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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Un sábado en Granja Andar: crónica de un día luminoso

La ong de La Reja, que tiene una extensa trayectoria en el trabajo con personas con discapacidad, realizó una actividad para chicas y chicos, con participación de estudiantes de la UNM. ANUNM cubrió el evento, repleto de magia y fútbol.
Mas de 200 chicos de Moreno y alrededores disfrutaron de las instalaciones de Andar, como el vivero, las canchas de fútbol y los espacios verdes.

Como todos los años el tercer domingo de agosto se celebra el Día de las Niñeces. Por varios motivos el Centro de Día Andar, más conocido como Granja Andar,  en La Reja, partido de Moreno, lo celebró el pasado sábado, pero eso no impidió la alegría de quienes se acercaron hasta la sede de la asociación civil, que trabaja tanto con personas con y sin discapacidades.

Las integrantes de uno de los proyectos de voluntariado de la UNM, integrado por seis estudiantes de las carreras de Trabajo Social y Comunicación Social y conducido por la docente de Trabajo Social Mónica Miglino, llegaban en el colectivo 327, llamado por los vecinos como “El Blanco”. Este estaba colmado de gente mientras recorría calles grises como el acero, con un asfalto que costeaba las vías del tren. Al bajar en la estación de La Reja, se observaban distintos caminos donde predominaba el marrón café; se podía sentir el calor del sol y la brisa fresca que se hacía más notoria en las sombras de los árboles, altos como torres.

Al ingresar por la puerta principal de la Asociación, lo primero que se visualizaba era la casa con la que se inició el proyecto en La Reja. Raúl Lucero, fundador de la ong y actualmente director provincial de Promoción de Derechos de Personas con Discapacidad, relató: “Hace treinta y pico de años, junto con familias y otros profesionales, se comenzó a trabajar en Moreno, con niños y niñas sin discapacidad, pero la vida llevó a descubrir a niños y niñas que viven en los barrios y transitan una situación de discapacidad, donde el contexto de pobreza muchas veces los dejaba afuera de oportunidades”.

En el frente de la casa se lee “Granja Andar, Bienvenides” en colores celestes, y en su interior las paredes están decoradas con cuadros hechos por los chicos que asisten a los talleres, algunos con figuras confeccionadas con pedazos de revistas enrolladas. También se pueden ver trabajos realizados en telar en los que predominan diferentes colores.

Siguiendo un camino desde la entrada, pasando por la casa, se llega al vivero de techo blanco y estructura de metal, con algunos espacios vacíos que simulan ventanales. Estos permitían observar estantes blanquecinos colmados de macetas negras con plantas en cada una de ellas, que rodeaban el interior del lugar. En el centro del vivero había mesas rectangulares de madera recubiertas con un mantel azul oscuro, esperando a los invitados del día para participar de la experiencia brindada por el centro. El vivero estaba acompañado por una huerta, cercada para su cuidado, con la tierra removida.

Al final del predio se observaba una gran algarabía entre los familiares que se encontraban en los distintos lugares junto a los más pequeños y el clima de primavera los acompañaba. Junto a ellos estaban los referentes de Granja Andar y voluntarios, quienes alrededor de las 14 y 30 se reunieron para dar la bienvenida a los niños y sus familias.

En el escenario, con un sonido lo suficientemente alto, se presentaron las actividades del día y se dividieron a los chicos en grupos según su rango etario, asignando un coordinador a cada equipo para guiarlos a su espacio. Guido Oliva, uno de los organizadores del evento, explicó que “la planificación era para aproximadamente 200 niños del barrio y la periferia de Moreno, divididos en varios stands”.

Algunos grupos fueron al vivero, mientras otros se dirigieron a las canchitas de fútbol, cuyo suelo presentaba un verde intenso que invitaba a la diversión. En una de estas áreas se había jugado un partido de la Liga de fútbol en la que ellos forman parte, unos minutos antes de comenzar la recreación.

En la primera zona, los adolescentes participaron de un partido con la particularidad de que ellos mismos impartían las reglas, es decir, actuaban como árbitros. Guido explicó que “se tiene un espacio donde los niños practican fútbol bajo una modalidad llamada fútbol tres, en la cual no hay árbitros y los jugadores deciden las reglas. El primer tiempo se dedica a plantear las reglas, el segundo a jugar el partido, y el tercer tiempo a evaluar si se cumplieron o no”.

En la segunda zona dos grupos de chicos. coordinados por dos adultos, corrían alrededor de conos pasándose una pelota pequeña de color azul que se trasladaba de una mano a la otra de un compañero del mismo equipo; cada  grupo tenía diferentes nombres de frutas.

Al caer el sol llegó la hora de la merienda. Las actividades recreativas llegaron a su fin, pero no sin antes tener la presencia de personajes como Spiderman, Superman, y un mago. Para el espectáculo, niños, jóvenes y adultos se reunieron frente al escenario para ver al señor vestido de negro y cubierto con una capa, haciendo su show de magia mientras los espectadores sostenían bolsas de pochoclos que minutos antes se habían preparado en la cocina de Andar.

La jornada en la Granja concluyó con la misma energía festiva con la que fue creada, un espacio donde la diversidad se celebra y la inclusión se vive en cada rincón. La magia no estuvo solo en el espectáculo final, sino en la unión de niños, jóvenes y adultos, donde las diferencias quedaron al margen y todos compartieron momentos de alegría, aprendizaje y compañerismo. El trabajo realizado por la asociación demuestra que, cuando se combinan la dedicación, el amor por la comunidad y el compromiso con la inclusión, se crean entornos donde todos pueden convivir y participar plenamente. No hay distinciones, y todos tienen los mismos derechos de reír, jugar y vivir libremente.

Este evento es un recordatorio de que, al igual que en la cancha de fútbol sin árbitros, en la vida también se debe establecer las reglas de convivencia, respeto y empatía. Al final, todos compartimos el mismo espacio, y solo trabajando juntos se puede construir una sociedad más inclusiva y equitativa. “Hoy acá coexisten las personas con y sin discapacidad con total naturalidad, la verdad que ese es nuestro deseo, que algún día los barrios, las sociedades puedan coexistir en una plaza, en una escuela, en un colectivo, ir al cine, que no haya bailes inclusivos para discapacidad, sino que un pibe pueda ir a un baile, y ese camino apuesta andar” concluyó  Raúl Lucero.

Coexistir no es simplemente estar juntos, sino aprender unos de otros, reconociendo la belleza de la diversidad y entendiendo que cada persona, con o sin discapacidad, tiene algo valioso que aportar. Todos somos parte de una misma sociedad y no es necesario generar nuevos espacios, sino que hay que aprender que todos podemos convivir en los que ya existen sin discriminación. Granja Andar es un ejemplo de que una sociedad inclusiva no solo es posible, sino necesaria.

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