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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Venta de pan: clientes y locales, en el horno

Fuertes caídas en las ventas, clientes que hacen su propio pan casero, y otros que dejan de compras facturas, sándwiches o masas y despidos en el sector. La industria de la panificación muestra el impacto del ajuste. Hablan comerciantes y clientes.
En algunos casos, la caída en las ventas provocó pérdidas de puestos de trabajo en los locales del ramo. Fotos Muriel Schtivelband, de Anccom.

La crisis económica que atraviesa nuestro país tuvo un impacto devastador en el consumo de pan y productos panificados . Bajo el mandato del actual presidente Javier Milei, la inflación y la devaluación erosionaron el poder adquisitivo de la población, afectando gravemente al alimento más popular del país.“Nos afectó mucho, perdimos de venta entre un 45 y 50% de pan, y un 60 y 70% de factura, todo lo que es pastelería, tortas y todas esas cosas. Desde el diez de diciembre, lo único que se consume es pan”, lamentó Martín Pinto, presidente del Centro Industrial de Panaderos de Merlo. Además de la disminución en las ventas, los costos operativos aumentaron de manera insostenible: el gas subió un 1000% y la luz un 500%, mientras que los sueldos están atrasados seis meses.

La situación en las panaderías se agrava porque los alimentos deben venderse el mismo día que se producen para evitar pérdidas, y la falta de apoyo gubernamental dejó a muchos productores casi en la quiebra, con fuertes competencias de otras localidades y del exterior. “Necesitamos que a nivel municipal se cuide mucho el consumo interno y se controle la entrada de pan congelado de empresas multinacionales”, subrayó Pinto, haciendo un fuerte hincapié en la necesidad de protección y regulación del mercado local.

En los barrios como La Perla, Romina Ceballos, productora y vendedora, observó una caída similar en las ventas: “El consumo de pan sigue, pero llevan mucho menos. Las tortas y tartas ya no se venden enteras, sino por porción”. Su estrategia ha sido adaptar la producción del día para que los clientes puedan llevar en pequeñas cantidades, intentando así mantener el negocio a flote, aunque, en sus propias palabras “no podemos reponer lo que invertimos”.

Por otro lado, Micaela Ferrufino, una clienta habitual, explicó cómo la crisis ha alterado los hábitos de consumo de su familia. “Últimamente, casi no compramos pan ni facturas. Sentimos que además de que todo aumentó, las panaderías se vieron obligadas a bajar la calidad de sus productos. No vale la pena comprar para guardar”, comentó, reflejando un sentimiento común entre los consumidores que prefieren abstenerse de gastar en productos que ya no consideran de calidad.

 “Respecto a las facturas, están carísimas y tampoco son buenas. Antes se diferenciaba bien el sabor de cada una, ahora todas tienen el mismo sabor o directamente no saben a nada, se nota que usan ingredientes de menor calidad. Decidimos que no vale la pena hoy en día gastar plata en la panadería, estamos pagando mucho más por algo que no podemos disfrutar, y nos hace sentir como que tiramos la plata”, añadió.

A esto se suma el punto de vista de Rocío Chaihort, también clienta de panaderías, que comenta: “Noté una marcada caída en las ventas de pan. Personalmente, yo tuve que modificar bastante mis hábitos de consumo. Antes compraba sándwiches de miga y masitas finas, pero ahora prefiero optar por alguna que otra factura, ya que resulta más económica, me pasa lo mismo con el pan integral o sin gluten”. Es interesante destacar cómo se han dejado de lado algunos gustos que antes se tenían por intentar subsistir hoy en día como clientes, pero sin dejar de lado el pan que es necesario para las familias.

Marcela,  del barrio La Victoria,  que prefirió no dar su apellido, añadió su visión: “Nosotros decidimos disminuir el consumo de panificados en general y reemplazarlo por el pan casero, por ejemplo, con lo que sale un kilo de pan, compramos dos harinas y tenemos para toda la semana”. Siendo esta una de las maneras más comunes que hay hoy en día para poder seguir adelante. En muchas familias se han tomado estas medidas como precaución e intento de enfrentar la desmedida suba de precios, dejando de lado los gustos “de lujo” y enfocándose en la elaboración casera de panes y galletitas.

Esto se ve reflejado en algunos productores que han encontrado una vía de escape en ferias locales. Marianela Araujo, vendedora en la feria de la Plaza San Martín de Moreno, reportó un incremento en las ventas a pesar de los precios altos. “Nosotros vendemos muy bien. Muchos han dejado de ir a las panaderías clásicas del centro por los elevados precios y vienen a la feria”, explicó, resaltando cómo la venta directa en los espacios públicos ha proporcionado una alternativa viable para muchos de los productores.

No debemos olvidar a los clásicos establecimientos barriales, como lo son las panaderías y rotiserías, ambas encargadas de producir alimentos de este estilo y que han sido víctimas de la crisis. Néstor Romero Deza, productor y dueño de la rotisería Néstor Pizza’s también sintió el impacto. “Con respecto al consumo, bajó un 45% más o menos desde agosto del año pasado”, relató. Además, explicó que tuvo que reducir su personal de seis a cuatro empleados debido a la disminución en las ventas, subrayando lo difícil que es mantener a su equipo con los precios de las materias primas en constante aumento. Para mitigar estos efectos, optó por comprar en cantidad y almacenar productos para así evitar futuros incrementos en los precios.

En contraste, Don Kin, presidente de una franquicia familiar de panaderías, detalló la dificultad de competir con la producción barrial y clandestina, así como también los altos costos de las materias primas. “Es desleal competir con la fabricación clandestina. No podemos mantener la calidad con estos precios,” afirmó, haciendo un llamado a una mayor regulación y apoyo por parte de los municipios. Además, señala el compromiso que tiene su negocio con llevarle calidad a sus clientes, intentando complacerlos al saber la dura realidad que enfrentan muchas familias, no poder llevar un kilo de pan a casa cada día.

La incertidumbre domina las perspectivas para el futuro del sector panadero. “La situación es muy difícil y complicada” admitió Pinto. “Para mejorar, dependemos del salario de la gente y del apoyo del gobierno”, añadió. Muchos en la industria abogan por subsidios y políticas que estabilicen los precios de las materias primas, como la harina, para asegurar que el pan, un alimento básico, siga siendo accesible para todos los argentinos. Tal es el caso de estas dos grandes figuras panaderas, Pinto y Kin, quienes abogan por un Estado más presente y consiente de lo que ocurre en los sectores populares.

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