El proyecto de museo se pudo concretar y ya se encuentra abierto para que las personas que quieran ir puedan acceder de forma gratuita. Fueron algunos años de negociaciones y esfuerzos para que el sitio se convirtiera en lo que es actualmente. Luego de haber sido habitada por la familia Walsh, la propiedad, ubicada en 3 de Febrero 547, en Villa Sarmiento, fue vendida dos veces y hasta 2019 le perteneció a otros dueños que la habían abandonado hace aproximadamente una década. “Lo que se hizo fue hacerle una propuesta a la familia, nos pusimos de acuerdo y el Estado nacional asignó los fondos, se los cedió al Municipio, se compró la vivienda y se la incorporó al patrimonio municipal”, explica Fernando Torrillante, secretario de Comunicación del municipio de Morón.
Luego de la adquisición, el Estado nacional y el Ministerio de Cultura otorgaron los fondos necesarios para la reconstrucción de la casa que en total costó unos 150 millones de pesos. También el Municipio hizo su aporte. Hasta el propio gobernador Axel Kicillof se interesó en ser parte del proyecto y, a través del Instituto Cultural bonaerense, que preside Florencia Saintout, se generó la propuesta de la creación de un museo interactivo.
“Se hizo un trabajo en conjunto para comprar la casa, para recuperarla y ahora en última instancia nos tocó a nosotros poner a María Elena ahí dentro, contar su historia y realmente hacer que este lugar vibre a través de toda la obra de la artista y todo su ser tan especial que nos ha legado tanto a los argentinos y a la gente de todo el mundo”, cuenta Maribel García, museóloga responsable del proyecto. Ella también explica que “a nosotros hace un año que nos convocaron para ponerle lo museológico y lo museográfico. Fue un año de todos los días encontrarnos y de trabajar a través del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires”.
Según Torrillante, “el objetivo fue reivindicar a una enorme artista que nos representa no solo generacionalmente sino también transgeneracionalmente; nos hemos ido formando con su alegría, con sus canciones, con su mundo, con su imaginario”. El secretario de Comunicación además comenta que buscaban “rendirle homenaje a esa persona tan particular, tan especial, tan plural y extraordinaria como ha sido María Elena Walsh y por supuesto para quienes nos formamos, reencontrarnos con su figura y, para quienes no fueron contemporáneos de su obra, descubrirla”.
“Manuelita” está presente, por supuesto, en la Casa Museo María Elena Walsh.
Manuelita y el jacarandá
Como se ha mencionado anteriormente, la entrada es gratuita. Las visitas pueden ser guiadas o espontáneas y el sitio cuenta con “una dinámica muy lúdica, muy de juego, de recreación, de despertar miradas e inquietudes”, relata Torrillante. Sin embargo. aclara que quienes recorran el lugar no van a ver todos los objetos de ella, sino que van a encontrarse con juguetes que forman parte del universo creativo de la artista. Además explica que es una casa educativa y no una de acumulación de objetos que les pertenecieron, sino que es un lugar que busca despertar los sentidos desde los visual, lo auditivo y lo táctil para poder inmiscuirse de la mirada de María Elena y de su universo creativo.
El museo está dividido en seis salas a las que se les asignaron diferentes temáticas ambientadas a la vida artística y militante de María Elena. La Sala Uno muestra la historia de la escritora y su dedicación por los libros, puesto que se observa una biblioteca en donde además de leer, se puede jugar y, según García, las personas pueden encontrar libros que fueron de María Elena, firmados por ella misma y con objetos que dejaba dentro de ellos, “como muchas veces hacemos cuando leemos que dejamos, por ejemplo, el pedacito de un helecho”, dice la museóloga.
“La Sala Dos es la sala del encuentro, la sala de la familia, de mamá y papá. Ahí presentamos cómo era esa mamá y ese papá a través de objetos y también a través de testimonios que María Elena da en su autobiografía”, cuenta García. Luego está la Sala Tres, donde hay un teatro en el que niños y niñas pueden subir al escenario para jugar con las luces y maquillarse como actores. En la Sala Cuatro se halla Manuelita, ya que “en la bañera hay una figura de ella que va viniendo en su barquito. Atrás está París y en el otro costado está Bartolito que la espera en Pehuajó”, relata la encargada de este proyecto museológico, quien agrega que optaron por colocar la obra en el baño porque en una oportunidad María Elena contó que se le ocurrió la canción mientras se daba una ducha.
Luego está la Sala Cinco, que es la de su habitación. Allí se cuenta la historia de los estados del día de la artista: cómo pasaba la tarde y la noche. Su cama y un poco de los sueños de lo que ella quería ser y los juegos que ella jugaba en su infancia. Después está la última sala que es la cocina, en ella se ve a una María Elena que ya salió por todo el mundo y comenzó a reivindicar a la mujer y su lucha feminista. En aquel sector hay una gran mesa en la que aparecen platos donde se sirven poemas feministas. Finalmente, García expresa que “saliendo al patio se encuentra la estrella de la casa que es el gran jacarandá. Ese árbol que ha sobrevivido a todo el tiempo y que está ahí para seguir contando y cantando historias”.
Dentro de este patrimonio cultural llamado Casa Museo María Elena Walsh, se puede conocer mucho más de la historia y de las obras de la artistas. “Uno mismo por más que haya cantado ‘Manuelita vivía en Pehuajó’ o ‘Estamos invitados a tomar el té’, a medida que sigue descubriendo a María Elena, se encuentra a una persona comprometida con su tiempo, con las mujeres, con todo”, concluye García.
Más información en la cuenta oficial de Instagram del Museo: casa.mew