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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Alimentos ultraprocesados: adicciones e inflamaciones

El ahorro en tiempo de platos que se resuelven en pocos minutos tiene su contrapartida en los problemas de salud que pueden provocar: sobrepeso, inflamación de tejidos y falta de vitaminas, entre otros. Distintas especialistas explican los riesgos de este tipo de comidas y dicen cómo combinar las saludables con las que no son tanto.
El exceso de ingesta de comidas rápidas ultraprocesadas “hace que actualmente haya muchos casos de obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, pubertad precoz —por agregados hormonales a los alimentos—, alergias alimentarias e hipertensión arterial”. Foto: Celeste Berardo, de Anccom.

El consumo de alimentos ultraprocesados en las infancias crece alrededor del mundo, y Argentina no es la excepción. Desde galletitas, golosinas, snacks, hasta jugos y gaseosas se han convertido en parte de la vida diaria de un gran porcentaje de las infancias, desplazando al agua y a las comidas caseras y nutritivas.  

Un estudio actual realizado por la Universidad de Michigan, revela que estos alimentos pueden desencadenar comportamientos adictivos que cumplen con los mismos criterios clínicos utilizados para diagnosticar los trastornos por consumo de sustancias. Según Ashley Gearhardt, profesora de Psicología de la institución educativa de Michigan y una de las autoras principales de este estudio, se trata de “productos industriales diseñados específicamente para impactar el cerebro como una droga de forma rápida, intensa y repetida”. Ella explica que las personas no se vuelven adictas a frutas o verduras sino a estos productos y por eso es una lucha dejar de consumirlos, así como sucede con distintas sustancias.

 La médica especialista Miryam Gorban, recientemente fallecida pionera en el campo de la soberanía alimentaria y referente en nutrición pública en nuestro país, ya advertía sobre el papel de la industria alimentaria y sus estrategias para seducirnos.  “No hay que dejarse llevar por la publicidad engañosa porque esos productos son lo peor, están llenos de conservantes, aditivos y químicos. Todo eso altera y enlentece el metabolismo por el exceso de energía, de nutrientes, de sal, de azúcar y de grasas, y son los grandes responsables de la pandemia de obesidad y sobrepeso”, explicaba en una entrevista con Página 12

Para comprender mejor cómo se da este fenómeno en las infancias, dialogamos con María Paula Cintas, licenciada en Nutrición por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista en selectividad alimentaria y neofobia. Esto significa que trabaja con niños que tienen un miedo irracional a los alimentos nuevos —neofobia— y/o una ingesta muy limitada de alimentos debido a su textura, sabor u olor —selectividad alimentaria —.

“Al consumir estos productos —porque no son alimentos— el cerebro libera dopamina, como sucede con las drogas. Están preparados para que te den placer a nivel sensorial: del gusto, del sabor e incluso a través de la presentación y la visualización del producto”, explica Cintas, que además añade que “llega un punto que ni siquiera uno come por hambre, sino por placer y se desregula todo el sistema fisiológico del cuerpo”.

Además, tuvimos la posibilidad de entrevistar a la doctora Débora Carla Torrisi, médica especialista en Pediatría por la Universidad de Buenos Aires, quien actualmente se desempeña en el Hospital Interzonal de General Rodríguez y en su consultorio. Ejerce desde 1990 y nos cuenta cómo fue cambiando el consumo de alimentos a lo largo de estos años: “Comenzando desde la lactancia materna, que era exclusiva en esa época, hasta la actualidad donde las fórmulas no medicamentosas son moneda corriente en el primer año de vida”. 

También, la pediatra explica que “la modernización y la industrialización de los últimos veinte años hizo que se usen más los alimentos procesados y ultraprocesados, aliados lamentablemente de los hogares, listos para consumir, sensorialmente atractivos, hiperpalatables —hasta el punto de producir adicción— y de fácil masticación, permiten comer sin pensar”.

Torrisi observa que la alimentación moderna se convirtió en una especie de “solución” rápida para familias que disponen menos tiempo, pero con consecuencias graves: “Esto hace que actualmente haya muchos casos de obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, pubertad precoz —por agregados hormonales a los alimentos—, alergias alimentarias e hipertensión arterial”.

A su vez, Cintas advierte que los aditivos presentes en estos productos pueden tener efectos neurológicos: “Estos alimentos tienen un montón de aditivos, colorantes, saborizantes y muchos más, que actualmente varios estudios demuestran que son neurológicamente inflamables. Atiendo muchísimos niños con discapacidad y diagnósticos muy complejos, que son adictos a los ultraprocesados y entran en un círculo vicioso de neuroinflamación con todas las cosas que consumen”. 

Tanto Cintas como Torrisi concuerdan en el rol importante de la familia para el desarrollo de hábitos saludables. “Son los adultos quienes los alimentan desde pequeños. Todo dependerá de lo que les ofrecemos y de nuestra actividad social”, agrega Torrisi.

Por su parte Cintas a través de su experiencia recalca: “Hay que lograr que en casa se coman alimentos más naturales y después, en lo social, es donde se puede permitir que consuman estos productos. Pero hay que trabajar desde casa y dando el ejemplo como papás, porque si vos consumís gaseosa, pero al niño le das agua es sumamente frustrante. Estamos dejando al niño fuera de la situación familiar, es un hábito para todos el que hay que trabajar”.

Por su parte, Micaela Michel, estudiante de Nutrición, que actualmente investiga durante su formación universitaria sobre alimentos ultraprocesados, el consumo de estos en las infancias y los efectos que producen, destaca el impacto concreto que producen sobre la salud: “El consumo frecuente de productos ultraprocesados tiene múltiples efectos negativos para la salud, ya que suelen contener un alto porcentaje de azúcares simples, sodio y grasas saturadas o trans, además de un bajo aporte de fibra, vitaminas y minerales. Su ingesta habitual puede contribuir al desarrollo de sobrepeso y obesidad, aumentando el riesgo de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2, la hipertensión y las dislipidemias, entre otras.”

Michel nos recalca la importancia de consumir alimentos frescos y nutritivos —como frutas, verduras y legumbres—, y nos advierte que reemplazarlos por productos ultraprocesados no solo afecta la calidad de la dieta, sino también la formación de hábitos saludables desde edades tempranas. “Desde la nutrición siempre promovemos una alimentación basada en alimentos naturales o mínimamente procesados, fomentando la educación alimentaria desde la infancia”, sostiene.

Las especialistas coinciden, es sumamente importante incorporar hábitos saludables en las casas. Para que, de esta manera, las infancias copien estos hábitos y así poder revertir esta tendencia al consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, que no aportan nada bueno para la salud. 

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