegan la contribución de la actividad humana y argumentan que este fenómeno global se debe exclusivamente a cambios naturales del planeta”, afirma Ignacio Sabbatella, doctor en Ciencias Sociales e investigador adjunto del CONICET. También se desempeña como docente en la Licenciatura en Gestión Ambiental de la Universidad Nacional de Moreno (UNM). “Este tipo de discursos permiten que el Estado se desentienda de su responsabilidad en revertir las consecuencias del cambio climático a través de políticas públicas”, sostiene.
“En primer lugar, es necesario comprender qué sectores contribuyen en mayor medida con este fenómeno”, explica, por su parte, Camila Mercure, licenciada en Ciencias Ambientales por la Universidad del Salvador (USAL). Ella, que es responsable del área de Política Climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), comenta: “Según el último Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (INGEI), el sector energético y el de Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra (AGSOUT) son las áreas que más generan emisiones de dichos gases en nuestro país, cada uno aportando un 45%”.
En ese sentido, dice Sabbatella:“Argentina tiene una larga trayectoria en la explotación de petróleo y de gas natural, esto generó que nuestro país posea una matriz energética muy dependiente de recursos no renovables, sobre todo del gas. Actualmente, el sector residencial y el industrial lo utilizan como insumo. En consecuencia, más de un 50% de dicha matriz energética nacional depende de él”.
La comida, en riesgo
Por otro lado, el impacto del cambio climático en la producción de alimentos es una de las principales preocupaciones a nivel global, ya que afecta tanto la disponibilidad como la calidad de los mismos. El aumento de las temperaturas, la inestabilidad en los patrones de lluvias y los fenómenos meteorológicos extremos algunos de los factores que perjudican la capacidad de los países para producir productos alimenticios seguros y nutritivos.
“Argentina, al igual que muchos países en vías de desarrollo, presenta desafíos ambientales y climáticos complejos. De acuerdo con el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático (PNAyMCC), desde la segunda mitad del siglo pasado, Argentina experimentó cambios significativos que lograron alterar ecosistemas y patrones meteorológicos en diversas regiones del país”, agrega Mercure.
“Nuestro país ya está sufriendo las consecuencias del cambio climático”, concuerda Sabbatella. “La mayor frecuencia de eventos climáticos extremos, como las sequías, perjudicaron a la economía nacional. Entre finales de 2022 y principios de 2023, una sequía histórica generó la pérdida de una gran parte de la cosecha de soja, maíz y trigo destinada a la exportación. Debido a esto, se perdieron unos 20 mil millones de dólares”, afirma.
“Es crucial encaminarnos en dirección a una producción alimentaria sostenible, especialmente en países que se dedican a la actividad primaria, tal como el nuestro”, explica Marcela Álvarez, licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y actual vicedecana-coordinadora de la Carrera de Gestión Ambiental en la UNM. “Si no se inicia una transición hacia un modelo de productivo sustentable, organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierten que el hambre y la malnutrición aumentarán a nivel global”, concluye Álvarez.
¿Y las energías renovables?
A su vez, la transición en dirección a fuentes de energía sustentables es clave para mitigar los efectos del cambio climático. Para lograr esto, es fundamental que el Estado argentino ejecute políticas públicas sólidas y brinde el financiamiento adecuado. “La falta de inversión en energías limpias pone en evidencia que la evolución hacia fuentes más sostenibles no es una prioridad en la agenda del gobierno actual”, explica Mercure. “Según un reciente documento de FARN, durante este año, las energías renovables han recibido casi 27 veces menos respaldo económico que los subsidios destinados a los combustibles fósiles. Estos datos revelan el escaso interés en el progreso energético en Argentina”, agrega.
“Es necesario tener una estrategia de transición con rumbo a energías renovables como otros países en el mundo. Por ejemplo, Noruega o Brasil actualmente exportan hidrocarburos, pero internamente consumen energías sostenibles. Argentina debería avanzar hacia ese modelo. Sin embargo, en el presente no hay ningún plan a futuro porque el gobierno nacional no tiene interés al respecto”, afirma Sabbatella.