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Estudiante de Comunicación Social (UNM)

Bonsái: la naturaleza en miniatura

Anteayer se celebró el Día Internacional de este arte milenario. En la localidad de La Reja, Moreno, existe una escuela dedicada a esta disciplina japonesa.
Javier Maure durante un “Bonsái Matsuri”, en el Jardín Japonés.

El arte del bonsái es una antigua práctica originada en China, pero perfeccionada y popularizada en Japón. Consiste en cultivar árboles y arbustos en macetas. La palabra “bonsái” proviene del japonés y está compuesta por dos términos: “bon” que significa “bandeja” o “recipiente”, y “sai” que significa “planta”. El objetivo de esta disciplina es recrear, en escala y siguiendo técnicas específicas, la apariencia de plantas maduras en la naturaleza, resaltando su belleza y expresando equilibrio y armonía. Bonsái, como concepto, es el conjunto indisociable entre planta y maceta.

Los senséis -o maestros- se dedican a enseñar y guiar a otros apasionados de este arte. Además, suelen tener viveros especializados donde cultivan, exponen y venden sus obras, ofrecen clases, talleres y asesoramiento a estudiantes. Asimismo, participan en exhibiciones y eventos relacionados con esta temática para compartir su experiencia y promover el valor de esta tradicional enseñanza. De esta manera, desempeñan un papel crucial en la transmisión de conocimientos y técnicas, contribuyendo así a la preservación, promoción y evolución de esta forma artística. Antear, como cada segundo sábado de mayo, se celebró el Día Internacional del Bonsái y distintos especialistas cuentan los secretos de este arte.

Alejandro Fernández dirige la Escuela Cultural Bonsái, en La Reja. “Es una práctica que pone en relación naturaleza y arte”, dice.

Los maestros locales

Un sensei es un maestro experimentado y respetado en la práctica del cultivo de árboles en escala. Posee un profundo conocimiento de las técnicas de poda, alambrado, trasplante, estilización y diseño, necesarias para crear y mantener estos pequeños árboles. Además de sus habilidades técnicas, suele transmitir principios filosóficos relacionados con la paciencia, la armonía y el respeto por la naturaleza, aspectos fundamentales de la disciplina. En nuestra región, también contamos con renombrados maestros. Entre ellos, los argentinos Alejandro Fernández, Javier Maure, Alejandro Sartori, Marita Gurruchaga y el venezolano Nacho Marín. Además, Toshio “Hirata” Chinen, okinawense de nacimiento y radicado en Argentina, fue un gran referente por su legado y su destacada colección de ejemplares.

El sensei Alejandro Fernández, quien es bonsaista desde hace más de 22 años, cuenta que, desde chico, tiene un vínculo muy fuerte con la naturaleza y un gran interés por el arte. Al conocer el bonsái sintió una gran fascinación por este dado que, en su opinión, “es una práctica que pone en relación ambas cosas generando, esta combinación, infinitas posibilidades creativas”. Sus comienzos fueron como autodidacta. Después, perfeccionó su técnica con grandes maestros internacionales que llegaron a nuestro país para brindar seminarios, cursos intensivos y talleres. Algunos de estos senséis que le transmitieron sus saberes, fueron los mencionados Kimura, Kobayashi y Pall, Masashi Hirao y Takeo Kawabe, Min Suan Lo de Taiwán y Marco Invernizzi, de Italia. En poco tiempo, empezó a dar clases en la localidad de Ramos Mejía. 

Con el correr de los años y el incremento tanto en el número de alumnos como en reconocimiento de la “Escuela Cultura Bonsái”, institución que creó y dirige, Fernández decidió trasladarse a un lugar más acorde a su labor. Por eso, se estableció en la localidad de La Reja, en el oeste del Gran Buenos Aires. Allí generó un amplio espacio verde que incluye un jardín japonés, una preciada arboleda de especies asiáticas y autóctonas y una exposición permanente de sus obras. De acuerdo a Fernández, “todos estos componentes, resultan beneficiosos a la hora de interactuar en y con la naturaleza” y suma: “Un entorno armonioso inspira, invita a la contemplación y habilita oportunidades que, luego de descubrirlas, tendremos que trabajar día a día en ellas”. 

Si bien la comunidad de bonsaistas creció considerablemente en los últimos años y cuenta con numerosos miembros, la mayoría de los maestros se conocen entre sí. Tal es el caso de Maure y Fernández. Ambos compartieron numerosos “Bonsái Matsuri”, evento que se realiza en el Complejo Cultural y Ambiental Jardín Japonés, espacio icónico en lo que refiere a la cultura nipona, en la Ciudad de Buenos Aires. Maure, actual vicepresidente de la Fundación Cultural Argentino Japonesa y director de Bonsái en el Jardín Japonés, se autodefine como “un apasionado del arte del bonsái desde hace 20 años, con el objetivo de difundir y promover esta hermosa disciplina, compartiendo conocimientos y experiencias con otros entusiastas”.

Maure, quien también tiene una trayectoria de 15 años en la práctica del Aikido, detalla en qué consiste un Bonsái Matsuri: “Los Matsuri son festivales dedicados exclusivamente al arte del bonsái. En el Jardín Japonés se llevan a cabo desde 2003 y en noviembre de este año se celebró la edición número XIX. Allí se reúnen destacados artistas y amantes del bonsái para exhibir sus obras y compartir saberes y vivencias” y agrega: “Es una oportunidad única para apreciar la belleza y la maestría de los trabajos expuestos, que representan una amplia variedad de estilos y especies”.


                                                                         Presencia femenina

De un tiempo a esta parte, las mujeres cobraron más visibilidad en la esfera bonsaista. Además de la renombrada maestra Marita Gurruchaga, muchas otras entusiastas se han dado a conocer. Es el caso de María Angélica “Marian” Paredes quien también abraza este arte. Respecto a qué fue lo que la motivó a iniciar el camino del bonsái, expresa: “En 2008 tuve un primer acercamiento a este mundo de plantas en miniatura a través de un cuestionamiento: ¿De qué manera se llegaba a obtener estos pequeños ejemplares?”. Para encontrar respuestas, investigó por su cuenta. Libros, revistas especializadas e internet fueron sus fuentes. “Pero no era suficiente, necesitaba algo más y me contacté con un experto bonsaista de la zona oeste para obtener el aporte de alguien con experiencia y conocimientos en el tema. Pocos meses después, comencé a trabajar mis producciones en la escuela de Alejandro Fernández”, añade.                         

Para Marian es fundamental estar pendiente de los cuidados, es decir, “saber escuchar e interpretar lo que nos dice la planta, qué necesita, expresándose en la disposición, textura y color de sus hojas, estado de sus raíces, etc. De esta manera nos indica qué debemos ofrecerle: hidratación, nutrición, poda, trasplante; entre otras técnicas”. Al mismo tiempo, nos refiere que “verlas evolucionar es muy gratificante porque ahí se refleja el espíritu de la dupla planta-humano. En el acto de crear, una misma se involucra en armonía con los ejemplares y la Naturaleza”. Gracias a su habilidad en estas artes, Marian expuso en distintos eventos: exhibiciones organizadas por la Escuela Cultura Bonsái en la localidad de General Rodríguez, y varios Bonsái Matsuri, llevados a cabo por el Jardín Japonés en CABA, entre otros.

Palabras de sensei

Las personas que practican el minucioso arte del bonsái comparten sus valores y beneficios. De acuerdo con Maure, al acercarse al mundo del bonsái, niños, jóvenes y adultos pueden adquirir una serie de ventajas y favores. Por ejemplo: generar un vínculo especial y un entendimiento más profundo con la naturaleza, estimular la imaginación y la creatividad, calmar el estrés y la ansiedad y cultivar la paciencia. Y remarca: “Practicar el bonsái permite dejar un legado para las generaciones futuras. Los árboles en miniatura pueden vivir durante décadas e incluso siglos, permitiendo la transmisión de su belleza y el cuidado a las siguientes generaciones. Es una forma de conectar con la historia y dejar una huella duradera y positiva en el mundo”, dice Maure.

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