Este órgano tiene múltiples funciones. Entre las principales se encuentra la interacción con la información interna, es decir, “el cerebro recibe información de aspectos de regulación interna de nuestro organismo. Esta, que proviene de los órganos internos, viaja por vía nerviosa a través del sistema nervioso periférico, la red de nervios que salen de la médula espinal y se conecta con el cerebro, o por el sistema nervioso autónomo, que regula las funciones autonómicas como la respiración o la frecuencia cardiaca”, comenta Pablo Ioli, neurólogo y vicepresidente de la Sociedad Neurológica Argentina, filial de la WFN. El especialista agrega, que, en el final del proceso, “la información llega al cerebro, que actúa como un regulador.
Además, interactúa con el medio externo “a través de las modalidades sensitivas; el cerebro recibe y analiza la información que nos llega de la visión, el olfato, el gusto, el tacto y los diferentes tipos de sensaciones que podemos percibir del ambiente”, dice el neurólogo. A su vez, destaca que “en un nivel más elevado están las funciones cognitivas, que nos permiten interactuar con el ambiente y adaptarnos a sus exigencias, y la función ejecutiva, que tiene que ver con la capacidad de abstracción, con el pensamiento prospectivo, con hacer un plan mental de algo y llevarlo a cabo. Esto se relaciona con la toma de decisiones”.
Como cualquier otro órgano, el cerebro y el sistema nervioso en general son susceptibles a múltiples patologías y afecciones. El motivo de consulta más frecuente por problemas neurológicos se relaciona con los dolores de cabeza, conocidos como cefaleas. Dentro de ellas se encuentra la migraña. “Si bien en general no son patologías graves, pueden ser altamente discapacitantes, ya que son la primera causa de ausentismo laboral en todo el mundo”, señala.
Por otro lado, una de las afecciones más frecuentes en personas adultas mayores es el accidente cerebrovascular, más conocido como ACV, que implica una lesión cerebral a partir de un daño vascular. Además, otras patologías están ligadas a enfermedades degenerativas, como la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson.
Medidas preventivas
Existen diversas medidas protectoras que pueden prevenir o mitigar el inicio de dichas patologías, como es la estimulación cognitiva en enfermedades degenerativas, en particular en la enfermedad de Alzheimer, haciendo que la repercusión sea menor.
La salud cardiovascular también tiene efectos protectores en la prevención de eventos cerebrovasculares. Por eso es importante resaltar “el control de los factores de riesgo vasculares en la hipertensión, diabetes, colesterol, el hábito tabáquico. Una dieta saludable, como parte del control, reduce el riesgo de daño vascular cerebral y, por ende, las consecuencias de compromiso cognitivo que eso puede traer. La actividad física también es una medida preventiva en sí misma, especialmente en las etapas iniciales del deterioro cognitivo, como en la enfermedad de Alzheimer o el deterioro cognitivo vascular”, afirma Ioli.
Cuando se habla de una dieta o alimentación saludable, se hace referencia a aquella que proporciona los nutrientes que el cuerpo necesita para mantener el buen funcionamiento del organismo. En este sentido, existen dos grandes grupos de alimentos: los naturales y los ultraprocesados.
Estos últimos son tóxicos para el organismo debido a la gran cantidad de sodio que contienen. Por otra parte, se encuentran “los alimentos naturales, que son los que nos provee la naturaleza y los que nos van a traer beneficios en nuestro intestino”, comenta Mercedes Branchi, licenciada en Nutrición y docente de la Universidad Nacional de La Matanza.
La nutricionista sostiene que el intestino es la primera barrera de defensa del cuerpo y la primera respuesta inmunológica. Dentro de este se encuentra la microbiota intestinal, que es un cúmulo de bacterias beneficiosas que actúan como defensa de las paredes intestinales. Además, expresa que “en el intestino también tenemos muchas neuronas que tienen una conexión y comunicación con el cerebro, un feedback. Incluso, el 95% de la serotonina (un neurotransmisor que usan los nervios para comunicarse) se produce en nuestro intestino, lo que facilita este intercambio cerebro-intestino”. Por lo tanto, “una buena salud intestinal y una microbiota intestinal saludable va a radicar directamente en una buena relación del eje intestino-cerebro”, concluye.
Traumatismos craneales o conmociones cerebrales
Los traumatismos craneales o las conmociones cerebrales son las lesiones físicas más comunes que puede sufrir el cerebro. Este tipo de afecciones suelen ocurrir en accidentes de tránsito, por lo que es importante la prevención al volante, utilizando cinturón de seguridad o casco para quienes circulen en moto.
Es en este sentido que Ioli menciona: “Se produce un traumatismo de cráneo cuando el cerebro tiene un pequeño movimiento dentro de la cavidad craneal. Este movimiento hace que el cerebro choque contra estructuras muy duras, como los huesos craneales, y se lastime”. Además, precisa: “El trauma reiterado a lo largo de años puede llevar a un compromiso neurológico que aparece muchos años después. Es por eso que ha surgido una campaña en los últimos años acerca de la prevención de este tipo de traumatismos en las actividades deportivas, particularmente en niños”.
Este tipo de lesiones puede ir acompañado de signos y síntomas, tales como dolor de cabeza, mareos, visión borrosa, inestabilidad, trastornos de memoria, confusión, debilidad en una parte del cuerpo, náuseas o vómitos, u ocasional pérdida de conocimiento, entre otros. Estos pueden presentarse inmediatamente o más tarde, a las horas o a los días del golpe.
“No siempre es sencillo identificar en el momento que se produce una conmoción cerebral. Puede ser más fácil cuando el golpe cursa con pérdida de conocimiento, aunque sólo el 10% pierden el conocimiento, pero es más difícil de identificar en el 90% restante”, afirma Fernando Salvat, neurólogo y jefe de la Clínica de Conmoción Cerebral Asociada al Deporte de Fleni.
La asociación entre los golpes en la cabeza y las alteraciones cognitivas a largo plazo no es algo nuevo. Hace más de 50 años, principalmente en el boxeo, se describía el denominado “Punch-drunk syndrome”, una enfermedad neurodegenerativa fruto de la acumulación de numerosos traumatismos craneoencefálicos. Además, mucha de la información que se conoce acerca de las consecuencias a largo plazo se obtiene de investigaciones realizadas en otros países y en bancos de cerebros de autopsias.
Es por esto último que desde la Clínica de Conmoción Cerebral Asociada al Deporte de Fleni se lleva adelante el ARG-SCARS (Argentina-Sports Concussion Assessment & Research Study), un estudio de investigación constituido por un grupo de jugadores y exjugadores de rugby, a quienes se sigue por un período de 12 años.
“A ellos se los estudia y se les hace un seguimiento en tiempo real, con evaluaciones cognitivas y neurológicas, extracción de sangre para bancos de fluidos donde se analiza y guarda el ADN, y la realización de resonancias magnéticas”, expresa Salvat y concluya: “Esto nos va a permitir obtener información valiosa, propia de Argentina y de la región, acerca del desempeño o función cognitiva en el tiempo, de los jugadores que se han expuesto a traumatismos reiterados”.