
Según el informe de “Inclusión Financiera” del Banco Central de la República Argentina (BCRA) de octubre, en el primer semestre del año un total de 19,5 millones de personas registraban financiamiento en el Sistema Financiero Ampliado (SFA). Esta cifra representa al 52,6% de la población adulta y un aumento neto de 1 millón de nuevos deudores comparado a diciembre de 2024. Por otro lado, el Instituto Argentina Grande (IAG) en sus informes del mismo mes señaló que, en el primer trimestre de 2025, 1 de cada 4 de los hogares argentinos tuvo que pedir plata prestada solo para completar el tiempo hasta cobrar el siguiente sueldo.. En cuanto a la cantidad de deudas que tienen estos hogares, el informe del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE) señaló que el 65% de los mismos mantienen entre 2 y 3 deudas activas, siendo tres de cada cuatro de éstas originadas en 2024.
La tarjeta de crédito es el principal instrumento de toma de deuda con 14,6 millones de deudores (BCRA). Según el informe del Centro RA titulado “Más tarjeta, menos changuito: señales de alerta en el consumo básico”, entre diciembre de 2023 y mayo de 2025, el uso de la tarjeta de crédito en supermercados se incrementó del 39% al 46% del total de las compras. En paralelo, cayeron tanto el uso de la tarjeta de débito (del 34% al 27%) como el efectivo (del 20% al 16%), sumado a que, en el mismo período, el salario real del sector privado registrado cayó un 2,5% según IAG.
Arnaldo Ludueña, economista e investigador de la UNGS, diagnosticó que algunas personas consideran la deuda como ‘salario puente’. “Cuando los precios corren por delante de los ingresos, la tarjeta se vuelve instrumento de subsistencia y de suavización del consumo forzado. En un esquema de alta inflación y salario que se ajustan tarde y de forma incompleta, los hogares usan crédito caro para cerrar la brecha entre la canasta y el salario corriente”, concluyó. Para Emiliano Libman, economista e investigador asistente del CONICET, esta dinámica es el resultado de la crisis de ingresos que se está viviendo. “El responsable más directo de esta situación es la caída del poder adquisitivo y los ingresos no alcanzan”, sostuvo.
El índice de morosidad del crédito a familias se disparó al 6,6% en agosto de 2025, una cifra récord desde el año 2008. Ludueña afirmó que si bien es un dígito importante la fragilidad se concentra en el ecosistema no bancario y en tarjetas: “Ese porcentaje de la morosidad es en el sistema formal, lo que sugiere que el riesgo sistémico inmediato es acotado en bancos, pero creciente en el margen no bancario y en hogares vulnerables”. Por su parte Libman señaló que no se están otorgando préstamos “nuevos”, sino que probablemente se trata de créditos en peores condiciones para pagar los anteriores: “No creo que podamos hablar de riesgo sistémico porque en muchos casos son préstamos informales. Es obviamente peligroso para el bienestar de los sectores de ingresos bajos porque los transforma en esclavos de los prestamistas y muchas veces cuesta salir de ese tipo de deudas”.
Otro dato preocupante relevado por el Instituto de Estadísticas y Tendencias Socioeconómicas (IETSE) indicó que el monto adeudado a bancos creció un 69% en términos reales desde noviembre de 2023. La principal deuda bancaria de los hogares es la refinanciación de tarjetas (34%), lo que consolida un “endeudamiento circular” donde se pide un crédito para saldar otro y evidencian una falta de ingresos suficientes para cortar el ciclo. Ludueña afirmó con preocupación que salir de esta dinámica es difícil porque cada mes la tarjeta compite con alquiler, tarifas y alimentos y, si el salario no se recompone antes, la única vía es refinanciar o tomar un préstamo aún más caro. Además, señaló tres factores que alimentan la toma de deuda familiar: “En primer lugar, la necesidad, que es la toma de crédito como sustituto del ingreso. En segundo lugar, la segmentación, que tiene que ver con el acceso negado a líneas baratas que empuja a financiar las caras. En tercer lugar, el efecto ‘bola de nieve’, que son las refinanciaciones que difieren capital y capitalizan intereses. Así todo, con atraso en pagos, la gente toma nueva deuda para no cortar suministros, alquiler o compra de alimentos”.
El informe del BCRA también reveló que un poco más de la mitad de los 2,2 millones de nuevos deudores en el primer semestre de 2025 accedió únicamente a Proveedores No Financieros de Crédito (PNFC). Estos proveedores, aunque con requisitos flexibles, ofrecen tasas más elevadas y montos más pequeños. Martin Burgos, economista e investigador de FLACSO, opinó: “La gente empieza a ver lo que se llama un esquema Ponzi, en el sentido que van a buscar crédito para pagar los créditos que tienen que pagar. Y el tema es que los bancos ya saben cuándo estás complicado y no te prestan más, al igual que las financieras que son mucho más elevadas; entonces recurren a los créditos Fintech que también están teniendo cada vez mayor expansión”. Por su parte Ludueña indicó que “los PNFC deben ser regulados con límites de tasas y reglas de cobranza justas, el Banco Central tiene registros y normas, pero hay que hacerlas efectivas, auditar y sancionar”.
La capacidad de consumo futuro de los hogares argentinos está severamente comprometida. Con el 56% de las familias destinando entre el 40% y el 60% de sus ingresos para pagar deudas, de acuerdo al IETSE el margen para un gasto discrecional o incluso para sostener el consumo básico se reduce drásticamente. “Con estos datos para nada optimistas no hay mucho margen para que el consumo se recupere”, dijo Libman. Por su parte Ludueña lo analizó desde una mirada estructuralista: “El multiplicador del consumo queda estrangulado y el sobreendeudamiento de los hogares se convierte en una rigidez macro. Incluso si baja la inflación o mejora el crédito productivo, la demanda masiva tarda en recomponerse porque el primer peso disponible cancela pasivos, no compra bienes”. Además, Ludueña afirmó que el endeudamiento familiar hoy es una “barrera central” ya que sin descompresión del servicio de deuda la recuperación del consumo será “lenta y desigual”.
Los economistas consultados propusieron soluciones para poder mejorar este problema que enfrentan una gran cantidad de hogares de nuestro país. Burgos comentó que lo más óptimo es que incrementen los ingresos para que se pueda pagar toda deuda, pero reconoció que “no hay nada en el horizonte que se parezca a una mejora de salarios”. Sobre esta misma línea Libman afirmó que “lo primero es consolidar un marco de estabilidad que permita reducir la tasa de interés y que la economía ‘arranque’ para que aumenten el empleo y los ingresos”. Además, sostuvo que los bancos públicos pueden ser una opción para otorgar préstamos que permitan refinanciar los que ya existen, en condiciones más favorables.”
Por último, Ludueña sobre el rol que deberían adoptar tanto el Estado como los sistemas financieros. Las principales medidas que propuso son ejecutar un fondo de alivio para hogares endeudados para consolidar tarjetas y que se establezcan cuotas más amenas para las familias; topes al costo financiero total y de punitorios para los PNFC; canje voluntario y seguro de desempleo e ingresos atados al crédito social para amortiguar shocks exógenos. “Todo esto restauraría la confianza porque cambia la aritmética mensual, más cuotas, menos punitorios y un horizonte mucho más claro”, concluyó el economista.
La crisis de endeudamiento familiar en Argentina es un reflejo de una profunda fragilidad tanto micro como macroeconómica. El crédito que se tomaba para poder financiar sueños hoy se pide para cubrir la necesidad de acceder a alimentos, y se financia a costa de comprometer el futuro económico y emocional de los hogares.


