Se cumplen 75 años de la sanción del Decreto Presidencial N° 29337/49 que estableció la gratuidad de la universidad y la responsabilidad del Estado en el financiamiento y el conjunto de políticas democratizadoras del acceso a la misma. El 22 de noviembre de 1949, el presidente Juan Domingo Perón suspendía el cobro de los aranceles universitarios y la educación superior dejaba de ser un privilegio para convertirse en un derecho. Esta medida sentó un gran precedente en términos de igualdad, permitiendo a las personas de bajos recursos tener acceso a la universidad. Como consecuencia se produjo un aumento de la matrícula universitaria, que pasaría de 47.400 estudiantes a 80.445 en un solo año. En la actualidad esta cifra supera los 2 millones de estudiantes.
La posibilidad de elegir
La gratuidad es un factor fundamental para que los y las jóvenes consideren la posibilidad de llevar adelante la experiencia de una carrera universitaria. Son muchos los casos en que está condición hace posible la llegada a las aulas de personas de clase trabajadora. Pero existen otros cuantos factores que inciden en la decisión de emprender este desafío.
Leandro Rosam, graduado de Ingeniería en Sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), cuenta que desde muy chico ya sabía que quería estudiar algo relacionado con computación. Cuando estaba en el último año de secundaria se enfocó en hacer un curso gratuito de orientación vocacional en la mMunicipalidad de Vicente López. “A mí me recomendaron que estudiara Ingeniería en Sistemas, así que averigüé y con esa ayuda más la opinión de conocidos y familiares, decidí estudiar en la UTN”, dice.
Sara Ledesma, por su parte, es abogada, graduada de la Universidad Nacional de la Matanza (UNLAM). Ella cuenta que para tomar la decisión de estudiar evaluó varias cuestiones: “La carrera la decidí de chica, yo quería estudiar Derecho, pero al momento de elegir, tuve en cuenta la cercanía porque tenía que viajar sola, siendo mujer es medio complicado, a veces me tocaba cursar de noche”. Y agrega algo clave: “Además, tenía que elegir una universidad pública, yo vengo de familia de trabajadores, entonces ya sabía que una universidad privada no era opción, teniendo universidades públicas de calidad. Estaba entre la universidad de lomas y la de la matanza”.
Son muchos los casos en los que los y las estudiantes manifiestan una relación entre la carrera elegida y los gustos personales. Nahuel Almirón Rodríguez, Licenciado en Comunicación Social, graduado de la Universidad Nacional de Moreno (UNM) también es ejemplo de esto: “Cuando era chiquito mis tíos, que siempre fueron trabajadores de fábrica, cuando lograban juntar unos pesos nos llevaban al cine, a mí y a mis hermanos. A mí me gustaba el cine, yo creo que esa huella terminó de explotar en mí, ese fanatismo por el cine y por lo artístico desde la comunicación”.
No todo es color de rosas
La experiencia universitaria tiene sus complejidades, partiendo de la base de que es muy diferente a la secundaria, motivo por el cual puede generar deserción durante los primeros años. Existen múltiples situaciones que presentan desafíos; se acumulan exámenes, se superponen las fechas de entrega de los trabajos en las diferentes materias, surgen diferencias entre compañeros de equipo, las responsabilidades aumentan, pero con el tiempo esas dificultades se traducen en experiencia y son parte del proceso de aprendizaje para la formación profesional y personal.
“Empecé a sentir frustración en las materias difíciles, sobre todo en las de Matemática. Tuve que dedicarle mucho tiempo, fue complicado dividir el tiempo entre el trabajo y el estudio, por eso me llevó más que a la mayoría de mis compañeros”, dice Leandro.
“Tener que postularse y ponerse fuerte frente a alguien que académicamente, entre comillas, es superior a vos, ese tipo de cosas, siempre son un desafío y aparte el desafío de uno contra uno, de ser una persona que no sabe, a saberse una persona que conoce del Derecho, hay un trecho grande”, cuenta, por su lado, Sara.
Otra cuestión que destacan los y las estudiantes, es la necesidad de un acompañamiento familiar y la importancia de un apoyo económico, ya sea por parte de la familia o de programas que surjan de la misma universidad.
“El apoyo de mi familia fue lo que determinó que me pueda recibir en el tiempo que lo hice, mis papás me mantuvieron toda la carrera, al final yo trabajaba, pero el trabajo de un pre recibido siempre es precario”, reconoce Sara. Y agrega: “Eso lo entiendo muy bien, porque tenía compañeros que trabajaban todo el día y es una desventaja a nivel académico. El cerebro es uno y si estas todo el día trabajando y después vas a la facultad, probablemente no funcione igual que el resto, que alguien que no trabaja y capaz estuvo repasando todo el día”.
Formarse y transformarse
El paso por la universidad genera un impacto en la vida de las personas que tienen la posibilidad de transitar esta experiencia, esos cambios son permanentes y enriquecedores, desde potenciar las capacidades hasta despertar nuevas áreas de interés que terminan dando forma al desarrollo profesional.
“Yo creo que la universidad lo que más te forma es el carácter, aprender a reponerse, muchas veces estás solo. Tenés que aprender por vos mismo, los profesores si bien son un punto de consulta y ayuda, no te resuelven todo. Uno tiene que resolver, autogestionarse, creo que es la idea, prepararte para el mundo laboral”, afirma Leandro.
Por otro lado, Nahuel asegura que los cambios en su vida fueron rotundos; recuerda que el anhelo de sus padres siempre fue poder ir a la universidad, pero lamentablemente por cuestiones económicas no lo concretaron. Él, que se graduó hace unos años, de vez en cuando se junta con sus amigos y los avances en sus trabajos de investigación son el tema principal de la charla.“Yo no sé qué hubiese hecho sin la universidad pública en mi vida, no me imagino actualmente en otro tipo de vida”, dice y añade: “La universidad pública me transformó en todo sentido y me sigue transformando a nivel conocimiento gracias al apoyo de mis viejos, ese consejo de siempre estar aprendiendo algo nuevo”.
Nahuel, que es becario doctoral y docente de la UNM en la propia carrera que estudió, Comunicación Social, concluye: “Estoy totalmente agradecido y creo que es un reflejo de movilidad social ascendente lo que tiene este derecho adquirido, que es la universidad pública”.