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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Día del Periodista 2024, (II). Horacio Cecchi, el arte de la crónica y el entrenamiento de la mirada

El histórico periodista de Página/12 y docente en la UNM hasta finales del año pasado compartió una serie de reflexiones sobre el oficio del cronista.
Cecchi durante su charla en la UNM, junto al coordinador de la Licenciatura en Comunicación, Alejandro Cánepa, y la docente Clarisa Veiga. Los tres también forman parte de la agencia ANCCOM.

Desde diarios nacionales como Página 12 y Perfil, hasta suplementos y revistas como Noticias o Try, la trayectoria de Cecchi como periodista lo llevó a convertirse en cronista, un oficio en el que se ha especializado a lo largo de los años hasta escribir un libro como “El Ojo Crónico” (1998), que considera que ya requiere una debida actualización. Sus orígenes en el mundo de la redacción en papel y su paso por diversos medios están entre los temas que abordó, durante una visita a la UNM, en el marco de la asignatura Taller de Producción Multimedial II, que dicta la profesora Clarisa Veiga y que estuvo a cargo de él hasta 2023. A continuación, la entrevista colectiva realizada por los estudiantes.

¿Cómo ingresaste al periodismo y cómo fue el mecanismo?

Empecé en el ‘79, pero esos años no los cuento como profesional. Me había comprado una cámara y me gustaba hacer fotos. Tenía el laboratorio, ampliadora, todo blanco y negro. Como jugaba al rugby, entré a la revista Try, gracias a un amigo que era el dueño y compartía la dirección de esa tirada, que circulaba mucho en el ambiente. Le dije que iba como fotógrafo y me pidieron contar resúmenes de los partidos. Yo escribía porque siempre me gustó, hice talleres de escritura con Diana Bellesi. Entonces no me costó escribir de temas que a mí me gustaban porque tenía práctica. En el ‘81 me fui a México donde trabajé en varias revistas. Cuando volví, probé entrar en Perfil. Tenía un amigo con el que jugábamos ajedrez que me consiguió el trabajo, pero no de fotógrafo: “Podés entrar como cronista”, me dijo. Bueno, no sabía lo que era “entrar como cronista”, pero entré. Trabajé en la revista Semana (hoy Noticias), y en revista Perfil, que después se transformó en Libre, por entonces hacía mucho ruido porque era un medio rupturista y de destape. Mi formación práctica inicial fue en Perfil hasta el ‘87, pasé por revistas desconocidas y después entré en La Prensa. Ahí comencé a escribir en la sección de policiales, y de La Prensa pasé a Página 12 en el ‘98.

Hay algo de capturar la sensibilidad del ojo en la fotografía. A la hora de escribir, ¿creés que existe una relación entre ambas formas de expresarse?

La percepción de la mirada es muy importante, al igual que la escucha. Son percepciones muy fáciles que uno las tiene sin darse cuenta. Todos vamos caminando y tenemos una mirada selectiva, no vemos todo, vemos lo que nos dispara algo y hay un montón de cosas que están pasando en esta misma aula que no las detectamos. Escucha, olfato, todos los sentidos son selectivos y tenemos que animarnos a confiar en ellos, después lo que hacemos con eso es otra cosa, pero a esa selectividad yo la llamo interpretación de la realidad. Para mí la realidad es un caos, desordenada, y yo vengo y le pongo palabras. Cada uno tiene su interpretación de la realidad y con eso hacemos cosas: yo escribo, otro hace música. Confiar en esas percepciones es complejo, incómodo, pero si no lo hago voy a estar escribiendo solo lo que me dicen que escriba. Esa frase de “el periodista es un mensajero” es capciosa. Si soy mensajero, agarro lo que me dicen y se lo llevo a otro, y yo no tengo intervención, no corro riesgo e incomodidad, no tengo que ponerme a pensar por mi cuenta, pierdo autonomía propia. Las interpretaciones las vamos a tener todos, pero cada uno decide si confiar en su interpretación.

¿Qué equivocaciones solías tener en tus primeros años en la redacción?

Al principio yo quería escribir de forma sensible, y me lo señalaban. Cuando entré en Perfil, el Estatuto del periodista marcaba una jerarquía en la que el rol inicial era el de aspirante a cronista, así comencé. Luego seguían cronista, redactor, redactor especial y editor. Ahí no escribí nunca con mi firma, quería ponerle poesía y me costaba separar eso de lo que tenía que hacer en verdad. Recién en La Prensa logro separar eso en mi escritura. Y en Página 12 luego encontré el espacio para desarrollar mejor mi firma. Más recientemente, aprendí que existe un error algo puntilloso que en el periodismo es de lo más común: decir “presunto culpable”. ¿Por qué se dice eso? Con la idea de evitar problemas legales y de no acusar sin pruebas. Entonces diciendo eso me libero: “Yo no lo acusé, dije presunto porque solo están sospechando”. Ahora, ¿qué quiere decir “presunto culpable”? ¡Estoy asegurando que es culpable! En la cuestión penal las personas somos presuntamente inocentes hasta que no haya algo concreto que demuestre lo contrario. Ese error hace cinco años lo cometía. Hay que tener noción de lo que uno dice, de las palabras que usa y de sus efectos.

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