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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Protección de la fauna: ¿qué pasa en Argentina

Hay más de 200 especies de animales del país que se encuentran catalogadas bajo diferentes grados de amenaza. Algunos, como el maracaná rojo (un tipo de guacamayo), se consideran extinguidos. El caso del huillín patagónico (los animales que aparecen en la foto, gentileza de Proyecto Huillín). Hablan especialistas
El maracaná lomo rojo se cree extinguido en nuestro país porque no se lo ha visto en los últimos 20 años. Foto: Wikipedia-Arthur Chapman.

Argentina se caracteriza por su gran diversidad geográfica. En el territorio se pueden distinguir dieciocho ecorregiones, entre las que se encuentran la selva paranaense, la estepa patagónica, bosques, humedales, reservorios de agua salada y agua dulce, entre otras. Para la conservación de estos ecosistemas es clave poner el ojo en el cuidado de la flora y la fauna que los componen.

Una de las herramientas que globalmente se usan para llevar a cabo esta tarea es la categorización de los animales según el estudio de su estado actual. Esta evaluación se realiza a partir de datos como el cambio en el tamaño de las poblaciones, cantidad de adultos en edad reproductiva, distribución según las áreas que ocupan y cambios ambientales que puedan poner en riesgo a la especie. Según los resultados de estos datos y la evaluación de expertos en el tema, cada animal se encasilla en una de nueve categorías posibles.

Si bien puede haber modificaciones para cada caso regional de evaluación, las pautas y categorías que se suelen utilizar mundialmente son las de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), quien lleva adelante el registro más amplio de flora y fauna en riesgo. Según esta clasificación, las especies que están amenazadas entran en tres categorías: vulnerable, en peligro y en peligro crítico, siendo esta última la más grave. En casos incluso peores, la clasificación se divide en extinto regionalmente, extinto en estado silvestre y extinto.

El estudio detallado de la flora y la fauna resulta clave a la hora de evaluar el desarrollo de planes regionales para el cuidado de la biodiversidad y de los ecosistemas que componen los diferentes sectores del país. Estos planes se llevan adelante a través de diferentes proyectos orientados a la conservación, como por ejemplo el “Proyecto Huillín” en Tierra del Fuego, y por la Administración de Parques Nacionales (APN).

Sobre el trabajo de esta última, Nicolás Ferreyra, jefe del departamento de Conservación y Manejo del Parque Nacional Lanín, explica: “La APN cuenta con un listado de especies de vertebrados de valor especial, especies que por algún motivo ambiental o ecológico necesitan mayor gestión por parte de la APN. En esta lista, los guardaparques y los técnicos deben registrar cada vez que observan uno de estos ejemplares. Esta información se registra en el SIB (Sistema de Información de Biodiversidad de la APN) y cada parque cuenta, por lo general, con planes de seguimiento de alguna de estas especies”

Evaluaciones argentinas y casos regionales

Desde los años ‘80 hasta la actualidad se realizaron en el país diferentes categorizaciones de grupos de animales. Las evaluaciones más recientes datan de 2019 en el caso de los mamíferos, 2015 en el caso de las aves y 2012 en el caso de anfibios y reptiles (denominados en su conjunto como herpetofauna). La primera fue llevada a cabo por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM) junto con lo que era el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. La segunda se realizó también en conjunto con este ministerio y la organización Aves Argentinas. Por último, la tercera fue llevada a cabo por la Asociación Herpetológica Argentina.

Según estas listas, hay más de 200 especies dentro de la fauna argentina que se encuentran catalogadas bajo diferentes grados de amenaza. El caso más emblemático, dentro del grupo de los mamíferos, es el del yaguareté. Este felino, declarado hace veinte años como monumento natural, es el más grande de Sudamérica y, en Argentina, habita en tres regiones principales del norte: en las yungas (bosque y selva que ocupa parte de Salta, Jujuy y Bolivia), en Chaco y en la selva misionera. Las amenazas que ponen a esta especie en riesgo son la caza furtiva, la pérdida del hábitat y la falta de presas.

Estos problemas que ponen en peligro al yaguareté se suelen ver replicados en otras especies en riesgo. Un ejemplo es el caso del maracaná lomo rojo, un guacamayo que habitaba la provincia de Misiones y ciertas regiones de Brasil y Paraguay. Esta ave fue catalogada como “en peligro crítico” ya que no se la ha visto en más de 20 años. Esto llevó a especialistas a creer que posiblemente sea una especie extinta en nuestro país. Si bien no se conocen con seguridad las causas de la reducción de las poblaciones del maracaná rojo, se especula que la pérdida de bosques y el tráfico ilegal pueden haber contribuido a su situación actual.

El problema principal que viene de la mano con la pérdida de fauna es el trastorno del funcionamiento de los ecosistemas en los que habita cada animal. En el caso de los depredadores como el yaguareté, la falta de estos lleva a una sobrepoblación de los animales que les sirven de presas, generando de esta forma un desequilibrio que puede llevar a la pérdida o sobreexpansión de otros animales y flora local. Por su parte, aves como el guacamayo tienen, a través de su alimentación, un rol en la distribución de frutas y semillas alrededor de la zona del hábitat. Así, no solo fomentan el crecimiento y mantenimiento de las plantas, sino que también ayudan al crecimiento de comida y hábitat para determinadas especies.

Un ejemplo sureño: el lobito de río patagónico

Uno de los tantos mamíferos que fueron catalogados como “en peligro” en el año 2019 es el huillín. Esta nutria tiene dos poblaciones principales en territorio argentino: una de agua dulce en la zona del lago Nahuel Huapi y una de agua salada que habita en el canal de Beagle y en la Isla de los Estados, correspondientes a la provincia de Tierra del Fuego.

“El huillín es una nutria endémica de Patagonia. Es decir que solo se encuentra en esta zona. Tiene una distribución, en comparación con otras especies, bastante reducida”, explica Alejandro Valenzuela, doctor en Ciencias Biológicas y líder de “Proyecto Huillín Tierra del Fuego”, quienes se encargan de monitorear la especie en el sur. “Originalmente, esta nutria se encontraba desde la altura de Neuquén hasta el sur en Tierra del Fuego, tanto del lado chileno como del lado argentino”.

Si bien los estudios respecto a este animal son bastante recientes, los expertos estiman que la cantidad de huillines disminuyó gravemente. Según cuenta el investigador, en los últimos cincuenta años la población argentina de este mamífero se redujo aproximadamente en un 80%. “Durante el siglo pasado fue muy cazado para hacer tapados de nutria”, señala Valenzuela.

Otro hecho que llevó a la reducción de las poblaciones de esta nutria fue el avance de las personas en los lugares en donde viven. En relación a esto, el investigador advierte: “Una de las principales cosas que hoy afecta al huillín es el cambio de hábitat a partir de actividades humanas, es un animal que no se lleva bien con nosotros. Si damos vueltas en la zona donde viven, ellos van a abandonar el sitio y esto puede causar que no encuentren otro hábitat donde asentarse, llevándolos a una posible muerte”

Cuando se habla de conservación de fauna, cada caso debe ser evaluado en su particularidad para poder llevar a cabo acciones eficientes de cuidado de cada especie. En el caso de esta nutria, un ejemplo de acción de conservación fue la realizada en el Parque Nacional Tierra del Fuego. Luego de que los investigadores estudiaran el hábitat y dieran con los patrones de movimiento del huillín, se establecieron horarios reducidos de acceso turístico para que la circulación del animal no se vea afectada por la presencia humana.

Acciones que se realizan actualmente y posibles nuevas problemáticas

Un trabajo que se repite y resulta indispensable es el de las listas de categorización según el estado de cada animal. En el caso, por ejemplo, de los mamíferos, el estudio de 2019 fue un proceso de dos años que se llevó a cabo en conjunto entre SAREM y el Estado argentino. Según comenta Valenzuela, las pautas internacionales indican que este trabajo se debe repetir cada cinco años y que actualmente se está llevando a cabo bajo la dirección del SAREM pero sin ninguna política de apoyo estatal.

Estos estudios rutinarios resultan importantes no solo por la actualización de la información con la que ya se cuenta, sino también por el descubrimiento de nuevas profundidades en viejas problemáticas. Gracias al hiperconsumismo del siglo XXI, el problema de la contaminación encuentra una nueva arista: los microplásticos. Los trabajos en esta área son todavía muy recientes, pero poco a poco se están desarrollando técnicas para detectarlos. Sobre este tema, en Argentina se realizó a partir de 2018 un análisis de microplásticos en estómagos de mamíferos marinos. Este estudio fue llevado adelante en el Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR) por la licenciada en Ciencias Biológicas Camila Tavano, en el marco de su tesis de grado.

Los resultados de este estudio muestran que hay un nuevo tipo de contaminación en los mares argentinos. En palabras de Tavano: “Según mis análisis, lo que pude detectar es la presencia en el estómago tanto de microplásticos como de fibras que, por sus químicos, no se desintegran. Así como están en todos lados, están también presentes en la dieta de estos animales”. El próximo paso de la investigadora es estudiar si esto se repite en otros animales marinos y si los microplásticos pueden llegar a pasar al torrente sanguíneo.

La actualización de la información, ya sea sumando algo nuevo o actualizando datos viejos, y las redes de trabajo para la conservación son claves en un país como Argentina. Siendo un territorio rico en biodiversidad, el cuidado del ambiente tiene que ser una prioridad no solo por el mantenimiento de estos diferentes ecosistemas, sino también para preservar el lugar que habitamos. En una época marcada por lo instantáneo y lo efímero, no está de más tomarse un momento para reflexionar sobre el espacio en el que vivimos y qué hogar le vamos a dejar a las generaciones que vienen atrás nuestro.

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