
La Biblioteca Popular Horacio Quiroga, una institución que marcó la vida cultural de generaciones en Moreno, está próxima a inaugurar una nueva sede, en Saavedra 33, de esa ciudad. Este paso no solo representa una ampliación física, sino la continuidad de un proyecto que nació de la observación directa de una necesidad y del compromiso de una de sus protagonistas: Kima Torres, fundadora de la biblioteca.
El origen del proyecto se remonta a 1989, cuando en varios barrios de Moreno comenzaban a funcionar nuevas escuelas secundarias. Torres trabajaba como preceptora en la Escuela Media N.º 10, y desde ese rol, fue testigo de una problemática que se volvió imposible de ignorar.
“Vi la enorme necesidad de material bibliográfico. Los alumnos, docentes y la comunidad no tenían acceso a material actualizado y en buenas condiciones”, recuerda Kima. Fue esa realidad la que la impulsó a iniciar la carrera de Bibliotecología.
Durante la carrera, un trabajo práctico se volvió semilla de un proyecto real. “Nos pidieron hacer una guía para fundar una biblioteca popular. Yo decidí hacerla concreta”, relata Kima. Así nació inicialmente una biblioteca escolar que, por la demanda del barrio, pronto creció. “La Biblio abrió sus puertas a estudiantes de Satélite, La Victoria, Yaraví, Mi Barrio, La Perlita y se transformó en algo más grande que una biblioteca escolar”, explica su fundadora. Su última sede estaba en Paraguay 5544, entre Costa Rica y Marcos De Bueno, en La Perlita.
La CONABIP y la Dirección de Cultura de la Provincia brindaron apoyo para ampliar el espacio y equiparlo. “Pudimos construir un sector con salida a la calle, recibimos equipos de informática y armamos una sala audiovisual”, detalla Torres. También surgieron talleres comunitarios, como el curso de cerámica. De esos primeros años conserva una imagen clara: “La alegría de los chicos era enorme. Por primera vez podían compartir un ámbito adecuado para estudiar y debatir. En esas cosas veía que el proyecto tenía valor” recuerda su fundadora.
Para Kima el desafío tecnológico llegó temprano y para ello contrataron a un informático para desarrollar un sistema propio. Esto facilitó el inventario y los préstamos.
En 1993 la biblioteca tomó su nombre definitivo, el cual se decidió por votación. “Entre Cortázar, Neruda, García Márquez y Quiroga, ganó Quiroga por amplia mayoría. Sus cuentos eran muy leídos y cercanos para una comunidad semirural”, relata Torres.
Los tesoros de la Biblio
La biblioteca reúne “tesoros” fruto de su trayectoria. Torres lo resume con claridad: “Sí, tiene sus tesoros, pero lo principal es su colección de libros escolares y de estudio. Eso siempre fue lo más requerido.” No se trata solo de rarezas, sino de materiales que sostuvieron el acceso a la educación de miles de estudiantes.
Durante la primera década del 2000, la llegada de nuevos libros fortaleció el acervo y llevó a separar la biblioteca escolar de la popular. “Era necesario darle más autonomía para responder a las necesidades del barrio”, sostiene Torres. Con el tiempo, la Quiroga también se volvió un sostén social. “Cuando se necesitó un lugar amplio, acondicionamos un tinglado. En la pandemia se equipó una cocina para producir comida para decenas de familias”, recuerda. Hoy articula cursos laborales con el Ministerio de Trabajo de la Provincia y actividades educativas con la Universidad Nacional de Moreno.
La próxima sede representa renovación y continuidad. “Es un paso necesario. Las bibliotecas deben adaptarse a las necesidades de la comunidad”, afirma Torres. Para ella, su función cultural y social es inseparable: “Moreno necesita espacios que reconstruyan lazos y promuevan la imaginación.”
De cara al futuro, sostiene un principio que guió todo el camino: “Donde hay una necesidad, hay un derecho. Los nuevos desarrollos deben interpretar lo que requieren las comunidades” sostuvo. Cuando se le pregunta cómo invitaría a alguien a conocer la biblioteca, responde: “Le diría que pase, que se dé un tiempo para descubrirla y que la aproveche; que sea parte y se anime a recrearla”.


