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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Venta de carne: en picada

El deterioro de los ingresos de la gente y, en menor medida, los cambios de hábito voluntarios, han hecho caer las ventas de bifes, churrascos, vacíos, lomos y demás cortes. El pollo, un sustituto, aunque hay quienes tampoco pueden comprarlo. Hablan clientes, carniceros y el representante de una cámara empresarial.
Dañada por la inflación y la recesión, las ventas en carnicerías muestran un fuerte descenso, lo que refuerza una tendencia de los últimos años. Además, sobre todo en los jóvenes, hay menos consumo de carne por elección. Fotos: Pamela Pezo Malpica, de Anccom.

La pérdida de poder adquisitivo es uno de los problemas que atraviesa la vida de los argentinos en la actualidad. La disminución de los salarios y el aumento de los precios son causantes en la caída del consumo de todo tipo de productos. Según un informe de la BBC, entre los sectores más afectados se encuentran el de la leche y sus derivados, el de la yerba mate y la industria cárnica, la cual registra su mayor declive en los últimos 30 años. Dicha nota incluye los datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carne y Derivados de la República Argentina (Ciccra). Ésta última demuestra que la adquisición per cápita de carne vacuna pasó de 50,5 kilogramos en marzo de 2023 a 42,6 kilogramos este año. En el acumulado del primer trimestre, la caída total fue del 17,6%, lo que se traduce como la más grave de las últimas décadas.

“No podemos pagar la carne”

La situación en los barrios demuestra que el contexto económico es, definitivamente, un determinante en la selección de productos alimenticios. Camilo Gambo, empleado de una carnicería del barrio de Villa Herrero, relató que “la gente ya no viene a pedir un kilo de carne o medio como lo hacía antes. Ahora vienen y te dicen que les des 4.000 o un monto específico. La mayoría viene a última hora porque es cuando sabe cuánto les sobró del día para gastar.”

A esto añadió que “es cierto que el consumo continúa, pero en menor medida. Los clientes no cambian la calidad de la mercadería, ni sus preferencias, pero sí la cantidad. Muchos prefieren comer menos, pero mejor”. El carnicero aseguró que, aunque muchas veces los precios del proveedor se mantienen, ellos se ven obligados a aumentarlos por otro tipo de gastos del negocio, como por ejemplo, el incremento en la boleta de luz.

Elizabeth Capelli, una clienta recurrente, contó: “Cuando vengo a la carnicería hay menos gente comprando, escucho al carnicero que se queja, que baja menos medias reses y que se está comiendo más pollo”. En cuanto a su situación, detalló: “En proporción, compro un 60% menos que antes, compro carne picada porque rinde más. El resto de los cortes intento reemplazarlos por legumbres porque tienen proteínas, hago milanesas de berenjena, calabaza o lo que esté de oferta en la verdulería”.

Capelli expuso que su marido es matarife y que tiene un reparto: “Antes trabajaba los cinco días de la semana, tenía más clientes, pero este último tiempo, muchas carnicerías cerraron o bajaron la cantidad de pedidos”. Según su testimonio, está atravesando una etapa difícil porque “todo es una cadena: mi marido vende poco, lo que significa menos ingresos para nosotros y eso nos obliga a reducir la cantidad de lo que compramos. Estamos comiendo más pollo y, en menor medida, cerdo”.

Amelia Pertussi,  del Barrio Alcorta detalló: “La situación económica que estamos atravesando ha repercutido en nuestra alimentación, ya que tuvimos que reducir la compra de carne porque no podemos pagarla. Lo que nos sucede no es solo con la carne vacuna, sino también con otros tipos. Intentamos buscar ofertas: si mi esposo encuentra alguna, me avisa y la compra y si yo encuentro otra, le aviso y la compro. Tratamos de arreglarnos así”.

Pertussi remarcó: “En casa somos cuatro, tengo dos hijos chiquitos y siempre busco que su alimentación sea balanceada, pero últimamente no puedo comprar carne. Antes comíamos varias veces a la semana, hoy solo una y de los cortes más baratos”. Asimismo, asentó que en su casa aumentaron  el consumo de pollo porque suele ser más económico.

La voz de los productores

Por su parte, Fernando Storni, presidente de la Cámara Argentina de Feedlot, expresó: “La venta de carne vacuna disminuyó en los últimos meses, dándole relevancia a la pollo y de cerdo, lo que denominamos como carnes sustitutas”. Además indicó que “la producción del primer trimestre de este año fue de 7,6% menos en comparación con la del año anterior”.

“Si bien el contexto de país actual es uno de los factores que afecta la industria bovina, no es el único. Desde hace años se registra una baja del consumo que se acrecienta año a año”, aseguró Storni y enumeró dos elementos intervinientes. En primer lugar, una tendencia generacional, en la que las juventudes compran y comen cada vez menos carne. La otra variable latente es la impronta que han tomado las carnes sustitutas y la inclinación social a su consumo. 

El presidente de la Cámara expuso que “es necesario derribar el mito de que la exportación ha crecido de manera exponencial y que por eso los argentinos no tienen carne”. Según él, es cierto que las ventas internacionales han aumentado y compensan los números del sector agropecuario. Sin embargo, no se exporta lo mismo que se consume, ya que en el país existe una preferencia por los animales de menor kilaje, mientras que los compradores del exterior adquieren lo que se denomina “animales de descarte”, es decir, los más pesados.

“Nuestra perspectiva a futuro es, por supuesto, que haya una mejora en cuanto a la adquisición de la carne vacuna. Sabemos que nuestra sociedad es reconocida por este mercado, pero creemos que habrá una modernización en la manera de consumirla y considerarla, como está sucediendo alrededor del mundo. De por sí es un mercado más caro y exquisito, es de alto valor por una cuestión de eficiencia: un pollo lleva 60 días de alimento, el cerdo tarda 90 días y la carne vacuna 30 meses,” concluyó.

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